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Niebla en el Canal: ¿Gran Bretaña, aislada?

La posibilidad de que el Reino Unido se vaya de la UE sin un acuerdo de libre comercio amenaza la economía británica

Un ciudadano se manifestaba a favor de la UE cerca del Parlamento de Londres esta semana.
Un ciudadano se manifestaba a favor de la UE cerca del Parlamento de Londres esta semana.Frank Augstein/AP (AP)

Una densa niebla se está formando en el Canal de la Mancha en forma de presagios de ruptura de las negociaciones para sellar un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Reino Unido que haga más llevadero el Brexit. Aunque los británicos ya están fuera de la UE, los verdaderos efectos de su marcha se notarán a partir del próximo 1 de enero, cuando acabe el periodo transitorio pactado en el Acuerdo de Retirada a principios de este año. Sin acuerdo comercial con la UE, la economía británica deberá comerciar con la europea bajo la reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), con consecuencias económicas difíciles de predecir, y efectos políticos quizás aún peores porque puede enemistar a quienes fueron socios durante casi 50 años y pasaron a ser rivales desde que llegó el Brexit. Sin ese acuerdo, la prensa británica yo no podrá escribir Fog in Channel; Continent Cut Off, porque quien puede acabar aislado por la niebla no es el continente, sino Gran Bretaña.

Las negociaciones comerciales entre Londres y Bruselas hace tiempo que no van bien, pero han empeorado desde que, hace unos días, el primer ministro británico, Boris Johnson, decidiera romper de forma unilateral algunas de las cláusulas referidas a Irlanda del Norte incluidas en el Acuerdo de Retirada. Para Irlanda del Norte, las consecuencias de esa decisión no son solo políticas (por ejemplo, poner en peligro los acuerdos de paz de 1998) sino económicas porque el comercio entre el Ulster y el resto del Reino Unido seguirá teniendo trabas (aunque moduladas por Londres) y existe el riesgo real de que se acabe instaurando una frontera física entre la República de Irlanda y el norte de la isla, dificultando así los intercambios económicos y humanos.

El doctor Graham Gudgin, asesor económico jefe del think tank Policy Exchange y gran defensor del Brexit, sostiene que, en el asunto norirlandés, “las dos partes tienen que alcanzar un compromiso”. A su juicio, ese compromiso debería basarse en el respeto a la integridad del Mercado Interior europeo pero también respeto a la soberanía británica en su territorio.

Juego duro

Frente a las acusaciones europeas de que Johnson está siendo cínico al romper el Acuerdo de Retirada, enfatiza que “en Estados Unidos dirían que las dos partes están jugando hardball”. O sea, jugando duro. E insinúa que la parte europea incluso está jugando sucio: “Creo que Bruselas lo está poniendo muy difícil, con exigencias que no existen en ningún otro acuerdo de libre comercio en todo el mundo. Pero Boris Johnson ha dejado absolutamente claro en diversas ocasiones que prefiere que haya un acuerdo y yo, como partidario del Brexit, no tengo la más mínima duda sobre eso. Cualquier persona sensata prefiere que haya un acuerdo”.

Pero la posibilidad de que ese acuerdo no llegue nunca ya ha afectado a la libra esterlina, que cayó por debajo de 1,27 frente al dólar al conocerse las intenciones de Johnson de saltarse el tratado firmado en enero con la UE. “Si las conversaciones fracasan y no hay un acuerdo comercial, la libra caerá a 1,20 frente al dólar”, pronostica Nigel Green, consejero delegado y fundador de la consultora deVere Group. “Estaba apenas debajo de 1,50 dólares cuando Gran Bretaña votó a favor de abandonar la UE en junio de 2016”, recuerda.

A su juicio, la iniciativa de Johnson “podría desencadenar un éxodo significativo de riqueza del Reino Unido por dos razones clave”. “En primer lugar, la ruptura de un tratado internacional comprometerá la credibilidad y la confianza en la inversión en el Reino Unido. La inversión va donde hay certeza, estabilidad y fiabilidad. Los inversores buscarán otro lugar donde seguir invirtiendo”, explica el ejecutivo de deVere Group. “En segundo lugar”, añade, “la incertidumbre hará que el Reino Unido y los inversores internacionales que ya han invertido en activos financieros del Reino Unido se pongan cada vez más nerviosos. Y es probable que un número creciente de ellos quiera trasladar sus activos al exterior”.

