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Nicolás Correa endereza el rumbo

La compañía logra sobreponerse a la dura caída de facturación y el aumento de la deuda provocada por la crisis

Fábrica de Burgos de Nicolás Correa. 
Fábrica de Burgos de Nicolás Correa. 

No ha tenido una historia fácil. Nicolás Correa, especializada en fresadoras para la industria mecánica en sectores como la automoción, aeroespacial, ferroviario o eólica, ha pasado por una década de turbulencias que la llevaron a acometer una fuerte reestructuración para sobrevivir. Hoy, como el Ave Fénix, presume de resurgir de sus propias cenizas. Con más de medio siglo de historia, en 2008 alcanzó una cifra récord de negocio con 114 millones de euros, pero con una capacidad de producción desbordada. Una circunstancia que unida a la crisis económica general, la caída del crédito y su estrategia orientada a la ganancia de tamaño derivó, solo un año después, en una caja que apenas rozó los 58 millones de euros y que en 2010 se cifró en 34. Cifras que llevaron a la empresa alcanzar una deuda de 20,7 millones de euros en 2013. Desde entonces y hasta 2017 Nicolás Correa se vio obligada a reinventarse y a acometer unos cambios que pivotaron alrededor de la contención de gasto, la reorientación hacia clientes más rentables y una concentración de actividad, que ha tenido como resultado una reducción del 80% de la deuda neta.

Un ajuste que se llevó por delante la planta de Itziar (Guipúzcoa), una de las dos que explotaba Nicolás Correa, y que fue adquirida en 2005 a la empresa Anayak. Cerró sus puertas hace dos años, trasladó la producción a la planta de Burgos y vio mermada su plantilla en un 23% (de 400 a 343 en la actualidad). Puesta a la venta, en 2018 se desprendió de ella por cinco millones. “No era viable mantener dos factorías con una facturación de entre 40 y 50 millones de euros”, argumenta Carmen Pinto, consejera delegada de la empresa, que llegó al cargo en 2017.

Durante los últimos dos años la compañía ha enderezado el rumbo. En 2018 facturó 71,7 millones de euros, frente a los 59 del año anterior “con previsiones de crecer un 10% en 2019”, apunta Pinto. El ebitda alcanza los 8,9 millones, que duplica el obtenido en el ejercicio anterior. Y la deuda se redujo a 1,6 en 2018.

Con estos números, su ambición es seguir creciendo. “Tuvimos que espabilar y aprender de los errores, pero no podemos estancarnos. Queremos ampliar la capacidad productiva de la planta de Burgos y estamos estudiando proyectos, aunque no hay nada cerrado”, afirma Pinto.

Para José Ruiz de Alda, analista de Cima Capital, una de las gestoras de fondos de Nicolás Correa, “pese a ser una compañía cíclica, como todas las que se dedican a los bienes de equipo, que pasó por momentos de crisis, ahora tiene una situación diferente y favorable, porque puede afrontar los próximos años sin deuda”.

Cotiza en Bolsa desde hace más de tres décadas, pero pasa casi desapercibida para los analistas bursátiles. Con una baja capitalización, que ronda los 51 millones de euros, este tipo de valor conocido como “chicharro” en la jerga financiera, es objeto de deseo para algunos inversores que ven en una oportunidad más que un riesgo, sobre todo si las cifras acompañan, como en el caso de la burgalesa, que cerró 2017 con un precio por acción de 1,92 euros y que abrió 2019 con 4,08. “Su bajo valor en el parqué se mitiga invirtiendo a precios muy bajos, como es el caso de nuestra inversión en Correa, que cotizamos a un PER (relación precio-beneficio) de siete veces los resultados de 2018”, afirma Ruiz de Alda. Este año, Nicolás Correa volvió a repartir dividendos, tras casi 11 años en parada técnica. “Si la próxima junta de accionistas lo aprueba, repartiremos 0,15 euros por acción”, señala la directiva. Una cifra que triplica los 0,05 euros de 2008.

Nicolás Correa tiene su mirada puesta en el exterior. Según datos de AFM (Advanced Manufacturing Technologies), la patronal del sector, España es el tercer productor de maquinaria herramienta de Europa (solo por detrás de Alemania e Italia) y el noveno en el mundo. “2019 se presenta cargado de incertidumbres y las expectativas de ralentización en captación son claras, aunque la cifra de facturación [de 1.731 millones] será similar a la de 2018”, afirman desde la asociación.

La castellanoleonesa exporta el 90% de su producción a más de 20 países y cuenta con filiales comerciales en Estados Unidos, India, Alemania y China. El gigante asiático y Europa asumen el grueso de sus máquinas. “En España el volumen de compra ha bajado considerablemente y no parece recuperarse. Hace unos años las empresas gastaban entre 80 y 100 millones de euros anuales en este tipo de maquinaria. Ahora rondan los 20. Esto ha hecho que todos las compañías del sector nos pongamos en órbita”, explica la ejecutiva.

Con la vista en China

En este contexto, China es uno de sus objetivos. En 2006 montó una joint venture con la empresa Smartech Machine Tool Manufacturing Company y en 2018 abrió una oficina en Shangai, ante el aumento de clientes. Europa es su otra gran apuesta. “Nuestro empeño es aumentar cuota de mercado en Alemania, el gran consumidor de maquinaria herramienta. Es una espina clavada para nosotros, porque es difícil abrir mercado allí, donde los clientes son fieles. Para que nos compren a nosotros, tienen que dejar de comprar a otro máquinas valoradas en uno o dos millones de euros. Pero tenemos claro, que si queremos ser alguien, tenemos que vender allí”, reflexiona Pinto. También son claves otros mercados como Estados Unidos e India.

Según el informe publicado por David López, analista de Light House, una exposición tan alta al exterior, sobre todo al mercado asiático, podría ser su talón de Aquiles si se produjera una desaceleración o si se endurecieran los aranceles. También baraja otros posibles riesgos como un incremento de inversiones para reformar y acondicionar la planta de Burgos o una posible reducción de pedidos. Tampoco Pinto es ajena a estos posibles vaivenes. “No dejamos de lado la preocupación de por dónde puede venir la crisis de las que todos hablan. Se ralentiza la toma de decisiones ante el eco de esta incertidumbre, y esto no ayuda. También la duda sobre el sector del automóvil, pese a que nosotros no somos dependientes de este negocio”. Pero también muestra su optimismo ante otros sectores como el eólico. “Es un mercado en alza, con una recuperación de la inversión y donde ya estamos produciendo molinos en y para China”, concluye.

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