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El cobalto sube como la espuma gracias al empuje del coche eléctrico

El precio de este mineral crece por la mayor demanda de los dispositivos móviles y las baterías

Un minero con cobalto en bruto en la capital de República Dempcrática del Congo.
Un minero con cobalto en bruto en la capital de República Dempcrática del Congo. Kenny Katombe (Reuters)

El cobalto está en las entrañas de los teléfonos inteligentes, ordenadores portátiles, cámaras digitales, altavoces bluetooth. Por ahora es insustituible: aumenta el rendimiento de las baterías recargables y las hace más duraderas. Hoy, todo el mundo, sin darse cuenta, se ha hecho con un trozo de este material, que está provocando un alboroto inusitado entre las compañías de tecnología, los fabricantes de coches, las empresas mineras y diversos Gobiernos del planeta que han calificado al metal como “clave” para su economía. ¿Las causas? Una posible escasez de la materia prima combinada con la demanda creciente de dispositivos móviles y vehículos eléctricos ha catapultado hasta las nubes el precio del mineral.

Glencore controla el 22% de la extracción mundial del mineral, centrada en África

En marzo de este año, un kilogramo de cobalto costaba 95 dólares (82,3 euros, al tipo de cambio actual). La semana pasada rondó los 62 dólares (54,4 euros), casi tres veces más que hace dos años, cuando el mineral tocó su cotización mínima de la última década: 22 dólares (18,9 euros), según los datos del mercado de metales de Londres. “Los precios del metal han extendido al inicio de este año su tendencia alcista que comenzó a principios de 2016 como resultado de una fuerte demanda, una disponibilidad limitada del material y un aumento en las compras de los inversores”, resume Caspar Rawles, analista de la consultora británica Benchmark Mineral Intelligence. Hasta hace no mucho, el cobalto —utilizado también en superaleaciones para turbinas de gas, vehículos espaciales, motores de cohetes y reactores nucleares— navegaba por aguas menos turbulentas.

Producción limitada

Ahora se consume casi la misma cantidad que se extrae. La llegada de las baterías de iones de litio ha revolucionado el mercado. Más del 50% del cobalto (subproducto de la extracción de cobre y níquel) se usa en la fabricación de estos depósitos de almacenamiento de energía. En 2006 se destinaba a ellos solo un 20%. El frenesí de la recarga está en plena ebullición. En un móvil, por ejemplo, hay entre cinco y diez gramos de este material, en un portátil entre 30 a 50 gramos, mientras que un vehículo eléctrico contiene entre cinco y 15 kilogramos, detalla Rawles.

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El epicentro de esta revolución está en África. En la República Democrática del Congo —en donde Amnistía Internacional ha denunciado el empleo de menores y la violación de los derechos humanos de los trabajadores en algunas minas— se obtiene casi el 70% del mineral que se utiliza en el planeta, según Cobalt27, una firma canadiense dueña de una de las reservas privadas de cobalto más grandes del globo.

Marcada por guerras, inestabilidad política y pobreza, la nación congoleña (con las reservas más grandes de esta materia prima) tiene un rey suizo: Glencore, que controla la extracción del cobalto, con una cuota del 22%. Muy por detrás está la minera estatal Gecamines (con el 9% del mercado) y la China Molybdenum (con un 7%), según las cifras de McKinsey. “El metal se ha convertido en un elemento estratégico para el mundo”, comenta Michael Hollomon, consejero delegado de Missouri Cobalt. Esta empresa americana se prepara para explotar una de las reservas más grandes de Estados Unidos, país que en febrero pasado ha incluido a este elemento entre los 35 minerales “clave” para el desarrollo de su economía. China lleva ventaja en la carrera: controla más del 60% del cobalto refinado que se distribuye en el planeta y se espera que este porcentaje vaya en aumento, explica Jack Bedder, economista de la firma de análisis Roskill.

Tesla ha logrado reducir un 60% su uso en las baterías que utilizan sus vehículos

“Si quieres ser el rey del mundo en los próximos 10 años, debes de tener cobalto”, aseguró Jean-Luc Kahamba Kukenge, subdirector de la mina congoleña Commus Global, a la revista Fortune el pasado agosto. El gran catalizador de esta fiebre tiene nombre y apellido: el vehículo eléctrico, que va ganando terreno en los planes de las grandes empresas que no quieren perder comba. No es para menos. Las previsiones son jugosas. Según la consultora McKinsey, la producción global de estos coches (incluyendo los híbridos) pasará de 3,2 millones de unidades registradas en 2017, a casi 18 millones al cierre de 2025, con China a la cabeza tanto en la fabricación como en el consumo.

Esencial en baterías

En la batería de un coche, dependiendo de su tecnología, podemos encontrar una mezcla de tierras raras (una serie de 15 minerales que tienen propiedades químicas, eléctricas, electrónicas y magnéticas), cobalto, níquel, magnesio, aluminio, fosfato y, obviamente, litio. El 97% de este último mineral se extrae de Australia, Chile (con las mayores reservas), Argentina y China. Tras su extracción, la mayor parte de la materia prima se convierte en carbonato de litio o hidróxido de litio. El precio del carbonato de litio en Asia, por ejemplo, ha tenido un crecimiento del 93% y en Sudamérica del 120%, en los últimos dos años. Pero su coste ha ido menguando durante los pasados meses, debido a que hay un exceso en el suministro y una gran cantidad de proyectos en desarrollo, según los expertos de la agencia Reuters.

La Agencia Internacional de Energía (AIE), sin embargo, es más ambiciosa: en 2030 el número de vehículos eléctricos en el planeta alcanzará los 125 millones, lo que podría aumentar entre 10 y 25 veces la demanda actual de cobalto. “La pregunta es: ¿será posible mantener el ritmo en el suministro?”, arguye Bedder. La respuesta es una incógnita. “No creo que haya necesariamente un riesgo de escasez, al menos en los próximos cinco años. Hay muchos nuevos proyectos mineros en curso. Pero más allá de la segunda mitad de la próxima década, nada está claro”, asegura George Heppel, analista de la consultora CRU.

Ante este escenario, las grandes compañías empiezan a mover ficha. BMW, Volkswagen y Apple, por ejemplo, han entablado conversaciones con los principales productores. Tesla, por su parte, ha reducido en un 60% el uso del material en las baterías de sus coches. Los expertos buscan un sustituto, pero los resultados aún no son fructíferos, explica David Weight, presidente del Instituto de Desarrollo del Cobalto. “Hasta ahora, no hay alternativas viables que puedan sustituir esta opción”.

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