Curiosamente, el Gobierno de Boris Johnson nunca ha publicado estimaciones oficiales sobre el impacto económico del Brexit. Las últimas son de 2018, en tiempos de Theresa May, cuando se calculaba que el país vería membrados sus ingresos en un 4,9% si abandonaba la UE con un acuerdo comercial de mínimos y del 7,7% si lo hacía sin ningún tipo de acuerdo.

El sector del automóvil es uno de los más preocupados, no solo por los efectos sobre las ventas en la eventual imposición de tarifas bajo el régimen de la OMC, si no por su impacto sobre las cadenas de montaje si se dificulta el flujo de componentes entre Reino Unido y el continente.

Los fabricantes europeos estiman que el sector sufrirá unas pérdidas de 110.000 millones de euros en los próximos cinco años si no hay acuerdo, de los que casi 53.000 millones corresponden a la industria británica y el resto a la continental. “Estas cifras ofrecen un retrato devastador de lo que ocurrirá con un Brexit sin acuerdo”, opina Mike Hawes, director ejecutivo de SMMT, la Sociedad de Productores y Vendedores de Automóviles británica. “Nuestras industrias están profundamente integradas, por lo que instamos a todas las partes a que reconozcan las necesidades de un sector que es vital para el empleo y para la prosperidad económica, y que hagan todo lo posible para asegurar un ambicioso acuerdo de libre comercio ahora, antes de que sea demasiado tarde”.

El doctor Graham Gudgin ve las cosas con mucho menos dramatismo. Aunque admite que la imposición de tarifas puede ser un problema para el Reino Unido y que eso es así sobre todo en el sector del automóvil y el de la industria alimentaria (en particular para los productores de cordero), cree que ni siquiera en esos dos casos los problemas va a ser insuperable. “Lo que ocurrirá es que los coches alemanes y japoneses serán más caros en Gran Bretaña y se venderán menos. Los británicos comprarán menos coches importados y más coches fabricados aquí. No es algo que me preocupe mucho”, dice.

“Tampoco me preocupa mucho la cuestión del cordero. Es verdad que la mayoría del cordero británico va a la UE y que se venderá menos porque la tarifa será muy grande, pero eso no debería preocupar mucho a los productores porque es un sector altamente subvencionado y ya ahora el 80% de sus ingresos proceden del Gobierno y no sería muy difícil aumentar las ayudas”.

El verdadero problema, a su juicio, es que si no hay acuerdo quede un “resentimiento” entre las dos partes “y la UE empiece a inventar problemas donde no los hay, como poner dificultades en la frontera o dificultar el acceso de los bancos londinenses en áreas como la industria de derivados”.

El asesor económico jefe del think tank Policy Exchange cree que el único problema real puede ocurrir en el tráfico de camiones entre Dover y Calais, “pero el puerto de Calais ya ha dicho que lo último que quiere es que haya trastornos porque no quieren perder el negocio” y los transportistas elijan puertos alternativos, como Rotterdam o Zeebrugge, subraya.

La lista de problemas que crearía un Brexit sin acuerdo de libre comercio es extensa. Va mucho más allá de los coches, el cordero, o el canal de la Mancha, e incluye desde una hipotética carencia de medicinas (la covid ha hecho mella en las reservas) y alimentos frescos a seguridad (acceso a las bases de datos policiales), manufacturas en general (tarifas, cuotas y reglas de origen) e incluso la City (las negociaciones sobre el sector financiero son paralelas pero un acuerdo comercial lo haría todo más fácil). Por no hablar del problema que de verdad encalla las negociaciones: el recelo de Bruselas a que Londres pueda seguir de hecho en el Mercado Interior europeo y tener al mismo tiempo su propio sistema de ayudas públicas, distorsionando así la competencia con las empresas europeas.

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