Cocinar es un riesgo para casi la mitad de los latinoamericanos
Un 44% de la población de la región aún no cuenta con servicios de energía moderna para cocinar, sobre todo en las zonas rurales
¿Cuántas personas en el mundo cocinan diariamente con leña, queroseno, residuos o estiércol? ¿Cuántas personas, principalmente mujeres, dejan de trabajar porque pasan la mayor parte de su día recolectando combustible para cocinar y porque no cuentan con tecnologías eficientes de cocción? ¿Cuántas personas pueden pagar por combustible limpio? ¿Cuántas se enferman por el aire que respiran en casa? ¿300 millones? ¿1000 millones? ¿2000 millones de personas? ¿Ya tienes un número en mente?
A ver si te acercaste: casi la mitad de la población mundial, 4000 millones de personas, de bajo y mediano ingreso, no pueden cocinar con tecnologías y combustibles limpios, de forma eficiente, segura, asequible y conveniente. De acuerdo al informe Estado del acceso a medios para cocinar con energías modernas (en inglés) del Programa de Asistencia para la Gestión del Sector Energía del Banco Mundial, 1.250 millones de estas personas están en transición para acceder a servicios de energía moderna para cocinar, pero 2.750 millones están muy lejos de lograrlo.
El aumento anual en el acceso a tecnologías y combustibles limpios para cocinar fue solo de 0,8 puntos porcentuales en promedio entre 2010 y 2018, según el informe (2020) de progreso del Objetivo Desarrollo Sostenible 7, que persigue el acceso de las personas a la energía para el 2030.
Los expertos del Banco Mundial sugieren que la adopción de los servicios de energía moderna para cocinar va más allá de la eficiencia de las estufas y las emisiones del combustible, que es en lo que se ha hecho énfasis históricamente. Es necesario medir estos atributos en relación con:
· La experiencia de cocinar en el hogar, es decir, la exposición, quién cocina, qué se cocina, cómo, por cuánto tiempo y con qué frecuencia.
· Las condiciones de la vivienda, por ejemplo, la ubicación de la cocina, disposición y tamaño, materiales de construcción y calidad de la ventilación.
· Las condiciones económicas en términos de ingresos familiares y el dinero que se debe invertir en los combustibles y las estufas.
· La disponibilidad de los combustibles y tecnologías en los mercados locales.
· La conveniencia o cuánto tiempo toma a las personas conseguir el combustible y prepara las estufas
· La seguridad.
De todo esto depende que las personas adopten una combinación limpia de estufa y combustible.
Entender este entorno puede contribuir a que los tomadores de decisiones estén mejor informados, a que se puedan formular políticas adecuadas, de acuerdo con cada contexto, que aceleren las soluciones.
Tomando en cuenta estos parámetros, África subsahariana es la región que más sufre pues el 90% de la población carece de acceso. En Asia oriental, la cifra es del 64%, mientras que en América Latina y el Caribe, casi la mitad de la gente, un 44%, no cuenta con servicios mejorados para la cocción. Esto se traduce en un alto impacto en términos de salud, productividad e igualdad de género, cambio climático y medio ambiente.
Humo y la covid-19
Según la Organización Mundial de la Salud, la exposición al aire contaminado en las viviendas causó casi 4 millones de muertes en 2016 en los países de bajo y mediano ingreso, lo que representó un 6,7% de la mortalidad total. Este tipo de contaminación está asociada además al cáncer de pulmón, enfermedades cerebrovasculares, cardíacas y respiratorias, padecimientos que hacen más compleja la recuperación de pacientes con la covid-19.
Aunque algunos aspectos difieren de región en región, los especialistas coinciden en que las mujeres soportan las mayores pérdidas en términos de salud, seguridad y productividad: ellas, incluidas las niñas, pueden pasar hasta seis horas entre recolectar o comprar combustible, cocinar y limpiar las cocinas, lo que limita sus oportunidades para estudiar o tener un empleo. Y cuando van a recolectar el combustible también se arriesgan a ser víctimas de violencia sexual.
