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Deja el coche, coge el bus y vigila cuánta energía consumes

Aparcar el vehículo privado y optar por la bici o el transporte público es, según los expertos, la mejor opción para contribuir a la calidad del aire

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Hechos de energía

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Hechos de energía Un proyecto multimedia de Gas Natural Fenosa y EL PAÍS para abordar la innovación y digitalización en el sector energético, acercar a los lectores los retos medioambientales que enfrentamos y conversar sobre las oportunidades y desafíos que se presentan en la búsqueda de un futuro más sostenible

La boina de contaminación atmosférica que tapa las grandes urbes no decrece. Hace menos de un mes, un informe presentado por Greenpeace suspendía en calidad del aire a Madrid y cifraba sus niveles de dióxido de nitrógeno (NO2, uno de los principales contaminantes causados por el tráfico) por encima de lo que marca Bruselas y la OMS. Al problema, relacionado con enfermedades respiratorias y cardiovasculares, se le atribuyen unas 30.000 muertes al año en España, según la Agencia Europea de Medio Ambiente. Pero cada ciudadano puede poner su granito de arena para paliar esta amenaza sanitaria y ambiental. ¿Cómo contribuir a disiparla? La mejor manera, coinciden los expertos, es revisar unos cuántos hábitos cotidianos.

¿Cómo me muevo por la ciudad?

Hay consenso: dejar el coche en casa es de las mejores cosas que hacer para oxigenar la atmósfera. O, al menos, cogerlo solo cuando sea realmente necesario. "Su uso es la principal fuente de contaminación urbana", sostiene Xavier Querol, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental del CSIC. Para atajar el número de vehículos que se lanzan a las calles existen múltiples alternativas: servicios de bicicleta públicos, alquiler de coches y motos eléctricas (con precios que rondan los 0,2 euros por minuto) y la red de transporte público, un sistema cuyo uso reivindica Querol.

Pero no solo importa cómo nos desplazamos. También influye el número de trayectos y cuánta gente entra en cada uno de ellos. En Madrid se producen al día unos 2,5 millones de viajes en coche por los, por ejemplo, 12.000 que aglutina BiciMad, el servicio público de e-bikes de la capital. "Eso sí", ejemplifica Querol, "aunque un autobús ensucie bastante, la contaminación per cápita se reduce considerablemente si lo cargamos entero de gente".

Si aun así crees que es indispensable subirte al coche, dale una última pensada. Seguro que puedes encontrar alguna combinación bicicleta-metro para ir al trabajo, o alquilar un eléctrico para cubrir la distancia entre tu casa y la parada más cercana del sistema público, el llamado último kilómetro. Si todavía lo necesitas, mejor compartirlo y tratar de elevar su media de ocupación, de 1,2 pasajeros. Y si no queda más remedio que comprar uno nuevo, "que sea híbrido [GNC o GLP] o eléctrico, nunca diésel", recomiendan desde Ecologistas en Acción.

En casa, ¿qué?

Lo primero, evita que tu casa sea un coladero de energía. Puedes estar consumiendo de más debido a un mal aislamiento o a unas instalaciones ineficientes. Y con ello, contaminando de más, ya que poner la calefacción o el aire acondicionado "conlleva un coste ambiental muy importante", explica Miguel Ángel Ceballos, portavoz de calidad del aire de Ecologistas en Acción. Moderarlo pasa por blindar térmicamente el hogar (vigilar las fugas de calor y frío, sellar las estancias y, si se puede, contar con ventanas de doble acristalamiento), instalar dispositivos de alta calificación energética y elegir una tarifa que optimice nuestro gasto (para ello existen simuladores de consumo que recomiendan la mejor opción). "Y, por supuesto, no pasarse con la climatización", añade Querol, cuya temperatura debería rondar los 20-21 grados en invierno y los 26-27 en verano.

Desde la Asociación de Empresas por la Eficiencia Energética, además, instan a cambiar las bombillas por unas de bajo consumo, llenar los electrodomésticos cuando los usemos, no dejar los aparatos en stand by y cambiar a un termostato digital para programar con tiempo la calefacción, una medida que puede ahorrar entre un 15% y un 20% de energía. Y si hay alguna reforma que hacer, conviene dejar de lado las pinturas y barnices con disolventes orgánicos, "sustancias muy relacionada con la contaminación por ozono (O3)", según Ceballos.

¿Qué hacen las grandes ciudades para frenar la contaminación?

Las principales ciudades españolas sufren de manera distinta episodios de contaminación

¿Qué compro y qué no?

Prescinde siempre que puedas de los útiles de usar y tirar. "Son objetos que pesan mucho en las emisiones industriales, tanto en su producción como en su recuperación", amplía Ceballos. Hoy se pueden encontrar sustitutivos de casi todo: bolsas de tela o tarros de cristal en vez de las cada vez más perseguidas de plástico, servilletas de papel en vez de textiles e incluso pañales reutilizables.

Elegir productos de proximidad, comprobar el etiquetado en busca de certificaciones ecológicas y adquirir productos a granel son otros hábitos beneficiosos. "Y, siempre que se pueda, reducir el consumo de carne", añade Querol, que explica que en Europa cerca del 95% de las emisiones de amoniaco vienen de la agricultura, del uso de los purines en las granjas. Un cambio que figura entre los que más pueden reducir la contaminación urbana, según un reciente estudio de la Universidad de Columbia Británica.

¿Y la basura?

Fruta pasada, verduras ennegrecidas, peladuras, plantas: inquilinos habituales de cualquier cubo de basura. Los residuos orgánicos, el 40% de lo que desecha de media cualquier ciudadano, pueden ser convertidos en abono con cierta facilidad, una manera de aligerar la contaminación asociada a su quema o eliminación en vertederos. Para ello basta con adquirir una compostadora en cualquier gran superficie e informarse en páginas como Composta en Red, una de las muchas asociaciones que promueven este sistema. Aunque, sostiene Ceballos, "lo ideal sería recuperar que esta basura se gestionara por ley para que se pudiese recuperar toda".

Separar el resto de residuos también eleva la calidad del aire. Al hacerlo, explica Ceballos, se reducen los procesos de fabricación (menos materias primas) y se recicla con mayor eficacia. Todo aquello de lo que nos vayamos a deshacer tiene su lugar adecuado, tanto en los contenedores selectivos (amarillo, verde, azul) como en puntos limpios: vidrio, envases de plástico, briks, latas, pilas, aceite, neumáticos, aparatos electrónicos. Ante cualquier duda basta con acudir a las guías online que ponen a disposición del ciudadano las páginas de la mayoría de ayuntamientos.

Querol termina con un extra: "Seleccionar bien el partido político al que votamos: que te convenza de que está haciendo cosas por el paro, por la educación, por la sanidad... Pero también por mejorar la calidad del aire que respiramos".

Esta noticia, patrocinada por Naturgy, ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.

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