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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Entender el dinero para salvar el euro

La propuesta de Luis Garicano de crear un bono soberano europeo para estabilizar la unión bancaria es un oxímoron

Miguel Otero Iglesias

En la unión monetaria europea tenemos un problema. Compartimos una moneda pero la mayoría de los ciudadanos, incluso muchos responsables políticos y expertos, no entienden qué es el dinero. El error viene de raíz. En las facultades de economía se explica que el dinero surge para superar las incomodidades del trueque y tiene tres funciones: medio de cambio, unidad de cuenta, y depósito de valor, y que la más importante y originaria es la primera.

 El dinero, según esta concepción, es una mercancía más, cuyo valor se rige por la ley de la oferta y la demanda. Es por lo tanto neutral. Tan neutral que se considera como un velo que envuelve las transacciones económicas, pero que hay que apartar para poder analizar los factores de la economía “real”. Esto explica por qué los departamentos de macroeconomía tienen poca relación con los de finanzas internacionales. ¿Para qué? Si al final las finanzas, el crédito, es neutral.

Craso error. El dinero no es un elemento neutral que engrasa el intercambio económico. Ningún historiador ha podido corroborar esa teoría. La función originaria del dinero no es medio de cambio, sino unidad de cuenta. Es decir, la escala de valor que desde la antigua Mesopotamia ha servido para calcular los impuestos que los súbditos han tenido que pagar a sus soberanos. El dinero es siempre deuda. Y, por lo tanto, es una relación social entre acreedor y deudor que inherentemente conlleva una relación de poder, que a su vez suele estar mediada por la autoridad política que avala el dinero en cuestión.

En la modernidad ese poder lo ejercen los Estados y su función es clave. El Estado es el mayor deudor (se endeuda para ofrecer servicios públicos) y el mayor acreedor (recauda impuestos). Es el centro del sistema monetario. El poder judicial dirime los pleitos entre acreedores y deudores. Y el Parlamento, el legítimo representante del soberano, decide cómo se reparten los costes y se distribuyen los ingresos. Un área monetaria no puede existir sin un poder que la estabilice, sobre todo en tiempos de crisis, cuando la tensión entre acreedores y deudores está en su cenit.

¿Qué tiene que ver esto con el euro? Pues que muchos, al no entender el dinero, piensan que se puede avanzar en la unión económica y monetaria sin la unión política, y los que piden la unión política no saben explicar bien por qué es necesaria. Comprender la ontología del dinero ayudaría. Mostraría que cuando la Comisión Europea plantea crear un bono soberano sintético europeo y seguro para estabilizar la unión bancaria y poder competir con el bono soberano estadounidense –—tal y como han propuesto Luis Garicano y sus colaboradores— está realmente proponiendo un oxímoron.

Se vuelve a incidir en la idea de que el dinero es neutro en relación al poder. El bono estadounidense es el más seguro del mundo porque hay un soberano capaz de recaudar impuestos y rescatar a Wall Street si hace falta —como pasó en 2008 y 2009—. La zona euro no tiene ni soberano, ni capacidad de recaudar impuestos, por lo tanto ese bono sintético sin mutualización de deudas no va a funcionar. ¿Qué pasaría si Italia se va del euro e incurre en impago? Nadie lo sabe.

No nos engañemos. Es difícil conseguir un seguro de depósitos único en la unión bancaria si no hay avances en la unión política. Macron parece entenderlo al proponer un parlamento para la Eurozona, aunque no se sabe si se lo cree de verdad. Toda área monetaria necesita un poder legítimo para resolver las tensiones entre acreedores y deudores, y si esas tensiones son transnacionales, se necesita una autoridad, es decir, un soberano supranacional. Hasta que no haya avances en ese sentido tendremos una unión bancaria en nombre, pero el crédito se renacionalizará (como se ha visto en la reciente retirada de Deutsche Bank de España). La razón es obvia: mientras el soberano esté a nivel nacional, el crédito también será eminentemente nacional.

Miguel Otero Iglesias es investigador principal del Real Instituto Elcano

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