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De lechuga a ecomaterial

Feltwood, que está en fase preindustrial y facturó 35.000 euros en 2019, desarrolla materiales ecológicos

Arancha Yáñez (segunda a la derecha), con su equipo.
Arancha Yáñez (segunda a la derecha), con su equipo.

Si no existe, habrá que inventarlo. Esta es la idea detrás de Feltwood, una empresa fundada en 2016 por la diseñadora de producto Arancha Yáñez, de 46 años, que ante la ausencia de un material ecológico de uso industrial que la satisficiese, se lanzó a crearlo. Desde entonces su empresa desarrolla variantes con la parte de la producción agrícola que no se destina a alimentación para usos muy diversos. En 2019 facturaron algo más de 35.000 euros y esperan dar el salto definitivo a la producción en 2021.

Yáñez, fundadora y directora ejecutiva de Feltwood, veía en su día a día laboral que las materias que tenía a su alcance eran limitadas. La madera, cuenta, era agradable y natural pero no fácilmente moldeable en figuras complejas. Por otro lado, otras como el plástico, a las que sí se les podía dar forma, llevaban aparejado un precio medioambiental alto. “Entonces intenté especializarme en materiales ecológicos y buscar alternativas. Y como no las encontré, acabé desarrollando un material y fundando una empresa para producirlo”, cuenta.

La compañía se constituyó hace cuatro años y desde entonces se ha centrado en el desarrollo preindustrial del producto. “Algo que es muy innovador siempre produce un poco más de reticencia”, dice la fundadora sobre los obstáculos que se encontró al ponerla en marcha. “También que sea algo de producción industrial lo complica. Digamos que los tiempos y el presupuesto de industria y desarrollo son mucho mayores”.

A la hora de crear su propio material, en Feltwood querían evitar los errores en los que habían caído otros productos ecológicos. Tenían claro que no podían depender de un cultivo propio, “porque eso conlleva una huella de carbono, uso de agua y tierra y afecta a la deforestación”. También que debía ser viable económicamente, tanto al producirlos como al venderlos. “El otro tema era que fuesen competitivos. Hay materiales que son ecológicos, pero mucho más caros que los equivalentes no ecológicos y eso dificulta mucho entrar en el mercado”, asevera esta madrileña afincada en Zaragoza desde hace años.

Los residuos que usan en Feltwood provienen únicamente del campo y son desde tallos de lechugas o brócoli a, por ejemplo, partes de una planta de la que solo se comen los frutos. “Además, son 100% fibras vegetales. No añadimos ninguna clase de adhesivo ni aglomerante ni de pegamento ni plástico… Nada”, dice Yáñez.

Feltwood espera salir al mercado en 2021, tras haber tenido que aminorar la marcha a causa de la covid-19. “Como todos”, comenta Yáñez, “aunque tenemos suerte dentro de lo que cabe. Hay otras start-up que no han podido sobrevivir”. En su catálogo hay materiales con diferentes características y usos, como uno para la fabricación de mobiliario, otro para bandejas de fruta y verdura, embalajes de protección o aislamiento.


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