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Los empresarios frente a la crisis

Antonio Brufau: “Nuestra economía está en la UCI y hay que salvarla”

El presidente de Repsol subraya la importancia de la industria para superar la crisis y alerta del riesgo de ruptura del mercado único

El presidente de Repsol, Antonio Brufau, en la sede de la compañía en Madrid. En vídeo, la entrevista.Vídeo: Julián Rojas | LUIS MANUEL RIVAS
Miguel Jiménez

El presidente de Repsol, Antonio Brufau, de 72 años, analiza el impacto geopolítico, social, económico y energético de la pandemia. Subraya la crisis del multilateralismo, reclama apoyo decidido a las empresas y ve imparable la transición energética.

Pregunta. ¿Qué cambios supondrá la pandemia para las empresas y para la sociedad?

Respuesta. Aún es pronto para prever. Es muy posible que se aceleren los procesos y tendencias que ya estaban ahí: un mayor peso de la tecnología, la digitalización y la robotización, que además no son susceptibles de ser atacados por el virus, y de nuevas modalidades de trabajo que faciliten la conciliación. La robotización aumentará la productividad, pero también agravará las dificultades de los segmentos de población menos cualificados, a los que habrá que dar respuesta. Por otro lado, tras la covid, podemos asistir a la paradoja de una sociedad civil más tecnológica y digital y, al mismo tiempo con fuertes tendencias localistas y ultranacionalistas. También es posible que resulte una sociedad más fuerte, organizada e influyente políticamente, pero más vulnerable y con menos libertad en la vida cotidiana.

P. ¿Qué tendencias geopolíticas cambian o se aceleran?

R. La pandemia ha puesto de manifiesto la crisis larvada en el multilateralismo. Ha faltado una gobernanza global. Las organizaciones multilaterales surgidas de la Segunda Guerra Mundial, como la ONU o la OMS, han jugado un papel confuso y muy poco relevante. Desde el punto de vista europeo, también han faltado acciones coordinadas. Las respuestas sanitarias a la pandemia han sido demasiado locales. He echado de menos un poco más de cohesión y generosidad, lo cual ha dispersado los esfuerzos y ha generado frustración. Espero que ahora, desde una perspectiva financiera, las decisiones a nivel europeo respondan a las necesidades de los países más afectados como el nuestro.

P. ¿Sale China como ganadora pese a ser el origen del virus?

R. Nadie sale de esto ganando. China se ha mostrado como el gran fabricante del mundo. Durante los últimos años se ha presionado en exceso a muchas empresas europeas y americanas y, por costes laborales, menor presión sindical o políticas medioambientales más laxas, el tejido industrial se ha desplazado hacia China, que se ha beneficiado al considerarla un país emergente que necesitaba ayuda para crecer. Hoy ya es una gran potencia industrial, y eso lleva a cuestionarnos si es el resultado de un sistema político, social y laboral que le otorga evidentes ventajas para competir en un mundo global, frente a nuestras economías liberales. A mí no me sorprende que Estados Unidos y países europeos relevantes cuestionen este modelo de ceder a China el protagonismo industrial y político, cuando no se ve una contrapartida ni un avance de los valores democráticos.

P. ¿Se repatriará industria?

R. China tenía la imagen de ser un proveedor muy fiable, pero con el material sanitario se ha demostrado que no es tan cierto. Ser conscientes de que el pulmón industrial del mundo está en China nos lleva a repensar las políticas globales sobre seguridad de suministro y reservas estratégicas. Hay muchos países, entre ellos europeos, que piensan que hay que reubicar procesos clave en el propio territorio, es decir, ser más autosuficientes.

P. ¿Esa tendencia autárquica también se producirá en Europa?

R. Si la respuesta económica europea no es común, el riesgo de ruptura del mercado único es una realidad. En Europa los países con menor deuda y más ricos pueden facilitar mayores ayudas a sus empresas, generando una clara ventaja competitiva. Tiene que haber un debate sobre cómo esta pandemia ha afectado al mercado único y qué debemos hacer para recuperar los principios fundamentales de la Unión Europea.

P. ¿Qué se puede hacer para reactivar la economía?

R. Nuestra economía está en la UCI y hay que salvarla. Debemos adoptar medidas de choque y aplicarlas con rapidez para salvar el tejido económico y el empleo. No hay que centrarse en mejorar la calidad de vida. Cuando salgamos de la UCI ya pensaremos en ello. Si a partir de un gran problema pretendemos reformular el modelo económico, nos vamos a equivocar de raíz y a destruir tejido productivo de forma sustancial. La nueva industria tiene que llegar complementando y sumándose a la actual y no pretendiendo desplazarla bruscamente. Esto tendría un grave impacto sobre el empleo y el equilibrio territorial. De esta crisis hay que salir maximizando las fortalezas que ya tenemos, que son muchas. Es verdad que España y Europa tienen debilidades. Ya las atacaremos, ahora consolidemos las fortalezas. Queremos una España más productiva y más sostenible a medio plazo, para el presente y las futuras generaciones. Hay que apoyar a nuestro tejido empresarial, nuestro turismo, industria y construcción para dar respuesta a esta situación. Nuestro país va a necesitar un sector público eficiente y muy dedicado a subsanar las carencias que la pandemia ha puesto de manifiesto. Pero no veo cómo se puede financiar éste sin mantener sano nuestro actual tejido productivo y empresarial.

