30º aniversario del 14-D: el día en que en España pararon hasta los relojes
Hoy se cumplen 30 años de la huelga general de 1988 convocada por UGT y CC OO, el paro de mayor seguimiento en toda la democracia
El fundido a negro de Televisión Española, entonces presidida por Pilar Miró, es la imagen con la que comenzó el 14 de diciembre de 1988. Cuando los protagonistas de la huelga general convocada para ese día recuerdan aquel capítulo, casi todos empiezan por ahí. Partidarios y detractores. Ahí no hay diferencias. Esa caída de la emisión despejó las dudas de muchos y dio paso a la mayor huelga que ha habido en España, al menos, desde 1934. Su apoyo social fue muy extenso. Llegó a contar con el respaldo del sindicato de futbolistas, que formó un comité de huelga con Butragueño, Míchel y El Lobo Carrasco.
Fue un éxito sindical que no se ha vuelto a repetir. Participaron ocho millones de trabajadores, el 90% de los convocados. Estos números dieron pie a una frase de quien era secretario de Organización de CC OO, el fallecido Chema de la Parra, citada recurrentemente cuando se habla del 14-D: "Hemos parado hasta los relojes".
Además de aquel fundido a negro, las calles desiertas de las principales ciudades españolas quedaron grabadas en la generación de la Transición. "Recuerdo la imagen de un Madrid vacío", rememora el que probablemente era, junto con Felipe González, la figura más criticada por los sindicatos, Carlos Solchaga, entonces ministro de Economía y Hacienda. Ese día acompañó al ministro de Trabajo, Manuel Chaves, a una jornada sobre la socialdemocracia que organizaba la embajada sueca en España en el ya cerrado Hotel Mindanao de Madrid. La idea era aparentar normalidad.
Un éxito sin igual
Pero ¿cómo fue posible ese éxito? Quien fuera número dos de CC OO, Agustín Moreno, lo resume en "la derechización" del Ejecutivo. En esa línea ahonda José María Zufiaur, secretario de Relaciones Institucionales de UGT hace 30 años: "El Gobierno socialista tenía una deriva neoliberal desde que habíamos firmado el Acuerdo Económico y Social [que no firmó CC OO]". "Lo que llevó a la huelga fueron los incumplimientos del Gobierno", añade Zufiaur, quien se emociona al recordar aquel día.
Aquel acuerdo contenía un compromiso: llegar a un 48% de cobertura por desempleo. "No se llegó. Bajó al 28,8%. Nunca ha estado tan bajo", detalla con vehemencia Antonio Gutiérrez, el entonces joven secretario general de CC OO (tenía 37 años), que había sustituido a Marcelino Camacho un año antes.
Él también pone énfasis —y lo desarrolla ampliamente— en la unidad de acción de las dos grandes centrales por lo "aprendido" de la huelga que convocó en 1985 CC OO en solitario, sin UGT. Subraya que la rueda de prensa en la que se anunció la convocatoria, un sábado, 12 de noviembre, fue "conjunta" y detalla cómo se había pactado cuatro días antes en el restaurante El Parrillón entre él, Moreno, Zufiaur y Nicolás Redondo, el carismático líder de UGT en aquella época.
A los incumplimientos se añade el malestar social por la percepción de que la recuperación económica "no estaba redistribuyendo la riqueza", expresión en la que coinciden Zufiaur y Gutiérrez, tras la crisis de los setenta y los ochenta. La pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, la reforma laboral de 1984 y la de pensiones del año siguiente o las heridas de la reconversión industrial también aparecen en la lista que enumeran los dirigentes sindicales de entonces.
"El plan joven solo fue la excusa", apunta Solchaga, algo en lo que coinciden todos sus contendientes del momento. Ese plan era una medida del Gobierno socialista que flexibilizaba más la contratación de jóvenes y que sirvió de espoleta para la convocatoria.
Ruptura socialista
Desde el PSOE, se presentó como un intento de UGT y de Redondo de torcer la dirección de un Gobierno democrático. "Tiene que ver con la visión de UGT y qué papel debía jugar un Gobierno socialdemócrata". El histórico socialista Francisco Fernández Marugán, entonces en la oficina del presidente en La Moncloa, añade: "Para mí, el elemento determinante era saber dónde estaba el mayor grado de representatividad". "Todos vivimos como un drama aquello", abunda sobre el trauma que la protesta supuso para la "familia socialista".
Zufiaur rechaza esa interpretación. No obstante, sí señala que en aquella España, en la que el PSOE disfrutaba de su segunda (y última) mayoría absoluta, "Nicolás [Redondo] era el líder de la oposición". Y los dirigentes socialistas lo utilizaron para apuntar como una de las causas del éxito de la huelga el apoyo de la entonces débil derecha y de CEOE. "[José María] Cuevas estuvo encantado", suelta con sorna Solchaga. Esa interpretación la negó Fabián Márquez, cerebro en la sombra del histórico presidente de la patronal, en un artículo escrito hace cinco años en un libro de UGT sobre la jornada: "A la CEOE, el 14-D le molestaba sobremanera".
Nadie discute el éxito de la huelga, pero sus frutos tardaron en llegar. Hasta 1990 no hubo acuerdos entre el Gobierno y los sindicatos. Pero buena parte de la red de ayudas sociales estatales proceden de aquel momento (pensiones no contributivas, subsidios por desempleo) y también el derecho a la negociación colectiva de los funcionarios.
Después de aquel "paro general", como lo llamaron los convocantes para huir de la comparación con huelgas revolucionarias, ha habido otros seis. Ninguno se ha acercado. Su éxito —y la comparación— los ha ensombrecido. Aunque sobre lo irrepetible de aquella movilización, también se cierne la larga crisis del movimiento sindical.
"Se ha perdido la capacidad de liderar la protesta social", analiza Pere Beneyto, sociólogo laboral de la Universitat de València, quien recuerda en sus palabras lo sucedido este mismo año con dos grandes movilizaciones, la feminista del 8 de marzo y la de los pensionistas, en la que los sindicatos casi no tuvieron protagonismo. Él habla de "la trampa de la diversidad". "La sensación que tengo es que ha pasado un siglo. La iniciativa sindical es bastante menor. El centro de gravedad se ha desplazado a la calle", remata Moreno.
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