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La abdicación del zar del aluminio

Oleg Deripaska cede el poder en Rusal, un gigante mundial de la materia prima, cercado por su supuesta implicación en la trama rusa vinculada a la campaña presidencial de Trump y las luchas de poder entre los oligarcas del país

Deripaska llegó a ser el hombre más rico de Rusia, hoy ocupa el puesto 23º.
Deripaska llegó a ser el hombre más rico de Rusia, hoy ocupa el puesto 23º.Getty images

Oleg Deripaska ha cedido el poder en Rusal, el gran consorcio del aluminio ruso. Una mujer asume la dirección del grupo. No es precisamente un sector en el que las mujeres acostumbren a tener influencia, y mucho menos en Rusia, donde incluso en negocios menos rudos —al igual que en los altos cargos de la política—son los hombres los que llevan la voz cantante, y máxime tratándose de materias primas, por cuyo control y reparto se libraron encarnizadas batallas de poder en la década de los noventa.

Los enfrentamientos fueron especialmente enconados en el caso del aluminio. Eso era antes de que el ex corredor de Bolsa especializado en materias primas Oleg Deripaska, que por entonces había entrado a formar parte de la familia de Borís Yeltsin por la vía del matrimonio, consolidase el sector bajo el paraguas del grupo Rusal y lo convirtiese en el segundo consorcio del aluminio del mundo.

El multimillonario de 50 años, que hasta la crisis financiera era considerado el hombre más rico de Rusia y que llevó a cabo la expansión a base de una política de créditos más agresiva que la de ningún otro, estuvo al mando de la empresa durante 11 años. Ahora se retira de la presidencia del grupo. Hace unas semanas se hizo público que deja el negocio en manos del que hasta el momento ha sido su compañero de viaje.

El puesto de presidente lo ocupará el que fuese consejero delegado, Wladislaw Solowjew, que a su vez deja su cargo a Alexandra Bouriko. Todo indica que se está produciendo un cambio de paradigma. En la economía rusa, a las mujeres se les ha reservado como máximo la dirección financiera, un puesto que, desde luego, se les cedía muy gustosamente. Pero que una mujer sea la consejera delegada de un grupo del sector de las materias primas de alcance mundial es algo inaudito.

Este ha sido el caso de Bouriko, de 40 años y directora financiera de Rusal desde 2013 hasta ahora. Gracias a la subida del precio del aluminio, el año pasado la facturación de la empresa aumentó un 25%, alcanzando los 9.970 millones de dólares, y su beneficio neto, un 3,6%, hasta 1.200 millones de dólares.

Cuando Deripaska llamó a Bouriko, sabía lo que hacía. La ejecutiva ya llevaba 16 años trabajando con empresas de materias primas en KPMG y había logrado que muchas de ellas cotizasen en la Bolsa de Londres. Deripaska, que actualmente ocupa el puesto 23º de la versión rusa de la lista Forbes de millonarios con una fortuna que se calcula en 5.100 millones de dólares, no solo deja la dirección de Rusal. Además abandona la dirección operativa del grupo energético que en 2017 entró a cotizar en la Bolsa londinense. Ambos cambios de dirección se harán efectivos el próximo 15 de marzo, y ambos han provocado cierta perplejidad en la economía y la opinión pública rusas.

¿Qué ha llevado a Deripaska, propietario también de la empresa automovilística rusa Gaz, por medio de la cual mantiene una alianza estratégica con Volkswagen, a dar estos pasos? ¿De dónde procede la presión que le ha hecho tomar la decisión

Oleg Deripaska

? ¿Será la tensa situación política entre Rusia y Estados Unidos la causante de que se retire del terreno de juego? ¿Tal vez su cercanía al equipo de campaña de Trump haya inclinado la balanza?

El periódico ruso Kommersant, que fue el primero en informar del inminente enroque, citaba como una de las causas el hecho de que Deripaska forma parte de una nueva lista de sanciones de EE UU. Dmitri Peskov, secretario de Prensa de Vladímir Putin, incluso se vio obligado a emitir un comunicado al respecto afirmando que no creía en la conexión. De hecho, cualquier ruso cuya fortuna supere los 1.000 millones de dólares aparece en la lista.

El asunto tiene otro aspecto más subido de tono, que salió a la luz hace unas semanas. En 2016, una prostituta registró una comprometedora grabación en el yate de Deripaska. En ella aparecían el empresario y el viceprimer ministro ruso, Sergei Prichodko, considerado el principal consejero de Putin en materia de política exterior. En el ambiente flota no solo la sospecha de cohecho y corrupción. Dado que, en el vídeo, los dos hombres conversan sobre la política exterior de EE UU, también se ha reavivado la sospecha de la injerencia rusa en la campaña electoral norteamericana. Al fin y al cabo, Deripaska tenía vinculaciones con Paul Manafort, jefe de campaña de Donald Trump. La acusación estadounidense imputa a este último que entre 2006 y 2015 trabajó como “agente extraoficial para un Gobierno extranjero”.

EE UU por aquí, la prostituta por allá; pero el magnate ruso sigue teniendo abiertos otros frentes muy distintos en el propio grupo Rusal, y más concretamente, en su participación en el capital de la firma. En todo caso, se trata de feroces luchas de poder entre potentados, en parte enemigos acérrimos unos de otros. Hace años, en Rusal ya estalló un conflicto entre los principales accionistas, a raíz del cual Matthias Warnig, exoficial de la Stasi y jefe de Nord Stream 2, fue nombrado presidente del consejo de administración para que actuase como moderador independiente y apaciguase la situación. La causa de la actual batalla entre accionistas es que una nueva pareja de oligarcas acaba de adquirir la minoría de bloqueo y está poniendo en duda los antiguos acuerdos del accionariado.

Enemigos a muerte

El segundo gran frente, todavía más sabroso, está abierto en otra corporación mundial, totalmente distinta, de la cual Deripaska posee una participación del 27,8% a través de Rusal. Se trata de No­rilsk Nickel, el gigante mundial del níquel y el paladio, el cual, además, es uno de los líderes mundiales de la producción de cobre y platino. La tregua entre Deripaska y el magnate Vladímir Potanin, iniciada por el Kremlin al nombrar como mediador al propietario del Chelsea FC, Roman Abramovich, y situándolo como pequeño accionista, ha durado seis años. Pero ahora las cosas se han vuelto a poner feas. Potanin, que en su condición de presidente de la corporación posee el 30% de Norilsk Nickel, quiere comprar la participación del británico de adopción, una iniciativa que Deripaska intenta bloquear en Londres por vía judicial.

El pasado viernes, durante la presentación del informe anual de 2017, Rusal anunció que la empresa se dispone a enfrentarse a Potanin por el control del productor de níquel. Se habla incluso de subasta, lo que quiere decir que, en adelante, el control correspondería al socio que hiciese la mejor oferta al otro. En Rusia, a esta clase de trato se le llama “ruleta rusa”. Norilsk Nickel tiene un valor en Bolsa de 32.000 millones de dólares. El periódico Wedemosti, citando a un conocido de Deripaska, afirma que este está haciendo acopio de fuerzas para convertirse en presidente de Norilsk Nickel.

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