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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El reto pendiente desde Draghi

El BCE debe superar el miedo al 2% de inflación y culminar el trabajo que inició el expresidente italiano de la entidad

Mario Draghi en la sede del BCE, en 2019.
Mario Draghi en la sede del BCE, en 2019.reuters
Xavier Vidal-Folch

El Banco Central Europeo debería acelerar desde hoy la “revisión estratégica” de su objetivo (de inflación), que pautó Mario Draghi, pero no pudo culminar. Y que va lenta. La Reserva Federal se le ha adelantado en la carrera.

Hasta ahora han imperado tres modos (y medio) del objetivo. El primero, ajustar la política monetaria a la cifra seca del 2% del alza de precios: la vía de la asepsia de la Fed. El segundo, procurar la estabilidad de precios “por debajo del 2%” y “computado a medio plazo”, la vía del BCE desde 1998: restrictiva, pues un cómputo medio supone que el máximo en un año nunca supere el tope. El tercero, el del BCE desde 2003, “por debajo, pero cercano al 2% en el medio plazo”, una vía menos restrictiva, pues descarta cualquier cifra inferior al tope alejada del mismo.

El modo tercero y medio era la interpretación flexible de ese objetivo durante el mandato de Draghi. Sería “simétrico”: “no solo que no aceptaríamos una baja inflación persistente, sino que no había un tope del 2% a la inflación”, como estableció su discurso-legado en Sintra (18/6/2019). Así, “podíamos desviarnos de nuestro objetivo en ambos sentidos”, por abajo o por encima, si a “medio plazo” se convergía sobre él.

Esa lectura legitimaba una política monetaria expansiva, aunque el mandato literal no lo solemnizase: se aplazó su reescritura, dados los recelos de los halcones. En la práctica, implicaba “actuar con la misma determinación” tanto si la inflación se situaba persistentemente “por encima, como si se sitúa por debajo del 2%”, lo que abría paso a que “el cumplimiento de este en el medio plazo podrá requerir que se sitúe por encima en algún momento en el futuro”, desgranó el gobernador Pablo Hernández de Cos (31/8/2019).

Eso finiquitaba el sesgo hacia una ortodoxia excesiva (restrictiva) solo enfocada al primer objetivo (control de la inflación) desgajado de los demás (apoyo a la política económica, lucha contra el paro…).

Powell se adelanta a aplicar el paradigma draghiano (el 27/8 en Jackson Hole: “una política monetaria apropiada deberá aspirar a una inflación moderadamente por encima del 2% durante algún tiempo”. Un paso enorme. Aunque no tanto como el acariciado por los más ambiciosos: “un objetivo de inflación [claramente] más alto” que el 2%, propugnó Olivier Blanchard (Sintra, 17/6/2019). Es la respuesta a la recesión pandémica, que cercena cualquier endurecimiento monetario que pudiese yugular la recuperación económica al nivel prepandemia.

Algo que el BCE aún no ha adoptado, enfrascado en su prometedor paquete reactivador, el recelo de la reacción y obstáculos como el del Constitucional alemán. Y es que Christine Lagarde es mucha, pero no es Draghi.

Este movimiento consagra los tipos de interés bajísimos (al menos hasta 2025), impulsa la Bolsa (los inversores buscarán más riesgo y rendimientos) y el aumento de la rentabilidad de la deuda a largo (al ser menor la real por el alza de la inflación). Efectos más bien auspiciosos para la reactivación.

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