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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Calidad universitaria

La crisis financiera derivó en una crisis económica y una de las cicatrices es una crisis política e institucional en España

José Carlos Díez
Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, en Ciudad Universitaria.
Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, en Ciudad Universitaria.ÁLVARO GARCÍA

La crisis financiera derivó en una crisis económica y ahora en España una de las cicatrices es una crisis política e institucional. La clase política está muy mal valorada por los ciudadanos y el contagio llega a otras instituciones claves para la democracia y el desarrollo económico. La Caixa tenía la mitad de los depósitos del sistema de cajas de ahorro y no ha necesitado ayudas públicas. El Banco Popular ha quebrado y anteriormente había absorbido el Banco Pastor que seguramente ya estaba quebrado. Pero en la opinión pública ha quedado la idea que esto ha sido una crisis de cajas de ahorros gestionadas por políticos irresponsables.

La crisis política contagia ahora la imagen de las universidades. Mi universidad en Alcalá se fundó en el siglo XVI. Por ella han pasado los principales referentes de la ciencia, la filosofía, la literatura y el arte en España. Según Joseph Schumpeter la escuela escolástica de Alcalá y Salamanca fue el inicio de la economía moderna. En los muros de mi facultad, un convento del siglo XVI, los frailes ya usaban conceptos como la oferta, la demanda y la dinámica de fijación de los precios. Y también conceptos macroeconómicos como la inflación, analizaban sus causas y políticas para mitigar sus efectos nocivos sobre la renta disponible de los ciudadanos.

En ese mismo convento damos nuestras clases de postgrado en la actualidad. Nuestros alumnos de máster, muchos europeos, de China, de África o de América Latina, asisten presencialmente a nuestros máster y entregan sus Trabajos de Fin de Máster para aprobar. Y nuestros doctores necesitan publicar tres artículos en revistas económicas de prestigio para aprobar su tesis y garantizar la calidad. Pero nuestra universidad, nuestros profesores y nuestros alumnos también son sospechosos.

Con el declive económico de España y sus sucesivas crisis de deuda la llama de nuestras universidades se fue apagando y muchas desaparecieron y fueron amortizadas. Cuando aprobamos la Constitución en 1978 sólo una minoría, principalmente de hombres, tenía estudios universitarios. Hoy la mitad de nuestros jóvenes, mujeres y hombres en paridad, acceden a la universidad, el mismo porcentaje de la OCDE. Sin ese crecimiento exponencial de capital humano no sería posible explicar que España sea de los países donde más ha crecido el empleo en el mundo desde 1980 y se haya triplicado el gasto social por habitante.

Los casos que hemos conocido son muy graves y fallaron los controles. Nuestras universidades están dominadas por la burocracia externa e interna. Hay que separar lo académico de la gestión. Hay que adaptarse a la era de la tecnología global donde lo digital está sustituyendo a la imprenta. Hay que acabar con la precariedad laboral de los jóvenes investigadores para que los mejores jóvenes se queden en las universidades. Hay que erradicar el nepotismo.

Pero mucho cuidado con uno de los pilares de nuestra sociedad. Con las cajas se fue buena parte de la financiación de pymes y de la vida cultural de nuestras ciudades. Con las universidades se iría el desarrollo económico y social y nuestra democracia.

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