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El mayor inversor tecnológico del mundo muda de piel

SoftBank se embarca en una profunda renovación que podía desembocar en su propia exclusión de Bolsa

Masayoshi Son, fundador y presidente de SoftBank
Masayoshi Son, fundador y presidente de SoftBankKAZUHIRO NOGI (AFP)

El conglomerado japonés SoftBank —el mayor inversor del mundo en el sector digital, con participaciones en compañías como Uber, Alibaba o Slack, y con un valor cercano a 120.000 millones de euros— está inmerso en un proceso de transformación. En las últimas semanas ha realizado movimientos llamativos, aunque en apariencia inconexos. Éstos van desde la compra de millones de derivados en compañías tecnológicas que cotizan en el Nasdaq, hasta la venta de algunos de sus activos más valiosos como el fabricante de semiconductores Arm Holdings. Todo ello aderezado con rumores cada vez más intensos sobre una posible exclusión de sus propios títulos de Bolsa.

A la hora de definir a esta enorme compañía fundada y dirigida por Masayoshi Son, hay quien recurre a la imagen de un cetáceo. En la jerga, se conoce como una “ballena” a aquel agente que irrumpe en un mercado adquiriendo la mayor parte de las posiciones disponibles, un aumento de la demanda que a su vez eleva de manera artificial el precio de los activos. Medios especializados apuntaban estas semanas que SoftBank podría haberse abalanzado contra el Nasdaq, acaparando miles de millones de derivados financieros que han elevado la cotización de las compañías. Solo en agosto, por ejemplo, las acciones de Tesla se dispararon un 74%, las de Apple un 21%, las de Alphabet un 10% y las de Amazon un 9%.

Según fuentes citadas por el Financial Times, la firma nipona habría acumulado grandes cantidades de títulos de valores tecnológicos, una apuesta “arriesgada, hasta el punto de que algunas personas dentro de la empresa habrían expresado su preocupación”. “Estos son algunas de las mayores transacciones que he visto en 20 años de carrera”, sentenciaba uno de los gestores consultados por el diario británico. Goldman Sachs, por ejemplo, atribuye a SoftBank buena parte del volumen de negociación registrado en algunos de estos valores en los últimos meses.

Esta maniobra se ha realizado en paralelo a un programa de venta de activos, un repliegue con el que SoftBank pretendía recaudar al menos 41.000 millones de dólares (34.000 millones de euros) con los que saldar deudas, recomprar bonos y acumular capital. El movimiento se inició en marzo, después de que sus acciones se desplomaran a su punto más bajo en cuatro años. Desde entonces, se ha deshecho de algunas de sus posesiones más preciadas. La más reciente ha sido Arm Holding, vendido a Nvidia a cambio de 33.000 millones de euros.

No es para menos: todos los procesadores para teléfonos inteligentes se basan en la propiedad intelectual desarrollada por la empresa británica. El acuerdo llega, además, en un momento crítico para la industria, uno de los frentes abiertos en la confrontación tecnológica entre China y EEUU.

Esta serie de operaciones ha permitido reflotar la cotización bursátil de la entidad japonesa. Su valor ha despegado un 140%, aunque algunas voces lo han atribuido a un repunte en las acciones de Alibaba -SoftBank posee un 25% del gigante chino- más que al naciente cambio de estrategia en el seno de la compañía. Una de las incógnitas abiertas ahora es el destino de esa liquidez extra. Parte de la respuesta está en los documentos presentados por SoftBank al regulador de EE UU (SEC), los cuales reflejan la reciente compra de participaciones por valor de 8.400 millones en las grandes tecnológicas globales: Amazon, Alphabet, Microsoft y Tesla. Esta operación supone una ruptura con la tradición de la entidad, cuya estrategia hasta la fecha consistía en realizar decididas apuestas por empresas emergentes líderes en sus respectivos sectores. Sin embargo, algunas de sus elecciones, como WeWork y Uber, han supuesto sonados fracasos.

Todos estos avances se enmarcan en un proceso de transformación. Una de las posibilidades más comentadas tiene que ver los rumores de que SoftBank podría privatizarse y abandonar el parqué. “El principal motivo por el que alguien excluye una empresa de Bolsa es porque considera que su cotización está por debajo de su valor real y, por tanto, puede adquirirla barata”, explica Jeffrey Towson, profesor de la Universidad de Pekín.

Un hipotético abandono del Nikkei 225 sería un movimiento muy sustancial, teniendo que en cuenta que se trata del segundo nombre en capitalización bursátil, solo por detrás de Toyota. “Dada la escalada de sus operaciones de recompra creemos que una privatización por medio de una adquisición por la dirección es una posibilidad”, comentaba al respecto Satoru Kikuchi, analista de SMC Nikko Securities, en un informe reciente.

Todas las miradas apuntan, por supuesto, a Masayoshi Son, su fundador y máximo responsable, quien ha flirteado en varias ocasiones con llevar a cambio este movimiento; la última de ellas en marzo, con el apoyo de Elliott Management y Mubadal, el fondo soberano de inversiones de Abu Dhabi. “Son es famoso por hacer una cosa: grandes apuestas en saltos tecnológicos. En los ochenta fue el software, en los noventa internet y telecomunicaciones... Ha cogido cuatro de estas olas, lo que le ha llevado a acumular muchísimos activos diferentes”, apunta Towson. “Es un maestro de las negociaciones y una mente brillante en materia de ingeniería financiera. Desde luego tiene un plan de acción, pero es imposible saber cuál. Hay demasiadas incógnitas”.

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