Los pescadores recogen sus redes
La caída de la demanda se suma a un fuerte descenso de los precios, por lo que buena parte de la flota ya no sale a faenar mientras pide más medidas de seguridad para su salud
El pescador marbellí Manuel Haro se sube por las paredes. Acostumbrado a pasar 15 ó 16 horas en la mar, el confinamiento le agobia como a pocos. Pero su preocupación no es tanto esa como la situación del sector pesquero. Con la mayoría de los mercados cerrados y sin consumo en restaurantes, la demanda ha caído al mínimo. Por eso, cada vez hay menos pescadores faenando. De ellos, muchos lo hacen a pérdidas. “Los precios están por los suelos”, subraya este profesional, para el que todo son incertidumbres. Como para el resto de quienes forman parte de un sector de 30.000 pescadores reunidos en 198 cofradías por todo el país, según los datos de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores y la Confederación Española de Pesca (Cepesca).
Las ventas han disminuido, pero el mayor problema son los precios, cuyo descenso radical no tiene precedentes. Ocurre en todas las lonjas. En la de Marbella, por ejemplo, el kilo de salmonetes se pagaba a unos 12 euros, pero ahora se paga a 4. En Estepona, el pulpo ha pasado de siete a tres euros. En la de Santa Pola (Alicante), la mejor gamba roja se pagaba antes a 100 euros, ahora a diez. Y especies cuya captura empieza pronto, como la sardina, cuyo precio puede rondar los 4 euros por kilo, podría bajar del euro. Precios que, además, no se ven reflejados en la venta final. Los pescadores denuncian que en grandes superficies y cadenas de supermercados -casi las únicas salidas actuales- “mantienen los precios igual”. “Se están aprovechando de las circunstancias”, dice Pedro Benzal, máximo responsable de la cofradía de Estepona. “Pero hay que trabajar. ¿Qué otra cosa podemos hacer?”, se pregunta este pescador de 73 años.
“La situación empieza a ser desesperante”, subraya el presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores, Basilio Otero, quien pinta un panorama desigual de cómo la crisis sanitaria está afectando al sector pesquero. En el Mediterráneo, cerca del 90% de la flota se está quedando amarrada. En el Cantábrico se ha prohibido la salida de cerqueros hasta los primeros días de abril, aunque “quienes pescan caballa están saliendo porque es ahora o nunca, es un pescado de temporada”, dice Otero. En Galicia la actividad va en descenso cada día -sobre todo en el caso de la caballa- y la práctica totalidad de las mariscadoras ha pedido el cese de su actividad. En otras zonas atlánticas, como Punta Umbría (Huelva), solo quedan seis embarcaciones. También en el sur, en la costa tropical granadina, apenas una docena de los 23 barcos de la flota de Motril salen ya a faenar.
En Cádiz las circunstancias son similares. “Si el 80% de nuestra pesca va a restauración, imagínate la situación”, dice Manuel Ligero ‘El Millonario’, que lleva ya diez días con su barco de 12 metros de eslora amarrado al puerto de Conil de la Frontera. Cuatro personas, incluido él como patrón y armador, viven de ese barco palangrero que no tiene clientes a los que vender con la hostelería cerrada. Eso se ha traducido en el cierre de las lonjas de Barbate, Conil, Tarifa, Algeciras, El Puerto, Chipiona y Rota. Por ahora, solo Sanlúcar -con más de un centenar de barcos- se mantiene abierta con relativa normalidad, según José Carlos Macías, técnico de su cofradía de pescadores. En la zona, unen golpe tras golpe. El penúltimo fue un alga asiática que amenaza con saturar el Estrecho.
En el litoral catalán, la propagación del virus ha causado un efecto dominó en las cofradías de pescadores, que han empezado a cerrar en cadena. Las lonjas de Tarragona y Barcelona fueron las primeras en bajar la persiana, este miércoles. No abrirán, al menos, hasta mediados de abril, y los cierres alcanzarán también a los muelles de Blanes y Palamós. Los que tratan de aguantar, caso de Sant Carles de la Ràpita, operan a medio gas porque la mayoría de las embarcaciones se quedan amarradas en el puerto, informa Marc Rovira. El presidente de la Federación Catalana de Cofradías de Pescadores, Antoni Abad, apunta que “un stock demasiado grande de pescado hace bajar el precio hasta el punto que no es rentable salir a pescar”.
¿Puede el sector acogerse a los ERTE?
En el sector son muchos los que llevan días intentando acogerse a un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) de los anunciados por el Gobierno en su real decreto, pero lo tendrán difícil. Al estar incluida en el sector primario, la pesca queda fuera de aquellas actividades susceptibles de ayuda. Sin embargo, creen que “no se puede hablar igual del campo que de la mar”. “Es un medio hostil donde se necesita contacto para poder trabajar”, explica Nicolás Fernández, secretario general de la Federación de Cofradías de Pescadores de Cádiz, que aglutina a los entre 500 y 600 barcos pesqueros que conforman la flota gaditana.
La Federación Nacional de Cofradías ha preguntado al Gobierno si se pueden hacer ERTE en el sector. No ha obtenido respuesta según su presidente, quien pide claridad sobre cómo deben proceder tras la caída de la demanda. “Si somos una actividad fundamental para dotar de alimentos a la población, que nos dejen pescar con seguridad. Y, si no, que lo prohíban”, cuenta Basilio Otero, que destaca la falta de mascarillas y otros materiales para proteger a los empleados. La falta de mano de obra es otro problema: muchas tripulaciones están formadas por personas procedentes de Marruecos. Y es imposible saber si podrán cruzar el Estrecho para trabajar o no.
El sector también critica dificultades para el desplazamiento. Ante las actuales restricciones de movimiento, cada pescador debe hacer el trayecto hasta el puerto con su propio vehículo. Después, comparten horas de pesca e incluso camarotes sin medidas de seguridad. Para Jesús Caparrós, patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Motril, estos trabajadores tienen un “gran riesgo de salud”. Pone el ejemplo de un barco de arrastre, cuya longitud media ronda los 20 metros. En esa superficie, gran parte del trabajo hay que hacerlo muy cerca unos de los otros. “El armador, desde luego, tiene que evaluar el riesgo, pero por mucha protección que haya, siempre es elevado”, asegura. De hecho, el Ministerio de Sanidad ha publicado unas recomendaciones a seguir. “Hay que dar de comer a la gente, pero si arriesgas tu salud y encima te cuesta dinero, hay que pensárselo. Ojalá cambie esto pronto”, concluye Manuel Haro, que echa de menos las horas en el mar.
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