El rompecabezas de la economía japonesa recibe a Trump
El presidente de EE UU, Donald Trump, llega a Tokio este fin de semana en momentos de tiranteces comerciales entre los dos países
Cuando este sábado el presidente estadounidense Donald Trump ponga pie en suelo japonés, lo hará como el primer dirigente extranjero en visitar el país durante la recién estrenada era Reiwa. Aunque esta nueva etapa que comenzó el 1 de mayo, con la subida al trono del nuevo emperador Naruhito, simboliza un nuevo capítulo en la historia del país, la trama principal sigue siendo la misma: la de una economía estancada para la que no parece haber remedio. Lo que suceda en los próximos meses, rodeados de incertidumbre y grandes eventos internacionales a partes iguales, será especialmente relevante.
El primero de los jalones se alcanzó a principios de esta semana, con la publicación de los resultados económicos del primer trimestre del año. Aunque la cifra resultó ser mejor de lo esperado y en apariencia positiva –un crecimiento anualizado del 2,1%–, la realidad tras ella no invita al optimismo.
“Habíamos estimado una caída mucho mayor”, confiesa Marcel Thieliant, analista jefe para Japón de Capital Economics, “pero si miras más allá de los titulares, la situación es bastante delicada. Las exportaciones han disminuido de manera marcada con su mayor descenso en casi cuatro años. El dato que salva la situación son las importaciones, que se han reducido en un 5%, una rebaja enorme”. Es decir: el PIB de Japón solo crece porque, aunque sus ventas al extranjero han caído, sus compras han caído aún más.
Este desplome de las importaciones, concentrado en el sector energético, es el mayor en una década y apunta una preocupante tendencia en la que reside la clave del futuro económico del país a corto plazo: su anémica demanda interna. Con el consumo y la inversión en negativo, Japón teme entrar en recesión. El peligro es aún mayor en el momento actual, dado el compromiso del gobierno de elevar las tasas al consumo del 8 al 10% en octubre.
Lo que suceda con estas tasas, en apariencia triviales, tendrá enorme trascendencia en el panorama político del país. La administración ya ha postergado la subida en dos ocasiones y, a pesar de las frecuentes intervenciones oficiales desestimándola –la última este mismo lunes por boca del ministro de Economía, Toshimitsu Motegi–, mucho se ha rumoreado sobre la posibilidad de una tercera. Por un lado, una subida podría resultar una carga demasiado pesada para la exánime demanda interna y acabar arrastrando al país a números rojos. Pero, por otro lado, la ausencia de estos ingresos supondría menos recursos para acometer las ambiciosas reformas en materia de seguridad social y deuda pública –que se eleva a un mastodóntico 245% del PIB– previstas por el presidente Shinzo Abe.
La disyuntiva es tal que la consultora Eurasia apuntaba la posibilidad de que el gobierno busque una escapatoria en las urnas. “Abe podría justificar la convocatoria de elecciones argumentando que retrasar la subida prometida es un cambio político de calado, el cual requiere del apoyo del electorado”, sostenían en una nota la semana pasada. Esta hipótesis encuentra apoyo en los índices de aprobación del presidente, pujantes desde marzo.
Thieliant coincide en el diagnóstico de que Abe saldría victorioso de unas eventuales elecciones, pero descarta la posibilidad de que el gobierno emplee esa baza y apuesta en su lugar porque las tasas al consumo entren en vigor como está planeado: “El gobierno estará muy pendiente de la información de las encuestas y tomará la decisión final en julio, pero el hecho de que Abe se mantuviera en sus trece después de los resultados del Tankan –encuentra trimestral de confianza empresarial elaborada por el Banco de Japón– del primer trimestre, que mostraron la mayor disrupción de los últimos seis años, lleva a pensar que no va a postergarlos. Si la subida de impuestos sale adelante, no creo que haya elecciones”.
Tiranteces con Estados Unidos
Este no es el único rompecabezas en el horizonte para el gobierno japonés. La visita oficial de Donald Trump llega en un momento en el que hay tiranteces comerciales entre ambos países. Durante la visita de Abe a Washington el mes pasado, el presidente estadounidense apuntó a este nuevo encuentro como el marco ideal para llegar a un acuerdo, pero según fuentes oficiales esta posibilidad se ha diluido.
El gobierno americano había amenazado con elevar un 25% los aranceles sobre componentes automovilísticos importados de Japón, pero la directiva –conocida como Sección 232– fue finalmente postergada por un máximo de seis meses la semana pasada. Un gesto que fue interpretado como un paso atrás por parte de Estados Unidos para evitar la apertura de un nuevo conflicto, en el que tendría enfrente a Japón y a la Unión Europea, mientras los cañones de la guerra comercial con China siguen disparando.
Esta guerra comercial, precisamente, será uno de los grandes temas de fondo durante la reunión del G20 que la ciudad japonesa de Osaka acogerá a finales del mes que viene. Muchos de los focos estarán puestos sobre Donald Trump y Xi Jinping, presidente chino, y una hipotética reunión cara a cara que muchos consideran la única salida posible para este enfrentamiento. Muchos otros apuntarán a Shinzo Abe, de quien se espera un alegato en favor del libre comercio y el aperturismo, un mensaje global y doméstico a la vez, para confiar en que una nueva era traiga, por fin, una nueva historia.
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