P. ¿Qué papel corresponde a la industria?

R. Los países que mejor han resistido esta pandemia son aquellos cuyo peso industrial es más importante. ¿Por qué? Porque la industria genera empleos de calidad y una sociedad más avanzada. Lamentablemente, en Europa y en España llevamos mucho tiempo perdiendo industria y eso nos ha hecho más vulnerables. Europa definió que la industria debía tener un peso del 20% en el PIB, estamos en el 16% y nadie habla de ello. La industria hace a un país más resiliente, especialmente en la parte baja de los ciclos económicos. Apoyar a la industria nos sacará antes de esta crisis.

P. ¿Por qué ha perdido peso la industria?

R. Algunas de las normas medioambientales de la Unión Europea no han tenido en cuenta las situaciones de desventaja en que han colocado a su industria. Muchas empresas se han visto obligadas a trasladar sus centros de producción a países con una legislación ambiental más laxa. Europa, que solo representa el 9% de las emisiones del planeta, pretende un liderazgo ambiental que, lamentablemente, no es asumido por las grandes potencias emisoras, por más que en las cumbres sobre el clima se alcancen acuerdos formales que no tienen carácter obligatorio para los países. Hay que entender que las emisiones son globales. Tiene el mismo efecto para nosotros y el planeta emitir en Almería que en Pekín. Si no hay una fuerte gobernanza global sobre las políticas de clima, se producirán efectos indeseados. Tal y como se ha evidenciado en esta pandemia, cuando en Europa estábamos confinados las emisiones mundiales crecían por la actividad de Asia.

P. ¿Debe apostar la industria española por la tecnología o por los costes laborales?

R. Un país avanzado tiene que centrarse en sectores con más tecnología y de mayor valor añadido y no en aquellos en los que el principal mecanismo de competitividad sean los costes laborales. Necesitamos de la tecnología, la digitalización y la robótica. Lo deseable es una sociedad más competitiva y sostenible, en la que el empleo con valor añadido tenga un protagonismo importante.

P. Para salir de la UCI, ¿es más momento de apoyar a las empresas o a los trabajadores?

R. Lo que hay que apoyar es el empleo. Y esto se consigue cuidando a las empresas, que generan riqueza, y a los trabajadores. Es el momento para darlo todo en apoyo a las empresas para que generen riqueza y puedan pagar buenos salarios a los empleados, y para que paguen los impuestos que tengan que pagar. Es mejor distribuir riqueza que repartir pobreza, si bien en estos momentos es prioritario ayudar a todas las personas que se han quedado atrás por esta crisis.

P. Los empresarios han estado pidiendo esta semana seguridad jurídica y consensos.

R. España tiene seguridad jurídica. La estabilidad regulatoria y la previsión son necesarias a largo plazo, pero también hay voces interesadas, empresarios con negocios muy regulados, que pretenden tener demasiada influencia en el BOE, no por seguridad jurídica, sino para influir en la regulación, para tener garantizada su retribución y que sus negocios no asuman riesgo, sino que sea el Estado el que haga el trabajo. En Repsol no es así, siempre funcionamos afrontando riesgo empresarial. Parece que ahora se pretende influir para que, por ejemplo, la distribución de las electrolineras vaya a cargo de las cuentas públicas y, por tanto, las pague el ciudadano. Yo creo que las debe pagar quien se va a beneficiar de ellas.

P. ¿Y los consensos?

R. En momentos de crisis son necesarios los grandes consensos políticos. No me parece que estemos dando una buena imagen como país, como democracia asentada, sin entrar en quién tiene razón y quién no. Deberíamos tener más una visión de largo plazo, de qué queremos conseguir entre todos, encontrar consenso sobre lo que queremos para la sociedad española a medio y largo plazo.

P. ¿Imaginó alguna vez ver cotizar el petróleo en negativo? Que se pagase por no tener petróleo.

R. Estuvo en negativo solo unas horas. Fue algo muy puntual del WTI, el crudo de referencia en EE UU, por el vencimiento de los contratos de futuros sobre este índice. Se produjo una situación excepcional de pánico que a las pocas horas se ajustó. Lo que sería preocupante es que el Brent, que es el índice de referencia universal, hubiese estado en esta situación. Esto sí que habría sido complicado, pero no para las petroleras, para todos, porque un precio bajo del crudo significa que el mundo no está creciendo.

