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Catalana Occidente, al acecho de la concentración bancaria

El grupo asegurador cree que puede sacar partido de cualquier compra que haga en España para seguir creciendo

Dani Cordero
Oficinas centrales de Catalana Occidente en Sant Cugat del Vallés.
Oficinas centrales de Catalana Occidente en Sant Cugat del Vallés.CRISTOBAL CASTRO

Bankia romperá con su socio asegurador Mapfre cuando se integre en CaixaBank. Liberbank deberá poner fin a sus alianzas con Aegon y Mapfre en cuanto se fusione con Unicaja. Y ese tipo de rupturas se repetirán si avanza la esperada concentración bancaria. Hoy cada banco tiene un aliado especializado para comercializar en sus oficinas pólizas de vida-ahorro o seguros vinculados, sobre todo, a las hipotecas. Y si a eso se suma el cierre de sucursales que llevarán a cabo las entidades en su camino hacia la eficiencia de costes, todo apunta a que las aseguradoras tradicionales con red propia explotarán la desaparición de competencia.

En esa carrera a medio plazo está precisamente Catalana Occidente, que en las dos últimas décadas ha fiado su crecimiento obviando las asociaciones con bancos. Ahora ve una oportunidad en el nuevo mapa bancario al que los reguladores han apuntado hacia la consolidación. “Si los bancos se concentran para disminuir gastos fijos, cerrar sucursales y puntos de venta, están reduciendo la oferta. Y para compañías como nosotras que no somos activas en ese canal, la verdad es que nos viene muy bien”, admite José Ignacio Álvarez, consejero delegado del grupo asegurador controlado por la familia Serra.

Catalana Occidente, con una red de 17.000 mediadores en España, ha dado la espalda históricamente a la banca en su camino por buscar cada vez más productos que comercializar en sus entidades financieras como fórmula para fidelizar el cliente, además de rentabilizar su red de oficinas. Explica Álvarez que esa apuesta se explica porque su modelo de negocio se basa en “garantizar un adecuado asesoramiento al cliente desde un primer momento y hasta la prestación de servicio tras un siniestro”. Y ahora que los bancos reducen estructura comercial para centrarse en otros retos —básicamente el de la rentabilidad con menores costes— y que el negocio del bancaseguros viene de un año 2019 en el que han perdido peso en ventas de pólizas, Álvarez confía en ganar mercado. “Seguramente a medio plazo”, dice.

El ejecutivo evita hablar de posibles cuotas de mercado objetivo y subraya que en la filosofía del grupo manda el ser “líderes de decisión”, de forma que no se tenga que hacer seguidismo a las políticas lanzadas por la competencia, ya sea en productos o en precios. Por eso, España sigue siendo, además del principal mercado para la compañía, el objetivo. Crecen de forma orgánica a la misma velocidad que la media del sector, que acostumbra a ser la del PIB.

“Por eso siempre digo que para hacer un salto de dimensión hay que comprar y por eso siempre estamos atentos a oportunidades que puedan surgir, ya sea para complementar algún ramo o territorialmente. Si solo crecieras a través de adquisiciones no le estarías ofreciendo un buen producto a los clientes, pero la experiencia nos dice que para crecer de verdad, para ganar dimensión en un sector tan maduro como el de los seguros, hay que hacerlo a través de adquisiciones”.

¿Hay alguna compra a la vista? “Siempre firmamos un compromiso de confidencialidad y ahora puedo decir que no hemos firmado ninguno”, dice. Sus prioridades para crecer son salud y decesos, pero no descartan cualquier otro ámbito. “En España compraríamos prácticamente cualquier cosa, porque conocemos suficientemente el mercado como para obtener ventajas de cualquier compañía”, apunta.

La carrera en el crecimiento de Catalana a través de adquisiciones ha sido larga en los últimos 20 años para erigirse en el cuarto grupo asegurador español. Ha integrado MNA, Crédito y Caución, Nortehispana y Lepanto, Seguros Bilbao, Atradius, Groupama, Previsora Bilbaina y Antares. Y esas compras son las que explican que su facturación haya saltado desde los 553 millones de euros en 1999 a los 4.547 millones del pasado año. Los beneficios han crecido algo más en ese periodo, al multiplicarse por 12 y situarse al cierre del pasado año en los 425 millones.

“Fuera de España nos gustaría, pero tenemos nuestras limitaciones”, explica Álvarez. El mercado nacional copa dos de cada tres euros de negocio del grupo. Ni tan solo en Latinoamérica —”está un poco lejos”, dice—. En el exterior, el grupo se ha centrado en un negocio nicho como es el del seguro del crédito, porque era una forma de ser “relevante” a nivel internacional y aprovechar la capacidad exportadora de la empresa española, haciendo de acompañante. “Si encontramos otro mercado en el que podamos hacer una inversión que nos podamos permitir, siempre en una compañía de las top ten, pues la haremos”, explica.

Plan de continuidad

El consejero delegado de Catalana Occidente niega que las continuas adquisiciones efectuadas en los últimos años sean consecuencia de una política protectora ante la posible indefensión de un pequeño grupo, en términos comparativos, apetecible para gigantes del sector. “No somos opables porque la familia tiene una mayoría de control”.

Hugo Serra, el hijo del presidente José María Serra, se ha convertido recientemente en el nuevo vicepresidente. Álvarez asegura que hay un plan de continuidad en la compañía para que cualquier cargo relevante pueda asumir en cualquier momento una posición clave. “Como consejero delegado tengo que estar seguro de que nadie me va a echar de menos cuando deje el puesto”, dice, pero niega que haya ninguna voluntad de relevo del actual presidente, que tiene 75 años y que mantiene funciones ejecutivas.

Sede social: Lejos de Barcelona

Catalana Occidente fue uno de los primeros grupos catalanes que apostó por abandonar Barcelona para llevar sus oficinas centrales a Sant Cugat en 1971, a un edificio cuya planta se asemeja al logotipo del grupo. A finales de 2017 dieron otro paso, al trasladar de nuevo su domicilio social a Madrid, siguiendo la estela de mudanzas empresariales con la que acabó la celebración del referéndum independentista. Han pasado casi tres años y el grupo no se plantea dar marcha atrás a aquella decisión. “Normalmente un cambio de sede no aporta valor añadido a ningún stakeholder, de hecho suele adaptarse para afrontar una decisión no deseada. En su día nos vimos obligados a tomar la decisión de cambio de sede porque en Cataluña creímos que no se daba un marco institucional estable”, explica José Ignacio Álvarez, quien asegura que actualmente “no nos planteamos” el regreso porque “genera discusión y no aporta valor”. Y evita hablar sobre la actual situación política en Cataluña.

 

 


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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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