El casino del mundo está en horas bajas
Macao, cuya economía es totalmente dependiente del juego, sufre en sus arcas el bajón de visitantes
Cuando en 1513 el explorador Jorge Álvares saltó de su nave a tierra firme se convirtió en el primer europeo en alcanzar China por mar. Nada más hacerlo levantó un padrão, un monolito con el que los portugueses reafirmaban su soberanía sobre los lugares que descubrían, en este caso una isla cerca de la actual Hong Kong. Pero la piedra no duró demasiado. Las fuerzas imperiales de la dinastía Ming expulsaron a los invasores hasta que, tras décadas de enfrentamientos, ambos bandos acabaron por llegar a un acuerdo en 1557. A cambio de 20 kilos de plata al año Portugal adquirió un puerto desde el que comerciar con Oriente. Acababa de nacer la ciudad de Macao, el paraíso del juego que ahora está en horas bajas por la ausencia de visitantes tras la pandemia.
La decisión que marcaría el porvenir de la población se tomó tres siglos más tarde de ese reparto. La emergencia de Hong Kong, bajo mandato británico desde 1841, desplazaba a la colonia portuguesa como punto clave para el comercio entre Asia y Europa. A la hora de buscar una alternativa, la Administración optó por recurrir a una práctica prohibida al otro lado de la bahía. En 1849 estableció un sistema de licencias para las casas chinas de fantan, un popular juego de apuestas.
El territorio, no obstante, nunca hubiera alcanzado la condición de casino del mundo de no ser por una persona en particular: Stanley Ho. El joven que escapó de la invasión japonesa de Hong Kong con diez dólares locales (1,17 euros al cambio) en el bolsillo sería el artífice de su prosperidad. El monopolio del juego, el cual desde 1937 pertenecía a la compañía Tai Heng, fue a parar en 1962 a manos de Ho, transformado para entonces en un magnate gracias al contrabando. El Gobierno entregó la concesión a su firma, Sociedade de Turismo e Diversões de Macau (STDM), a cambio de que reinvirtiera en la ciudad y sus infraestructuras una fracción de los beneficios, acuerdo que funcionó para ambas partes. Ho, fallecido en mayo, llegó a emplear a un cuarto de la población y los impuestos a su actividad representaban el 70% de los ingresos de la hacienda local.
450 años de dominio colonial llegaron a su fin en 1999 cuando Portugal devolvió la ciudad a China. A pesar de que el juego es ilegal en el continente, el Partido no solo respetó el sector sino que redobló su apuesta. En 2002 el monopolio de Ho expiró y las autoridades dieron la bienvenida a capital internacional. Uno de los recién llegados fue Sheldon Adelson, máximo responsable del grupo Sands. El ritmo de crecimiento era tan vertiginoso que apenas tardó ocho meses en amortizar los 260 millones de dólares (231 millones de euros) de su inversión inicial. Entre 2002 y 2006, el número de casinos pasó de 11 a 21, las mesas de 339 a 2.762 y la facturación se duplicó. La ascensión era imparable. Los beneficios de Macao superaron por primera vez a los de Las Vegas en 2007. En 2016 los sextuplicaban. “A partir de ahora habrá que llamar a Las Vegas el Macao de Estados Unidos”, declaró Adelson entonces.
Nueva etapa
La opulenta normalidad de Macao ha entrado en una nueva etapa con la aparición del virus. El Gobierno actuó con diligencia desde el primer momento, lo que ha dejado el número total de infectados en apenas 45 y ninguna víctima mortal. Sus medidas de prevención incluyeron, allá por febrero, el cierre de los 41 casinos durante dos semanas. Con las puertas reabiertas desde hace meses, el problema ahora es la falta de visitantes. “Todos están desiertos”, apunta Carlos Lobo, abogado y consultor especializado en el mundo del juego. “El control en las fronteras solo permite la entrada de residentes y ciudadanos chinos pero todos deben cumplir dos semanas de cuarentena, por lo que no hay turistas”. “Los casinos solo están recibiendo el 10% de la cifra habitual de clientes”, calcula.
Este bajo porcentaje supone un doloroso golpe para estos centros de ocio, un ecosistema de consumo repleto de hoteles, tiendas, restaurantes, joyerías y, por supuesto, mesas de juego. Los beneficios de los casinos se desplomaron un 95% en mayo, según la agencia Sanford C. Bernstein. El Sands, por ejemplo, pierde cada día cuatro millones de dólares (3,56 millones de euros), aunque sus reservas de liquidez por valor de 1.400 millones le permitirían seguir en marcha durante casi un año sin ningún tipo de ingreso.
“Los hoteles-casinos operan a una tasa de ocupación muy alta”, explica Lobo, quien reside en Macao desde hace 25 años. “Trabajé durante un lustro en el Venetian y su índice nunca estuvo por debajo del 90%”. En este contexto, nada que no sea más visitantes devolverá la vida a unos espacios que en meses venideros deberán implementar medidas de distanciamiento social, como una reducción del número de jugadores por mesa y un aumento de la separación entre las mismas. “Una solución a corto plazo”, apunta Lobo, “pasa por eliminar el límite de mesas que establecen los organismos reguladores, de modo que los casinos puedan cumplir con los requisitos legales sin que esto añada más presión a sus cuentas”.
Una derivada es la sacudida que semejante caída del juego provocará en el modelo económico del territorio, pues ambos están entrelazados como una sola cosa. “A causa de la pandemia los ingresos de los casinos han disminuido en más de un 90%. Dado que los impuestos a su actividad representan le 80% de los ingresos públicos, esto puede afectar seriamente a la ciudad”, expone Carlos Siu, profesor del Centro de Juegos y Estudios de Macao. Las consecuencias serán acuciantes también para el empleo: el sector da trabajo a tres cuatros de los 600.000 habitantes del territorio.
La Administración ya ha encarado la tarea de reactivar la economía. “Macao está intentando incentivar su consumo interno mediante medidas como la entrega de un cupón electrónico de descuento por valor de 3.000 patacas (335 euros) a cada ciudadano, así como una subvención mensual de 5.000 patacas durante los próximos tres meses”, añade Siu. “Todo esto podría tener un impacto positivo a corto plazo”. La última esperanza, sin embargo, es que las restricciones a la movilidad se diluyan cuanto antes y los turistas puedan volver a visitar la ciudad.
Estas previsiones inciden en la vulnerabilidad de un sistema social vinculado al juego, un sector ajeno al progreso tecnológico o al incremento de la productividad y altamente dependiente de la prosperidad de países circundantes, en especial China. Macao, además, enfrenta una competencia creciente en la región. Según datos de Fitch Rating, sus casinos crecieron un 13% en 2018, un ritmo anual respetable pero que empequeñece al lado de las cifras de Singapur, Corea del Sur o Filipinas; todas por encima del 40%.
En su última visita al territorio en diciembre del año pasado, el líder chino Xi Jinping instó a fomentar la diversificación comercial. “Macao está orientado al entretenimiento, pero es muy complicado que negocios pequeños se abran camino en un entorno controlado por los casinos, para los que las economías de escala siempre juegan a favor”, comenta Lobo. Siu, por su parte, apunta a otras dos posibilidades. “Por un lado, la Administración planea hacer de la ciudad un enclave financiero, algunas firmas que cotizan en Hong Kong ya han expresado su interés. Por otro lado, dada la limitada superficie en Macao, el Gobierno ha estado contemplando la posibilidad de levantar una segunda ciudad en la isla de Henqing”. Cinco siglos después de que Álvares plantara su padrão, la exploración todavía no ha terminado.
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