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Columna
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La tormenta perfecta

El exceso de liquidez ha producido una mentalidad inversora mucho más complaciente con el riesgo

Rafael Ricoy

El comienzo de 2018 fue muy positivo para el mercado de valores, situando los índices estadounidenses de renta variable en sus máximos históricos con una subida superior al 7,5%. El informe sobre la situación de empleo en EE UU publicado el pasado 2 de febrero confirmaba la dinámica positiva del mercado de trabajo americano, la tasa de desempleo se mantenía en el 4,1% por cuarto mes consecutivo, en mínimos de los últimos 17 años y según lo esperado.

El detonante que hizo saltar las alarmas fue el dato de crecimiento de los salarios, que alcanzó el 2,9% interanual sobre el 2,7% de diciembre de 2017. Este dato desató los temores de un incremento de la inflación y una subida más agresiva de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal, provocando un ajuste a la baja en el precio de los bonos americanos que elevó la tasa de rentabilidad interna del bono americano a dos años al 2,20%, su máximo en los últimos nueve años, y la del bono americano a diez años hasta el 2,90%, nivel que no se alcanzaba desde diciembre de 2013, disparando a su vez el índice de volatilidad Vix desde un 10% a un 36%, en lo que puede llamarse como la tormenta perfecta.

La reacción en cadena de los mercados de acciones se desató de manera alarmante por las ventas forzadas de posiciones cortas de volatilidad con mayor contratación automática y la actuación de los robots en el mercado, lo que produjo una caída en torno al 10%, desde los máximos logrados en enero, en los principales índices bursátiles del mundo (Dow Jones -10,36%; S&P500 -10,16%; Nasdaq -9,71%; Eurostoxx -9,48%; Nikkei -11,97%; Ibex 35 -9,1%).

La pregunta que se hace el mercado es si se trata de una corrección por la subida esperada de los tipos de interés de la Reserva Federal como consecuencia de las expectativas de inflación americana, que despierta un mercado laboral prácticamente en pleno empleo que luego vendrá matizada por los datos macroeconómicos fundamentales y los resultados empresariales. La mayoría de los analistas interpretan la situación como una corrección táctica del mercado más que un cambio de tendencia, ya que los datos macroeconómicos son positivos e indican un crecimiento global razonable y sincronizado para 2018. En esta situación, la política de los bancos centrales es determinante y no parece que el BCE vaya a cambiarla este año y seguirá manteniendo las inyecciones de liquidez netas positivas de 30.000 millones de euros mensuales anunciadas en principio hasta septiembre de 2018. Por otro lado, la Reserva Federal, visto el efecto que ha producido en el mercado la expectativa de subidas de los tipos de interés, podría actuar con cautela, tratando de no poner en riesgo la evolución de la economía.

Lo razonable es analizar la situación teniendo en cuenta que las expectativas macroeconómicas se mantienen positivas para 2018 y las cifras de resultado de las compañías que se están publicando están batiendo las estimaciones. Pero lo que no cabe duda es de que el exceso de liquidez ha producido una mentalidad inversora mucho más complaciente con el riesgo y que la situación de crisis y el abaratamiento del crédito han mejorado la capacidad de actuación de las empresas sobre los costes, con un impacto positivo sobre los beneficios, y esto puede cambiar. También hay que tener en cuenta que algunos académicos de tanto prestigio como Robert Shiller, consideran que en el método de valoración es conveniente ajustar los beneficios cíclicamente, dado que puede tratarse a veces de una situación coyuntural.

Por eso hay que considerar que los precios alcanzados en el mercado eran elevados, aunque, tras las fuertes correcciones sufridas en este periodo, las valoraciones de los índices y de las compañías cotizadas se han ajustado a la baja y que el mar de fondo subyace en que por primera vez en 10 años podemos ver, aunque no a corto plazo, retirada neta de liquidez de los bancos centrales siguiendo la pauta de la Reserva Federal, y ello llevaría a una subida de tipos a largo plazo, lo que implicaría un ajuste en el precio de los activos.

Petra Mateos es catedrática de Economía Financiera.

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