Debilitamiento inesperado de la economía
El menor impulso del mercado europeo recorta el crecimiento y el superávit de España
La economía europea parece haber entrado en una fase de enfriamiento que empieza a tener repercusiones sobre la actividad en nuestro país. En el tercer trimestre, el PIB de la eurozona se incrementó un 0,2%, un ritmo anual muy por debajo de las expectativas. Además, todo apunta a que el cuarto trimestre mantuvo la misma tónica, como lo muestran la fuerte contracción de los indicadores de sentimiento económico y de confianza de los consumidores hasta diciembre.
Por su parte, la economía española ha tenido un comportamiento más favorable. Durante el tercer trimestre, registró un ritmo de crecimiento tres veces superior a la media europea. La estimación de crecimiento de Funcas para el último trimestre es del 0,7%, y la mayoría de índices de coyuntura son relativamente buenos, especialmente en el mercado laboral. Sin embargo, también se detectan señales de menor dinamismo.
En noviembre, la producción industrial sufrió un retroceso acusado, después de encadenar varios meses de estancamiento. Lo mismo ocurre con los indicadores avanzados de actividad. La sorpresa viene de Alemania, que podría haber entrado en recesión, acompañando en ese camino a la maltrecha economía italiana. Las tensiones comerciales internacionales y las incertidumbres en torno al Brexit están haciendo mella sobre las exportaciones. Además, la potente industria alemana se enfrenta a una escasez de mano de obra cualificada, indispensable para mantener su nivel de actividad en un contexto de débil crecimiento de la productividad, que se explica entre otras cosas por el deterioro de las infraestructuras públicas de comunicación y transporte.
La inflexión del ciclo preocupa al BCE, como lo atestiguan las minutas de sus deliberaciones que se acaban de dar a conocer. El nuevo panorama aconseja mayor gradualismo en la normalización de la política monetaria. Y es que este es un entorno favorable al mantenimiento de tipos de interés de referencia nulos, que contrasta con el aumento esperado para este año.
El BCE también podría adoptar medidas excepcionales de inyección de liquidez, sin peligro de que la inflación supere el objetivo del 2%. Con todo, lo más probable es que la economía europea salga de su letargo en los próximos meses. No se aprecian graves desequilibrios en el sector privado, ni burbujas financieras que amenacen con estallar. Además, parece que las posiciones de Italia y la Comisión Europea en torno a los objetivos de déficit se van aproximando y que el gobierno francés adoptará medidas para aliviar los conflictos sociales.
La clave está en Alemania. Se empieza a hablar de un plan de inversiones en ese país, que ayudaría a relanzar la locomotora industrial y la demanda interna, compensando la ralentización de los mercados internacionales. El país dispone de un amplio margen para realizar ese plan, por el superávit de sus cuentas públicas (un robusto 1%) y por el nivel de deuda (apenas el 60% del PIB, cerca de cuarenta puntos menos que España).
A falta de decisiones del Gobierno alemán, y teniendo en cuenta que el fondo europeo de reactivación de la economía solo existe en forma de proyecto, se espera un crecimiento de la economía europea del 1,4% —cuatro décimas menos de lo proyectado por la mayoría de analistas hasta fechas recientes—. La economía española mantendrá un diferencial favorable de crecimiento gracias al incremento de la inversión y de las rentas salariales. Pero un desacoplamiento con respecto a sus socios europeos es improbable.
Todo apunta a que la economía crecerá un 2,1% este año, frente al 2,5% en 2018. Además, la fortaleza de la demanda, que contrasta con la atonía en el resto de Europa, tiende a erosionar el excedente externo que garantiza la sostenibilidad financiera de la expansión. Una nueva circunstancia que sin duda se reflejará en el debate sobre los PGE.
Raymond Torres es director de Coyuntura de Funcas. En Twitter, @RaymondTorres_
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