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El movimiento que pone en solfa la aviación

La corriente sueca ‘Vergüenza de volar’ se ha traducido en una caída del tráfico aéreo del 4%. ¿Y si se trasladara a España?

Greta Thumberg llegó a Nueva York en barco para participar en la cumbre del clima por el efecto contaminante del avión. 
Greta Thumberg llegó a Nueva York en barco para participar en la cumbre del clima por el efecto contaminante del avión. MIKE SEGAR (REUTERS)

En Suecia, la “vergüenza de volar” ya es algo más que una ocurrente movilización de alerta por el impacto de los aviones en el calentamiento global. Según un informe del periódico The Washington Post, es uno de los factores detrás de la caída en el tráfico aéreo de pasajeros de Suecia, que en el primer semestre de este año se redujo un 3,8% con relación al mismo periodo de 2018. Las cifras son coherentes con las estimaciones del World Economic Forum, que en junio hablaban de un 8% menos de personas volando en el país escandinavo.

Aunque en España aún no haya calado el movimiento ­Flygskam, como se llama en sueco, podría ser fundamental para el sector turístico si cunde el ejemplo en otros países de la región. Según la encuesta de desplazamientos turísticos en fronteras, la variación interanual del número de turistas nórdicos en España lleva en números rojos desde la medición de agosto de 2018. Buenas noticias para el planeta, que sufre con la aviación el 2% de los gases de efecto invernadero, pero malas para el modelo turístico español, muy dependiente de los aviones. De los casi 83 millones de personas que visitaron el país el año pasado, 68 millones llegaron volando.

Es imposible adelantar en qué medida afectará la “vergüenza de volar” a las vacaciones de británicos y alemanes, pero la crisis ecológica es un tema relevante en los dos principales emisores de turistas a España. En el Reino Unido las organizaciones medioambientales presionan por imponer una tasa progresiva para los que viajen en avión más de una vez al año, y en Alemania ya hay empresas exigiendo a sus empleados que solo usen el tren para viajes de trabajo dentro del país.

Aviones eléctricos

El tren se perfila como el medio ideal para el turismo ecológico en Suecia, pero en España solo sería viable para los viajeros franceses y portugueses. A menos que se tenga mucho tiempo libre, los británicos y alemanes tendrían que invertir en el desplazamiento al menos la mitad de sus vacaciones. Y para la solución tecnológica, un avión que no contamine, todavía falta. Airbus está trabajando en una aeronave de propulsión eléctrica capaz de transportar hasta a 90 pasajeros, pero no se sabe cuándo podría tenerla lista. La estrategia de KLM, una de las aerolíneas más preocupadas por su impacto medioambiental, es usar biocombustibles en su mezcla de carburantes. El argumento es que el CO2 liberado al quemar los biocombustibles equivale al capturado durante su producción (la madera es un biocombustible clásico), algo que los ecologistas no comparten.

Para Isabel María Oliver, secretaria de Estado de Turismo, es un tema sobre el que trabajar “sin demonizar a nadie” reduciendo las emisiones de la aviación como las de todos los sectores. “Estamos muy cerca de todos nuestros mercados turísticos, pero, por supuesto, no vamos a renunciar a nuevos mercados más lejanos con un potencial enorme; el avión va a seguir siendo un sistema muy importante y las aerolíneas tienen que seguir trabajando, como me consta que ya están haciendo, para minimizar su impacto”, explicó a Negocios.

El problema es que el crecimiento del turismo global ha sido tan grande que sus emisiones totales de CO2 no dejan de aumentar, por muchas mejoras en la eficiencia que haya. Según un informe de la Organización de Aviación Civil Internacional citado por la Comisión Europea, para el año 2050 el aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de los aviones podría ser de entre un 300% y un 700% por encima del nivel de 2005.

El ejemplo de la aerolínea holandesa KLM es claro. Entre 2011 y 2017 su huella de carbono por pasajero fue cada vez menor gracias a las medidas de eficiencia. Sin embargo, debido al aumento de los pasajes registrado en el mismo periodo, sus emisiones totales crecieron.

En las islas Canarias, el consultor medioambiental Ezequiel Navío lleva cuatro años asesorando a las Administraciones públicas en estrategias para enfrentar el cambio climático. En su opinión, la solución para lugares como los archipiélagos, en los que no queda más remedio que subirse a un avión, tiene que ser apostar por políticas de sostenibilidad que maximicen las energías renovables y minimicen el impacto medioambiental una vez aterrizados: “Si logramos ser un ejemplo internacional de sostenibilidad ambiental, muchas personas podrán venir en avión, pero con la conciencia tranquila, porque sabrán que en el lugar de destino hay acciones de eficiencia para que no sigan contribuyendo con emisiones”, explica Navío.

Sello sostenible

El desarrollo de destinos turísticos sostenibles es el camino que está marcando la DRV, patronal del sector turístico en Alemania, que en los catálogos de turoperadores y agencias de viajes distingue a los destinos ecológicos con el logotipo que representa una hojita verde. La primera fase ha sido clasificar a los hoteles, pero el plan es terminar evaluando todo el viaje, y eso incluirá también los medios de transporte empleados para llegar a destino.

Además de las preferencias cambiantes de los consumidores, el turismo basado en la aviación afronta el desafío de la regulación. El Gobierno de Francia ya anunció una ecotasa de entre 1,5 y 18 euros para gravar los vuelos que salgan del país a partir de 2020 y está pidiendo a la Comisión Europea que termine con las exenciones fiscales al queroseno. Además, se ha unido a Holanda para avanzar en un proyecto europeo que pretende gravar con mayores impuestos los viajes en avión.

En opinión del eurodiputado de Equo Florent Marcellesi, las tasas a la aviación deben funcionar no solo para desincentivar el uso del avión, sino para ayudar a los afectados. “El cambio climático ya está aquí y el sector hotelero se va a tener que reconvertir, por las buenas o por las malas, y mejor que sea por las buenas, con apoyo económico”, sostiene.

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