No invertir lo suficiente para combatir la falta de acceso a soluciones de cocina modernas le está costando al mundo 2,4 billones de dólares al año, 16 veces más lo que costaría solucionarlo: lograr el acceso universal requeriría 150.000 millones de dólares por año hasta 2030. Esta inversión ameritaría del esfuerzo del sector público, para que las soluciones de energía moderna estén al alcance de los más pobres; del sector privado, para invertir en la infraestructura necesaria, y de las familias para la compra de combustibles y cocinas.
América Latina y el Caribe: ciudades vs zonas rurales
En la región, el costo de la falta de acceso a energías modernas para cocinar asciende a 86 mil millones de dólares por año: 21 000 millones en pérdidas por salud; 59 000 millones en costos de equidad de género y 6 000 millones de dólares en impactos climáticos y medioambientales. La transición hacia mejores servicios de energía moderna para cocinar requeriría una inversión en América Latina de 53 000 millones de dólares en los próximos 10 años.
En América Latina y el Caribe, un 56% de la población dispone de servicios de energía moderna para cocinar. Es la región en desarrollo con mayor acceso. Los segmentos más beneficiados son predominantemente urbanos: el 49% de esa población vive en las ciudades y solo un 7% vive en zonas rurales.
Del 44% de la población que carece de acceso, un 15% tiene severas barreras para lograrlo, especialmente en las zonas rurales; mientras un 29% está en transición para tener servicios mejorados de cocción, principalmente en las ciudades. Este porcentaje es mayor que el del resto de las regiones estudiadas, lo que representa una buena oportunidad para lograr que la mayoría de la población tenga acceso.
En las ciudades de la región, más del 80% de la gente emplea gas como combustible principal para cocinar. En el ámbito rural, casi el 50% usa leña como combustible primario.
El uso paralelo de varios combustibles de cocción y estufas en un mismo hogar es un desafío importante. Hogares que ya han adoptado combustibles modernos suelen usar varios combustibles por costumbres socioculturales y para minimizar riesgos de disponibilidad. Por ejemplo: entre 1974 y 2016, Ecuador se alejó sustancialmente de la madera como combustible principal y lo sustituyó por gas licuado de petróleo (GLP). Aun así, el 44 % de los hogares complementa el uso de GLP con leña, al menos una vez al día.
El informe seguimiento del Objetivo de Desarrollo 7 indica que Chile, Argentina y Uruguay son los países que tienen mayor cantidad de población con acceso a combustibles y estufas limpias en la región, mientras que los que menos tienen son Haití (con menos del 25%), Guatemala y Nicaragua. Entre el 2014 y el 2018, los países de la región que registraron un crecimiento más rápido en este sentido fueron El Salvador y Perú, con un incremento 2 puntos porcentuales por año en promedio.
En Centroamérica, la leña representó en 2018 cerca del 80% del consumo final de energía en los hogares.
Los ingresos siguen siendo un impulsor fundamental en la demanda de combustibles y estufas. Los segmentos de la población con más ingresos tienen tendencia a usar más combustibles limpios, mientras que los más pobres suelen usar más fuentes de energía contaminante.
Ante el escenario actual, los especialistas recomiendan que los países incluyan formalmente la demanda de energías moderna para cocinar en las estrategias nacionales de planificación energética y coinciden en que estas estrategias deben tomar en cuenta a los distintos usuarios y sus necesidades, los mercados locales y el potencial energético de cada país. Además, proponen incrementar el financiamiento y crear pactos entre los líderes políticos de alto perfil para darle prioridad al logro de este Objetivo de Desarrollo Sostenible.
En este sentido, una de las iniciativas para impulsar el compromiso político y el financiamiento es el Fondo Cocina Limpia del ESMAP, anunciado en el 2019, que movilizará 500 millones de dólares para lograr el acceso de más personas a mejores servicios para cocinar de forma limpia, eficiente, segura, conveniente y asequible.
Durante los últimos 11 años, el Banco Mundial ha participado en más una decena de programas para fomentar el uso de estufas limpias en diversos países de la región, como Perú, El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua.
Marjorie Delgado es productora online del Banco Mundial
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