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Opinión
Columna
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Ensayo general del Brexit

Las olas expansivas de la quiebra de Thomas Cook han desbordado todos los cálculos. Algo parecido, al por mayor, sucedería con una retirada británica de la UE sin pacto

Xavier Vidal-Folch
Un avión de la turoperadora Thomas Cook aterriza en el aeropuerto de Düsseldorf.
Un avión de la turoperadora Thomas Cook aterriza en el aeropuerto de Düsseldorf.Marcel Kusch/dpa (Marcel Kusch/dpa)

La quiebra de Thomas Cook es un ensayo general de un Brexit por las bravas, sin acuerdo previo.

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Aunque previstas, las olas expansivas de la quiebra del operador turístico se han presentado de repente, desbordando todos los cálculos, al atrapar a 600.000 viajeros desplazados. Algo parecido, al por mayor, sucedería con una retirada británica de la UE sin previo pacto. Las reacciones han diferido, como diferirán si se da una espantada caótica de Londres. Como ha sucedido ahora.

El ultraliberal Boris Johnson prometió un plan de relanzamiento fiscal, multiplicando el gasto, en caso de divorcio sin pacto. Pero en este ensayo de la Cook ni sabía ni contestaba en términos económicos: gastará cerca de 110 millones de euros en repatriar a sus conciudadanos; mientras la factura de mantener viva a la turoperadora unos meses para lograr su resolución ordenada le ascendía solo a 170 millones. En cambio, los hoteleros españoles intentaron beneméritamente (aunque sin éxito) apoyar asumiendo deuda y capitalizándola. Y el Gobierno federal alemán y el del land de Hesse ayudarán a sus filiales.

Desde una óptica británica cosmopolita (y no endogámica), la quiebra de Cook es desoladora. Porque: a) Muere una campeona del sector servicios, que totaliza el 79% del PIB del Reino Unido, mientras las discusiones del Brexit y la salvaguardia irlandesa se centran en las mercancías.

b) El Gobierno se compromete a rescatar a británicos, pero no a sus conciudadanos europeos. Es un indicio de lo que sucederá en el futuro si sigue gobernando Boris Johnson. Eso provocaría igual trato deficiente de los 27 a los expatriados brits. Y c) se castiga sobre todo a las clases medias y populares: la rampante depreciación de la libra a causa de la probabilidad de un Brexit salvaje ha perjudicado las vacaciones más low cost de sus ciudadanos, que han dispuesto, al cambio exterior, de menos pocket money. Amén de agravar (reduciendo su clientela) la crisis estructural del modelo de negocio de Cook, basado en el paquete todo incluido. Lo que ha puesto en riesgo buena parte de sus 22.000 empleos, mientras sus directivos lo celebraban, sádicos, con primas multimillonarias.

Para los españoles, y especialmente su sector turístico, los malos augurios de este revés no son menores. El turismo supone casi el 12% del PIB español. Y el Reino Unido provee cerca de la cuarta parte de turistas que llegan a España: 18,5 millones de un total de 82,8 millones en 2018.

En este año, la Cook ha proporcionado cerca de una cuarta parte de esa cuarta parte por vía aérea (3,6 millones de viajeros) para sus 55 hoteles. Sin la crisis de Cook, ya se perdieron 120.000 turistas brits en el primer semestre. Porque otros destinos mediterráneos se recuperaban. Y por culpa del Brexit, ¡aún no consumado!

Esto no pinta bien, sorry. Y peor cuanto más duren los dos rubios anglosajones.

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