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Crisis del coronavirus
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un proyecto común para el futuro

Es un momento histórico, no podemos equivocarnos. La crisis ha precipitado cambios que se venían anunciando

tomas ondarra
tomás ondarra

Imaginemos un país moderno, envidiable, con unos servicios públicos avanzados y eficientes, un sistema educativo excelente, empresas punteras que generan empleo estable y de calidad, una economía autosuficiente y sostenible, un Estado del bienestar que incluya a todos los españoles y todos los territorios... Pero además de imaginarlo, pensemos en conseguirlo. Porque ahora tenemos la oportunidad. Tal vez por la volatilidad de estos tiempos, tendemos a abusar del calificativo “histórico”. Pero el momento que hoy vivimos, en España y en el mundo, probablemente lo es. Afrontamos el salto a una nueva década, la tercera del siglo XXI, y lo hacemos inmersos en una crisis inusitada, que ha venido a cuestionar muchas de nuestras certezas, como sociedad y como civilización.

La buena noticia es que estamos asistiendo a una reacción sin precedentes. Las instituciones y la sociedad civil parecen haber tomado conciencia, como nunca hasta ahora, de lo que nos jugamos. Y de que la innovación, la industria y la tecnología son apuestas ganadoras. Más aún si unimos fuerzas y seguimos colaborando. Durante los momentos más críticos de la crisis sanitaria, la ciencia y la innovación han pasado a primer plano de la actualidad. La tecnología ha estado más presente que nunca en nuestras vidas. Empresas de todos los tamaños y sectores se han volcado en el desarrollo conjunto de equipamiento y material. La colaboración público-privada ha demostrado que funciona y se ha traducido en encomiables proyectos, que han puesto en valor el trabajo en equipo, el talento y la creatividad. Y ya sabemos que la Unión Europea va a hacer un esfuerzo económico extraordinario y excepcional. Parece que, desde muchos ámbitos y esferas, nos hemos dado cuenta de la importancia de crear un proyecto común. Que llamamos recuperación, sí, pero que debe ir más allá, y ser futuro. Ahora estamos tomando las decisiones que van a determinar la España en la que van a vivir las próximas generaciones.

Por eso decimos que este momento es histórico. Y por esa misma razón, no nos podemos equivocar. En realidad, la crisis no ha hecho más que precipitar muchos de los cambios que se nos venían anunciando. En la sociedad, en las empresas, en los trabajos, en nuestra vida en común. Pero ahora tenemos que abordarlos desde una acuciante coyuntura de reconstrucción económica. Los desafíos que ya enfrentaba España antes de la covid-19 tienen que ver con nuestro sistema productivo, con nuestra competitividad, nuestra educación y nuestros empleos, en definitiva, con nuestro modelo de país. Y es el momento de actuar. Las ayudas europeas que va a recibir nuestro país, entre directas e indirectas, suponen un 11% del PIB. Y es importante. Pero más decisivo aún será aprovechar la inercia de que nuestra sociedad y nuestras instituciones lo hayan entendido. Se dice que Europa nos va a pedir reformas. Pero somos nosotros, principalmente, los que debemos saber qué necesitamos cambiar, mejorar e impulsar. Porque tenemos ahora la ocasión, seguramente única, de mover España hacia una década ilusionante.

Efectivamente, se van a decidir inversiones y se van a acometer reformas. Las multinacionales que llevamos décadas de compromiso con España, desde nuestra experiencia global, pero con el conocimiento sobre el terreno que acumulamos las filiales, nos hemos tomado la misión como nuestra. Nos hemos puesto a disposición de las instituciones, de la sociedad civil y de todos los actores con los que debemos construir el proyecto de país para los próximos años. Convencidos de que ese proyecto nos une a todos, porque la innovación, la ciencia y la tecnología no entienden de colores ni ideologías. De que necesitamos planes de choque y luces cortas, pero combinadas con luces largas, que nos mantengan atentos a lo urgente y a lo importante. Y de que la innovación no es un fin, un indicador estadístico que nos deje en buen lugar, sino el medio para progresar como país.

Movernos hacia esa España ilusionante significa, desde luego, fortalecer nuestro sistema de innovación y ciencia y favorecer su transferencia a la sociedad. Es la vía para conseguir mejores servicios públicos, entre ellos un sistema sanitario eficaz, bien preparado y que alcance a toda la población. Pero también un Estado del bienestar sostenible, que garantice, por ejemplo, nuestras pensiones. Un modelo productivo transformado y digital. Una economía mejor preparada ante cualquier incidencia o fenómeno natural que la ponga a prueba. Y, en fin, un mayor retorno a la sociedad, en términos de riqueza y empleo de calidad. Hablamos de Europa, y es Bruselas la que estima que dos tercios del crecimiento de la productividad europea en las últimas décadas han venido impulsados por las inversiones en I+D.

En efecto, esperamos que los próximos Presupuestos Generales contemplen un incremento significativo de la inversión en I+D. Pero cada euro público invertido debería traducirse en dos euros de inversión privada, para que ésta represente dos tercios del total, como en los países más avanzados de nuestro entorno. Para ello, necesitamos generar condiciones de estabilidad y marcos regulatorios favorables para las empresas intensivas en innovación, así como potenciar nuestros centros tecnológicos y dotarles de recursos. Y, muy importante, favorecer ecosistemas de colaboración público-privada que generen riqueza, patrimonio industrial, transferencia de conocimiento y proyectos de envergadura que nos sitúen en el mapa mundial de la innovación. Sabemos que es posible, porque ya contamos con modelos que funcionan así en nuestro país.

Nuestro plan también deberá contemplar la transformación tecnológica de nuestras empresas y de los trabajos; aprovechar la función vertebradora de la tecnología para eliminar brechas sociales, educativas y demográficas; y cimentar una verdadera sociedad del conocimiento, preparada para los cambios. Estos son irreversibles, el mundo ya no va a ser igual. De nosotros va a depender que nuestras empresas crezcan y compitan con solvencia en los mercados internacionales, que los trabajos sean más productivos y satisfactorios, y que seamos capaces de desarrollar y aprovechar todo el talento que no sólo España, sino el mundo, va a necesitar.

Podríamos, sí, imaginarnos una España en la que a todos nos gustaría vivir y dejar a los nuestros. Pero fue Pablo Picasso quien dijo que “todo lo que puede ser imaginado, es real”. Es el momento de creérnoslo y hacer realidad entre todos ese país moderno, vertebrado y sostenible. También dijo que “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. No perdamos un minuto más. Es el momento de proyectar esa España inspiradora. No sólo imaginarla. Hacerla.

Helena Herrero es presidenta de HP y de la Fundación I+E Innovación España

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