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La UE fracasa en su intento de lanzar un plan ambicioso contra la crisis por la pandemia

Los ministros de Finanzas se limitan a sacar pecho por las medidas fiscales a nivel nacional y aplaudir los esfuerzos de Bruselas para movilizar nuevos fondos

El presidente del Eurogrupo, Mário Centeno, en Lisboa.
El presidente del Eurogrupo, Mário Centeno, en Lisboa.PEDRO NUNES (Reuters)
Lluís Pellicer

La emergencia que afronta Europa, erigida ya como epicentro mundial de la pandemia de coronavirus, no bastó para que los ministros de Finanzas de la UE desplegaran la artillería propia del segundo bloque económico mundial para afrontar la crisis. Tras cinco horas de reunión, los Veintisiete solo hicieron balance de las medidas adoptadas y aplaudieron los esfuerzos de la Comisión Europea para movilizar nuevos préstamos. En lugar de una respuesta fiscal común, los países han dado prioridad a las políticas nacionales, apoyadas por una suspensión temporal de facto de las reglas fiscales y de las ayudas de Estado.

Los centros de las grandes capitales europeas van vaciándose a medida que los Gobiernos endurecen las medidas para contener la propagación del virus. Europa es un continente cuyos hoteles se han quedado sin turistas, sus aeropuertos sin pasajeros y sus fábricas sin suministros. El parón sigue extendiéndose por países y por sectores. Y el pánico sigue desangrando los mercados financieros, que siguen sin reaccionar a ninguna gran medida o anuncio. Y menos a un “whatever it takes” que no salga de la boca de Mario Draghi.

Europa se despeña inevitablemente a la recesión. Bruselas baraja que la economía de la UE se empequeñezca alrededor de un 1%, pero no descarta que pueda encoger más. La Comisión advierte de que dependerá de la magnitud y duración del brote, pero también de las medidas que adopte. Ante la crisis financiera de 2008, los socios de la UE lograron romper las reticencias de Berlín y lanzar un programa de estímulos fiscales de 200.000 millones de euros.

Los ministros de la UE miran en esta ocasión la caldera sin saber cuánta madera echar. El de este lunes era el segundo Eurogrupo telemático en plena emergencia. Del primero salieron con una advertencia de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, sobre las consecuencias de esta crisis: podía ser más grave incluso que la de 2008. Este lunes le hicieron oídos sordos. La propia Lagarde metió más presión sobre los ministros de Finanzas tras el escaso impacto que tuvo su plan, que defraudó a los mercados al resistirse a bajar más la tasa de interés y seguir explorando el terreno de los tipos negativos.

“Haremos lo que sea necesario, y más, para restablecer la confianza y apoyar una recuperación rápida”, sostuvo el presidente del Eurogrupo, Mário Centeno. Sin embargo, el documento que resultó de la reunión apenas contenía medidas de calado. Bruselas sigue buscando más recursos: empezó con 25.000 millones procedentes de fondos estructurales y llegará a los 69.000 mediante la movilización de préstamos del Banco Europeo de Inversión (BEI).

Los Veintisiete aplaudieron las medidas de la Comisión, el BEI y el BCE. Pero no hubo una respuesta fiscal conjunta. El documento refleja que cada país está adoptando sus medidas —entre ellas cuentan los estabilizadores automáticos, como las prestaciones por desempleo— para contener el virus, dar liquidez a las empresas y apoyar a los trabajadores. El BCE estima que las medidas de estímulo comunicadas por los países que son cuantificables —es decir, dinero contante y sonante— suman 39.000 millones de euros. Se trata del 0,3% del PIB, cinco veces menos que el plan que lanzaron de forma conjunta durante la crisis financiera de 2008. Sin embargo, los Veintisiete sostuvieron que todo cuanto han anunciado hasta ahora equivale al 1% del PIB y que inyectarán al mercado el equivalente al 10% del tamaño de la economía europea.

Tampoco se adoptó un compromiso sobre la posibilidad de usar recursos del fondo de rescate (MEDE), que tiene una capacidad de préstamo disponible de 410.000 millones de euros. El comisario de Economía, Paolo Gentiloni, advirtió de que el virus está provocando una crisis que afecta a “todos los países", sin discriminar, y que la UE dispone de la herramienta del MEDE. En plata, recordó lo que lleva una semana recordando la academia: que no hay “riesgo moral” en el que escudarse para no usar todos los recursos necesarios.

Los ministros de Finanzas, no obstante, sí son conscientes de la gravedad de la situación e incluso los halcones comulgan con esa suspensión temporal de facto del Pacto de Estabilidad y Crecimiento por la cual los países tienen barra libre para adoptar todas las medidas que consideren necesaria. También mediante ayudas de Estado. La vicepresidenta y comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, tampoco pondrá impedimento en dar un paréntesis a su férreo control sobre el destino del dinero público para que los países pueden aguantar su tejido empresarial y laboral. Ambas medidas recibieron el visto bueno del Eurogrupo.

Si los ministros no adoptan nuevas en el consejo del próximo viernes, Europa quedará rezagada respecto otros grandes bloques que, pese al escaso entusiasmo de los mercados, han reaccionado con mayor agilidad. La Reserva Federal lanzó el domingo anterior el mayor paquete de estímulos desde la Gran Recesión, con una bajada de tipos hasta el 0%-0,25%, desde el 1%-1,25%, y un programa de compra de activos por valor de 700.000 millones de dólares (627.000 millones de euros). También el Reino Unido, después de la bajada de tipos, anunció un plan de estímulos por 30.000 millones de libras (32.900 millones de euros), mientras que el Fondo Monetario Internacional dijo estar dispuesto a hacer su parte con un billón de dólares.

“Respuesta contundente”

A pesar de que todos los ministros defendieron el documento aprobado, Berlín ha acabado imponiendo su tesis sobre París o Roma. Alemania prefería que las políticas fiscales se impulsaran desde cada país, frente a la ambición de Francia de un gran paquete de estímulos que suscitaba dudas en España por el impacto que un estímulo masivo podía tener sobre el déficit. Aun así, la vicepresidenta Nadia Calviño abogó antes de la reunión por usar todas las herramientas para plantar a la crisis “desde un punto de vista económico y social”. “Necesitamos una respuesta monetaria y fiscal contundente a nivel nacional y supranacional”, zanjó la ministra de Economía.

Desde el Parlamento Europeo, la presidenta del grupo socialista, Iratxe García, había pedido un gran pacto para hacer frente a la crisis y advertía al Eurogrupo de que no podía permitirse fracasar a la hora de mostrar “determinación, coordinación y solidaridad”. El responsable económico de Los Verdes, Ernest Urtasun, pidió que las medidas económicas decididas en el marco del Eurogrupo llegaran al 3% del PIB. También varios académicos y think tanks de todo signo habían alentado a los ministros de Finanzas a adoptar medidas decididas ante un brote que ha provocado una crisis desde múltiples frentes. Pero de nuevo, los titulares se guardaron de rematar.


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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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