Guindos se desmarca de Alemania y apuesta por “acompasar” la retirada de estímulos en el BCE y la recuperación
El ministro de Economía y futuro vicepresidente del BCE reitera que su dimisión "es cuestión de días"
Luis de Guindos habló la noche del lunes con Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo. Y en su última rueda de prensa como ministro de Economía, en Bruselas, tras ser nominado por sus homólogos como vicepresidente in péctore del BCE, deja una de cal y otra de arena acerca de su posición como banquero central. Guindos rehúye las etiquetas habituales, pero tocó una sonata en dos claves. Hay un Guindos halcón (duro, ortodoxo, alemán): "Las medidas extraordinarias de política monetaria eran para tiempos extraordinarios y circunstancias extraordinarias", y hoy la economía del euro crece al 2,5%, el mayor ritmo en la última década, con un paro del 8%. Pero hay también un Guindos paloma (más heterodoxo, partidario de los estímulos): "La retirada de estímulos tiene que ir acompasada, en paralelo con la recuperación económica". Draghi usa ese sintagma, "acompasar la retirada de medidas y la recuperación", en todos y cada uno de sus discursos desde el pasado verano.
Guindos, en fin, sabe que tiene que entenderse con Draghi, y en su primera rueda de prensa como nominado por el Eurogrupo y el Ecofin para acceder al puesto de número dos en Fráncfort (a la espera de la audiencia del Parlamento Europeo, de un dictamen consultivo del BCE y de la designación definitiva por parte del Consejo Europeo de marzo) dio una de cal y otra de arena, aunque entre líneas intentó desmarcarse de Alemania. Los analistas dan por hecho que será un duro: al cabo, se ha alineado con Alemania en innumerables ocasiones en el Eurogrupo, en lo relativo a la política fiscal. Pero hoy se esforzaba por quitarse ese sambenito, a la vista de que Guindos, en el Eurogrupo "nunca perdió la oportunidad de alinearse con Wolfgang [Schäuble], explica el exministro griego Yanis Varoufakis en su ýultimo libro. "No sé si soy línea dura: como ministro pedí cuatro veces extensiones del déficit público; otra cosa es que haya tenido buena relación con Schäuble, pero no siempre estuvimos de acuerdo".
Consciente de que esa proximidad para con Alemania puede ser una desventaja al menos en los primeros compases de su andadura en Fráncfort, Guindos ha dejado un discurso poco ortodoxo. Ha criticado con dureza la última subida de los tipos de interés de Jean-Claude Trichet en 2011, cuando el francés vio venir una salida del túnel que en realidad era un tren a punto de arrollar al euro: "No fue congruente con la situación económica". Y sobre todo ha tirado de tópicos para contar que la política monetaria "está llena de matices" y que no puede evaluarse independientemente del resto de políticas económicas. En resumen: Europa crece; el mandato del BCE ("una inflación cercana pero por debajo del 2%", frase que ha repetido no menos de tres veces) no se cumple aún, y en Estados Unidos puede haber más subidas de tipos de interés. Con ese panorama, y con los tipos de interés reales en torno al 0% por factores demográficos y de cambio tecnológico, "los tipos de interés nominales van a ser muy bajos durante los tres próximos años, y en esas condiciones el margen para aplicar políticas monetarias tradicionales es muy limitado: puede que medidas que hoy vemos como no convencionales empiecen a ser habituales". Eso es puro bancocentralés, el lenguaje abstruso que suelen emplear Draghi y los suyos. Traducción bíblica: los estímulos pueden seguir ahí mucho tiempo todavía. Como preferiría Draghi. Como temen halcones como Jens Weidmann, el principal candidato para sucederle.
Guindos ha hecho una suerte de balance de seis años en el ministerio en su adiós a Bruselas: cogió una economía al borde del rescate y se va con crecimientos superiores al 3%, el paro a la baja a toda velocidad y las cuentas públicas más o menos en orden, ha venido a decir en un corto discurso ante los corresponsales europeos. Pero se va, también, con niveles de desempleo que aún están en el 16% (y en el 40% para los jóvenes), con los indicadores de desigualdad lacerantes y en torno a un tercio de la población en riesgo de pobreza, y con un endeudamiento público y privado que aún es muy abultado. Preguntado por ese agujero social y por los lastres de la deuda, que empañan esa narrativa de la recuperación fulgurante, ha tirado de argumentario: "Si España sigue creciendo en torno al 2% o el 3% durante tres años las heridas, que aún están ahí, se irán cerrando". "España, con un paro del 16% y altos niveles de deuda pública y deuda privada, sigue siendo vulnerable a un entorno de subidas de los tipos de interés", ha concedido. "Pero el peor problema de la economía española cuando empezó la crisis era la pérdida de competitividad; hoy, España presenta su sexto año consecutivo de superávit por cuenta corriente de la balanza de pagos", ha dicho para seguir con la tónica de toda su comparecencia: una de cal y otra de arena.
Guindos se ha autocalificado como "un economista que ha trabajado en política". De su etapa en el ministerio, marcada por el puente aéreo Madrid-Bruselas, quedará la gestión del rescate a España ("un crédito en condiciones ventajosas", según su propia definición), el saneamiento del sistema financiero y esa extraña salida de la crisis, que mezcla potentes cifras macroeconómicas y pésimos indicadores sociales, algo así como recibir un beso y un puñetazo a la vez. Ahora le llega un largo periodo, de ocho años, como banquero central: vienen discursos plagados de ese una de cal y otra de arena para mucho, mucho tiempo.
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