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El negocio de los coches ‘vintage’: clásicos de los ochenta que rugen con fuerza

Nuevos ricos tecnológicos o herederos emergentes entran en el mercado de los automóviles del pasado

Tom Selleck junto al Ferrari 308 GTS que conducía en la serie de televisión 'Magnum'
Tom Selleck junto al Ferrari 308 GTS que conducía en la serie de televisión 'Magnum'
Fernando Gualdoni

Algunos expertos del mercado de coches clásicos los llaman 'la generación de los foros de Internet', otros se refieren a ellos tan solo como una nueva hornada de intermediarios y compradores que van a dar un impulso a un negocio que vivió un desmedido auge hasta el periodo 2014-15 y que en los últimos dos años ha experimentado un tremendo ajuste: ya no se vende cualquier cosa ni a cualquier precio. Como decía Neil Garrand, experto en la marca Aston Martin, en un reciente balance del mercado hecho para la firma británica Classic & Sport Finance (CSF), "nadie piensa ahora que comprar un automóvil clásico es un pasaje directo para obtener enormes beneficios a corto plazo. A raíz de esto, estamos viendo que vuelven al mercado verdaderos entusiastas que aprecian los automóviles como las obras de arte que son".

Adolfo Orsi, uno de los coautores del Classic Car Auction Yearbook, un texto de referencia en el sector, coincide en que "los números [del periodo 2016-17] señalan que los compradores, a diferencia de los últimos años, son mucho más selectivos y que los precios se están asentando gradualmente". Los datos del libro muestran un aumento de la oferta de vehículos y un incremento aún mayor de los vendidos en subastas, lo que para algunos analistas supone el inicio de una etapa de expansión del negocio. Orsi, nieto de Adolfo e hijo de Omar Orsi, propietarios de Maserati desde 1937 hasta 1969, lleva 30 años en el mercado de clásicos y cree que las subastas de Scottsdale (Arizona) de mediados de enero próximo y el salón Rétromobile en París a principios de febrero serán clave para calibrar mejor el estado de salud del mercado de coches vintage.

La firma de subastas francesa Artcurial Automobiles vendió vehículos por valor de 34 millones de dólares en la pasada edición de Rétromobile y sus expectativas para 2018 son buenas. Matthieu Lamoure, gerente de la empresa, sostiene que el fin de la etapa de máxima especulación en el último año ha beneficiado a tres tipos de vehículos: los perfectamente restaurados que tienen los documentos y fotografías que prueban el trabajo hecho, los coches con historia en estado original sin ninguna restauración; y los muy raros, que se han ganado un sitio en la historia del automovilismo.

Dentro de las tres categorías, los coches de mayor cotización vendidos en subastas entre 2016 y 2017 siguen siendo los fabricados entre los cincuenta y sesenta. De los 10 mejor pagados hay ocho modelos de esos años y el que mayor valor alcanzó fue un Aston Martin DBR1 de 1956: 22,55 millones de dólares. Claro que el coche, además de estar en perfecto estado, tenía un historial apabullante: ganador de los 1.000 kilómetros de Nürburgring en 1959, gemelo del ganador ese mismo año en Le Mans y pilotado por Stirling Moss o Jack Brabham, entre otros.

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Lo llamativo, sin embargo, es que el segundo más cotizado fue un McLaren F1 de 1995, que alcanzó la friolera de 15,62 millones. Este modelo, junto a otros como los Lamborghini Countach o Diablo, los Ferrari 308, Testarossa, F40 y F50, Aston Martin Vantage Zagato o Porsche GT1, están en la mira de un comprador cada vez más habitual en el mercado de los clásicos. "Generalizando, es un cliente que ha hecho fortuna en compañías tecnológicas o que es heredero de grandes fortunas. Y no sólo de Estados Unidos, también de Oriente Próximo y China", explica Lamoure. "Tiene entre 40 y 50 años de edad y no sabe ni le interesa nada la mecánica", añade Rob Johnson, gerente de CSF. Para este experto, el coleccionista de coches vintage que levantaba el capó para inspeccionar el motor y que incluso se atrevía a involucrarse en la reparación y restauración del vehículo, simplemente está desapareciendo por el ciclo natural de la vida. Buenos coches de la etapa anterior a la Segunda Guerra Mundial hay pocos en el mercado y los de periodos posteriores son los que, de momento, copan la atención de esos clientes que son muy ricos pero también muy mayores. El proceso de regeneración del coleccionista, que acaba de empezar, convertirá en clásicos a muchos coches que aún no son considerados de esta categoría.

Influencia del cine

Esta nueva generación de compradores, dicen los expertos, tenían cuando eran adolescentes en un póster de su habitación los modelos que ahora compran. En muchos casos eran vehículos que aparecían en películas o series de televisión, como el Ferrari 308 GTS que conducía el actor Tom Selleck en Magnum, el Ferrari Testarossa que catapultó a Don Johnson a la fama en Corrupción en Miami (Miami Vice), el Maserati Merak que aparece en El precio del poder (Scarface) o el Lamborghini Countach negro del filme Los locos del Cannonball. Lo curioso de esta nueva generación de coleccionistas es que no anhelan el coche que conducían sus padres o que han supuesto un antes y un después desde el punto de vista mecánico o de diseño, sino los que popularizaron el cine, la televisión y la industria del vídeo musical.

La renovación de la clientela va acompañada de la aparición de nuevos intermediarios que trabajan fuera de las casas de subastas para tener un contacto directo con el inversor. Jan Lühn en Alemania, Arthur Kar de L'Art de l'Automobile en Francia o Ricardo Pessoa con Cool & Vintage en Portugal, son algunas de las nuevas referencias entre los vendedores. Usan imágenes o vídeos inspirados en un estilo de vida desenfadado en sus webs o Instagram y apuestan por exhibiciones pequeñas y efímeras.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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