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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo crear 280.000 empleos

Xavier Vidal-Folch

Aunque tenga muy mala prensa de los paleoproteccionistas y de los proteccionistas yupiguay,el libre comercio crea empleo. Y si además es justo, mejor. El acuerdo Unión Europea-Japón, firmado el 8 de diciembre y que empieza a pasar los filtros del chequeo jurídico, traducción (a los tres idiomas oficiales de la UE) y luego ratificaciones políticas, podrá entrar en vigor en el primer semestre de 2019.

Lo mejor de este tratado de libre comercio es lo que lleva implícito: el cálculo de Bruselas según el cual generará hasta 280.000 empleos netos. Esta cifra sale de la estimación por la cual cada 1.000 millones de euros adicionales en exportaciones europeas crean 14.000 puestos de trabajo nuevos. Y como se prevé un aumento de ventas a Japón superior a 20.000 millones (hasta el 24% de los 86.000 millones hoy exportados), echen ustedes mismos la cuenta. Rebajen, si lo desean, esa previsión, por presunto optimismo excesivo de quien la lanza. Pero no rebajen mucho: un 24% de aumento no es una cifra exagerada, si tenemos en cuenta que el incremento de exportaciones a Corea, tras la entrada en vigor en 2011 del primer tratado firmado con ella alcanzó el 55%, si bien el punto de partida era inferior al del flujo euro-japonés.

El sector japonés más beneficiado será el del automóvil. En Europa, el agroalimentario: por eso se le conoce como el acuerdo “quesos por coches”. La industria alimentaria continental (España es potencia) podría casi triplicar sus ventas, seguida de la química o la maquinaria eléctrica. Hoy hay casi 74.000 empresas europeas que exportan a Japón, de las que el 78% son pymes, que emplean a cerca de 600.000 trabajadores. Otros 550.000 trabajan para compañías japonesas instaladas en la UE. Así que este tratado no es una broma. De hecho, es el más importante negociado por los europeos: abarca el 40% del comercio mundial e involucra al 30% de la economía global. Japón es el sexto socio comercial de la UE en el mundo y el segundo en Asia (tras China), por lo que el modelo de acuerdo de “última generación”, similar al diseñado para Canadá, se va abriendo paso frente a las asechanzas del neoproteccionismo.

Queda, sin embargo, un último punto por acordar: el mecanismo de resolución de litigios. Tokio prefiere el antiguo método del arbitraje, tan machacado por los alterglobalizadores; Bruselas, el mucho mejor sistema de Tribunales públicos (para el caso de inversiones) implantado con Ottawa. Pero ambas partes se han conjurado para aplicar el resto del acuerdo mientras acaban de pactar sobre ese obstáculo. Mientras el trumpismo, el lepenismo y otros populismos rajan contra el libre comercio, Europa activa sus buenos argumentos para activarlo: es competitiva, ya que pese a la ascendencia de China y otros emergentes mantiene una cuota del 15% de las exportaciones globales de mercancías; es una actividad creadora de empleo neto (aunque pueda destruir puestos en algunos subsectores); es ineludible para los europeos, puesto que el crecimiento mundial se produce, en un 90%, fuera del continente; y su experiencia demuestra que a más liberalización, más crecimiento. No parecen razones menores.

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