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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa a prueba del virus

Las medidas fiscales para paliar los efectos del coronavirus en el sistema sanitario, las pequeñas empresas y el empleo son las necesarias, pero su financiación es insuficiente

Raymond Torres
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en Bruselas, el pasado 10 de marzo.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en Bruselas, el pasado 10 de marzo.STEPHANIE LECOCQ (EL PAÍS)

Con la propagación del coronavirus y la toma de conciencia de sus consecuencias para la economía, Europa se enfrenta a uno de sus momentos más cruciales. El paquete de estímulos fiscales adoptado por Bruselas esta semana, y las medidas de política monetaria anunciadas este jueves por Christine Lagarde, además de llegar a remolque de la acción emprendida por otras potencias, no despejan las dudas sobre el horizonte económico del continente, atenazado por los riesgos de recesión.

Las iniciativas fiscales anunciadas para paliar los efectos sobre el sistema sanitario, las pequeñas empresas y el empleo son exactamente las que se necesitan, pero su financiación es insuficiente teniendo en cuenta a la gravedad de la situación. La propuesta apenas alcanza 7.500 millones de euros, es decir el 0,05% de la economía europea. Su impacto será escaso, incluso teniendo en cuenta la cofinanciación de los presupuestos nacionales, que multiplicarían el impulso por tres. Así pues, las esperanzas depositadas en los responsables de la política fiscal europea, en principio el instrumento idóneo para limitar los impactos del coronavirus, se han visto frustradas por el desacuerdo entre estados miembros.

Por el contrario, el BCE dispone de un potente arsenal monetario y de un amplio margen de actuación. Prueba de ello, las medidas decididas esta semana, con un incremento del volumen de compra de títulos de deuda pública, y nuevos estímulos al crédito bancario. Sin embargo, estas iniciativas monetarias no responden directamente al origen de las tendencias recesivas, que se encuentran en la falta de suministros para algunos sectores, desfases de tesorería, especialmente graves para las pequeñas empresas y los autónomos, y el riesgo de pérdidas de empleo en los sectores más afectados. En suma, el BCE da la sensación de no disponer de instrumentos que le permitan contener un shock de estas características, algo que sin duda no contribuye a disipar las incertidumbres, y mira del lado de la política fiscal.

Por tanto, todo apunta a que la responsabilidad de gestionar el impacto del virus decaerá en los gobiernos de cada país. Italia ha sido el primero en aprobar un conjunto de medidas, que podrían totalizar 25.000 millones. Alemania, por su parte, ha reforzado los dispositivos de apoyo a la liquidez de las empresas y al empleo, con un presupuesto de 12.500 millones. Y España acaba de anunciar un plan de choque, que podría alcanzar los 14.000 millones.

De momento la flexibilidad de Bruselas con respecto a los objetivos de reducción del déficit está garantizada. Sin embargo, una estrategia coordinada hubiera sin duda permitido maximizar el impacto de las iniciativas, y reducir la presión financiera que podría ejercerse sobre cada estado -algo que se empieza a notar, aunque levemente, en las primas de riesgo-. Además, conviene que las medidas se pongan en marcha con celeridad para prevenir la recesión, pero con una estrategia de contención de los desequilibrios a medio plazo.

Esperemos que, como ya pasó con la crisis financiera, Europa no se convierta en una de las principales víctimas de la pandemia.


Raymond Torres es director de Coyuntura de Funcas. Este artículo ha sido elaborado por Agenda Pública para El País

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