P. ¿Qué pasará ahora con el precio?

R. La volatilidad es muy evidente. El mundo necesita un petróleo con un precio competitivo, que permita a las compañías invertir para continuar suministrando. Si el precio está a 20 o 30 dólares/barril, la inversión tenderá a desaparecer, desaparecerá la nueva producción y el mundo entero entrará en crisis. Querámoslo o no, el petróleo continuará siendo una parte importante de la matriz energética, y es importante que su producción y precios sean estables.

Antonio Brufau, presidente de Repsol, durante la entrevista.
Antonio Brufau, presidente de Repsol, durante la entrevista.Julián Rojas Ocaña

P. ¿Esta crisis acelerará la transición energética?

P. No lo creo. En todo caso, la transición energética es imparable. La reinvención en nuestro sector ya se está dando. Lo que sí cambiará quizás con la pandemia es la necesidad de repensar el camino a seguir, priorizando más al ciudadano y el coste que debe soportar, así como la competitividad de nuestra industria. Hay un discurso algo banal que dice que “o salimos verdes o no salimos”. No sé qué quieren decir con eso. Creo más en sumar, que en prohibir. Tenemos que respetar la neutralidad tecnológica. Si los combustibles ecológicos que hemos presentado esta semana tienen éxito, los motores de combustión interna van a ser cero emisiones. ¿Sirve de algo prohibir el motor de combustión interna si puede ser cero emisiones? ¿Lo vamos a conseguir? No lo sé. Pero lo que sí sé es que lo vamos a intentar y la tecnología es muy tozuda y sus avances son exponenciales. El reto medioambiental es tan colosal que necesitamos que todas las tecnologías aporten su grano de arena. Hay que dejarlas competir, ello abaratará el coste para los ciudadanos y acelerará la consecución de los objetivos medioambientales.

P. ¿Cómo puede afectar la pandemia a la movilidad?

R. A corto plazo puede haber cierta aversión a compartir, lo que puede afectar al transporte público, al coche compartido o al alquiler de vehículos. Esto iría en favor del mayor uso de vehículos privados. Pero creo que esta tendencia no va a durar mucho, que volveremos a la situación precovid.

P. Hay inversores institucionales que han puesto en la lista negra a las petroleras. ¿Cómo le hace sentir eso?

R. En nuestro sector somos una de las compañías con mayor proporción de fondos socialmente responsables en nuestro capital. Esto es así porque nos consideran punteros en la transición energética. Fuimos la primera petrolera en anunciar que seremos neutros en emisiones en 2050. Nuestra estrategia es pública, trazable y visible. Hay una voluntad de los fondos de inversión de forzar a las petroleras a seguir el camino de la transición energética, pero en eso nosotros vamos muy por delante. En todo caso, hay que reconocer que desde hace más de 120 años el petróleo es el artífice del estado del bienestar. Evidentemente, tiene que evolucionar, pero dejar de producir petróleo es castigar a la mitad del planeta sin los recursos de los que nos hemos beneficiado los países desarrollados. Hay que producir responsablemente petróleo y sus productos descarbonizados.

P. ¿Cómo ha actuado Repsol en esta crisis?

R. Durante la pandemia hemos continuado trabajando porque creíamos y creemos que nuestro trabajo es esencial. Nuestra prioridad ha sido mantener la actividad, aunque fuera a pérdidas, para suministrar bienes y servicios de primera necesidad y mantener el empleo. No ha habido ninguna actividad industrial ni comercial que haya cerrado. Todas nuestras estaciones de servicio han estado abiertas para todos, ambulancias, transportistas, bomberos, servicios de asistencia, policía… Nuestras ventas bajaron el primer día más de un 70%. Hoy estamos viendo cómo se está recuperando la actividad a un buen ritmo, aunque todavía estamos un 30% por debajo de lo habitual. Por otra parte, nuestra gente ha tenido un comportamiento ejemplar, valiente y sensible con la situación. Por ejemplo, transformamos nuestro centro de tecnología para producir hidrogeles para hospitales, donamos equipos de protección a sanitarios y hemos intentado colaborar en todo aquello que hemos podido. Me siento muy orgulloso porque, en unos momentos que han sido muy dolorosos y de riesgo para todos, nuestra gente ha ido a trabajar, con todas las medidas de seguridad a su disposición y de todos aquellos que requerían nuestros servicios.

P. ¿Obliga esta pandemia a cambiar su estrategia?

R. No. Tenemos una estrategia claramente definida de compromiso con la transición energética y que lidera con brillantez nuestro consejero delegado, Josu Jon Imaz. Se basa en tres pilares. El primero, pone su foco en el cliente y en cómo satisfacer sus necesidades. Es decir, suministrarle todo tipo de energías, renovable, ecocombustibles, etcétera. El segundo pilar consiste en mantener el liderazgo tecnológico y de eficiencia en nuestros centros industriales. Esta misma semana Josu Jon ha presentado dos proyectos muy innovadores para producir combustibles limpios, cero emisiones, que adelantan lo que será la refinería del futuro. Y el tercer pilar es la resiliencia, con activos de exploración y producción de máxima calidad, que van a continuar siendo muy importantes en los próximos 20, 30 ó 40 años.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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