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Un poco de presión siempre ayuda

Diversos estudios indican que, en dosis moderadas, el estrés puede mejorar el rendimiento de los trabajadores si son capaces de aislarse y enfocarse en realizar bien su tarea

GETTY

El británico Henry Marsh es uno de los neurocirujanos más prestigiosos del mundo. Pero, a pesar de llevar más de 15.000 operaciones a sus espaldas, como relata en sus aclamadas memorias Ante todo, no hagas daño (Salamandra, 2016), sigue poniéndose nervioso cada vez que entra en un quirófano. No es para menos; en su especialidad un pequeño error puede tener consecuencias catastróficas para el paciente. Tres de ellos, cuenta en el libro, jamás despertaron de la anestesia. Pero seguramente también esa pequeña dosis de presión con la que afronta cada intervención le ha ayudado a salvar a otros muchos.

Una investigación realizada por las profesoras de la Universidad de Berkeley Daniela Kaufer y Elizabeth Kirby en 2013 concluyó que el llamado “eustrés” —un tipo de estrés positivo de intensidad moderada que se manifiesta en periodos cortos de tiempo— no sólo no es perjudicial para el rendimiento de los trabajadores, sino que puede aportar el plus de motivación que necesitan para enfrentarse a determinados retos. “Existe una presión buena que te permite alcanzar el nivel de activación adecuado para un rendimiento óptimo”, confirma el psicólogo y entrenador deportivo Juan Carlos Álvarez Campillo. “Poca presión equivale a relajación, y así no se dan las condiciones idóneas para que alguien dé lo mejor de sí mismo. Si, en cambio, la presión es muy alta, se produce el mismo efecto pero por exceso: hay una sobreactivación que genera bloqueo, y el rendimiento se resiente”, agrega.

Periodistas contra las cuerdas

La presión es consustancial a la profesión periodística. Cierres, directos, noticias de última hora… A los profesionales se les exige que elaboren sus informaciones con calidad y rigor, pero también deprisa. “La adrenalina forma parte de la profesión. Trabajamos en tiempo real, siempre soportando esperas y, después, escribiendo a contrarreloj. Y es verdad que, en ocasiones, esa aceleración, casi irracional, ayuda a mejorar el rendimiento”, comenta Elsa González, presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE).

Aunque otras veces, admite, un poco de pausa ayudaría a mejorar el resultado final. “Vivimos tiempos en los que el destinatario de la información exige también velocidad en la transmisión de la noticia. Y a veces resulta complicado contrastar, contextualizar y valorar adecuadamente. ¡Pero en eso consiste el periodismo!”. Eso sí, puntualiza González, no son las apreturas de entregar una pieza en tiempo y forma lo que más le complica la existencia al profesional de la información. “Las verdaderas presiones son las que vienen de fuera, las políticas o económicas. O la que produce, en muchos casos, tener que hacer tu trabajo a cambio de un salario indigno”.

La capacidad para trabajar bajo presión es un rasgo muy demandado en los entornos laborales. “Una persona con tolerancia a la presión es alguien que puede realizar su trabajo en condiciones adversas y, al mismo, tiempo tomar decisiones correctas en cuanto a su ejecución”, resume Eva Collado, consultora estratégica de capital humano. Médicos, agentes de Bolsa, consultores, comerciales, controladores aéreos o, en general, directivos forman parte de esta élite de sufridores. Manuel Yáñez, presidente de Psicosoft, se refiere a ellos como “puestos en los que existe un feedback inmediato de su actividad o en los que hay que tomar decisiones estratégicas continuamente”.

Un rasgo distintivo de estos profesionales es que “tienen la capacidad de gestionar el estrés y sus otras emociones de tal manera que no se conviertan en un factor desestabilizador en el cumplimiento de sus responsabilidades”, destaca Javier Caparrós, director general internacional de Trabajando.com y HR-Consulting. Y las empresas adoran esta habilidad. La buena noticia es que se puede aprender a trabajar bajo presión. “Simplemente necesitamos entrenar nuestra mente. Lo principal será aprender a aislarnos de lo que ocurre alrededor y focalizarnos exclusivamente en la tarea que nos ocupa, planificar el trabajo y asignar prioridades”, enumera Caparrós.

Muchas ofertas de empleo especifican la alta tolerancia a la presión como un requisito irrenunciable para cualquier aspirante. Un reclamo, señala Eva Collado, muy cuestionable como recurso para atraer al mejor talento. “Es como decirle al candidato que se vaya preparando para lo que le va a caer encima. O que va a tener que hacer él solo el trabajo de tres personas. Es una técnica obsoleta e innecesaria. Porque el candidato que está postulando a determinados puestos ya sabe de sobra lo que se espera de él”.

Los mandos son responsables de modular los niveles de presión que aguantan sus colaboradores. Su actitud, opina Caparrós, debe ser vigilante. “Ellos son quienes, en última instancia, han de valorar la carga de trabajo que soportan sus equipos para que el exceso no derive en problemas de salud. La presión debe ser tolerada para que aumente la productividad, no para reducirla”.

Metas asumibles

Para Fernando Guijarro, director general de Gestión del Talento de Hudson, la clave está en saber gestionar los compromisos que adquieren los colaboradores. “Marcar al equipo unos plazos o niveles de calidad exigentes pero conseguibles es normal. Lo que no se puede hacer es trasladarle la presión sin más”. Así, el clásico jefe que suelta: “quiero esto para mañana” y se da media vuelta no estará haciendo bien su trabajo. Porque es posible que “para mañana” sea imposible. “El compromiso sale de la persona, no se puede imponer”, explica Guijarro. “Hay que hablar con ese colaborador, preguntarle, consensuar con él. ¿Puedes tenerlo para mañana? Y si no es así, ¿qué necesitas para sea posible?”. Aunque habrá gente que, con tal de no decirle que no al jefe se meterá en charcos inasumibles. “Si ves que no vas a poder cumplir el plazo, renegocia, pide más recursos, más tiempo. Pero no lo soluciones trabajando 36 horas seguidas para intentar llegar”, aconseja Guijarro.

Álvarez Campillo resalta que, muchas veces, son los miedos e inseguridades del profesional los que le hacen cargarse a sí mismo con una presión excesiva. Este coach aconseja relativizar. “Podemos fijarnos en los deportistas profesionales. Si ellos consiguen gestionar la presión y focalizarse en su objetivo ante millones de espectadores que los están viendo en el estadio y por televisión, ¿cuánto más fácil no debería ser para nosotros hacer lo mismo sin tantos testigos? Desarrollar la confianza y un buen trabajo de preparación nos ayudará a desactivar la presión”.

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