Jordi Palafox: “España corre el riesgo de que el empleo no crezca”
El catedrático de Historia e Instituciones Económicas dice que "el panorama es bastante pesimista"
España ya encadena tres años creando empleo y creciendo. Pero Jordi Palafox (Valencia, 1952) no ve motivos para ser optimista con el futuro. Lo deja claro en su último libro Cuatro vientos en contra, publicado por Pasado y Presente. “Intento explicar que si seguimos por dónde vamos el panorama es bastante pesimista”, responde para explicar su elocuente título.
Si España se ha aprovechado de la fuerza de varios vientos de cola para salir de la doble recesión en el plazo corto (precio del petróleo, bajos tipos de interés y un tipo de cambio euro/dólar favorable), en el tiempo largo, este catedrático de Historia e Instituciones Económicas de Universidad de Valencia ya jubilado encuentra que hay cuatro vientos que soplan en contra. “China, que no es un país más, un mercado de 1.500 millones”, es el primero. El segundo lo resume así: “El mundo ha cambiado porque el mercado global es completamente distinto y la sociedad española no está a la altura”.
El ensayo, una categoría en la que Palafox encuadra su libro para advertir de que “tiene ventajas y desventajas”, apunta otros dos vientos, los que soplan de dentro: la falta de formación de la población activa —de toda, de trabajadores y de empresarios— y las instituciones, “ahí tenemos unos grupos de presión que son claramente beneficiarios de la situación actual”. Una versión española y resumida, esta última parte, de las instituciones inclusivas o extractivas teorizadas por Daron Acemoglu y James A. Robinson.
Sin dar soluciones, este profesor llama la atención sobre estos obstáculos que lleva a que “se esté creando empleo de las mismas características que antes de la recesión, antes de que se pusiera de manifiesto que así no se mejora el bienestar de los ciudadanos, y esto se va a acelerar en el futuro”, a no ser que los vientos proteccionistas “provoquen un descalabro total de la economía mundial”. Cambiar la dinámica de trabajo precario y frágil se antoja vital, porque él es de los convencidos de que con la revolución tecnológica el empleo va a crecer: “Pasó en la revolución industrial, también hubo protestas acerca de la desaparición del empleo. Y luego, en la segunda revolución industrial, Europa pasó una crisis muy notable: la gente no tenía empleo y tenía que emigrar”.
Pero partiendo de la historia, de un tiempo más largo que la última cifra divulgada sobre el mercado de trabajo, Palafox advierte de que “estas grandes transformaciones del planeta significan que el empleo crece en unas partes y no en otras. Y España debe tener presente que puede ser una de las partes en que no crezca. Todavía faltan más de dos millones de empleos para volver al nivel que teníamos antes de la crisis. Entonces nos dicen que la revolución digital va a destruir empleo, pero hay países en que ha crecido y ha crecido bastante. Alemania, por ejemplo. En España tenemos un 18% menos de empleo que 2008. En Reino Unido se han creado 1,7 millones de empleos. En Alemania 2,9 millones en relación con 2008”.
Durante la conversación telefónica, este profesor alude a en reiteradas ocasiones a uno de los males del mercado laboral español: la baja productividad. No encuentra la causa, pero sí recurre a sus propias investigaciones para apuntar que viene de largo. “Aquí solo se preocupan de que trabajemos muchas horas, pero no de estar a la última en cuestiones del mecanismo”, cita, haciendo suyas unas palabras de un obrero textil de hace un siglo en las que venía a lamentar la falta de inversiones en lo que hoy se llama de forma mucho más sofisticada… e ininteligible (I+D+i).
Palafox señala con hiriente mesura que España está haciendo “una pasiva adaptación a la realidad mundial”. ¿Por qué? Porque es verdad que las exportaciones están creciendo, pero otros países “se han integrado mejor apropiándose de mayor parte del valor añadido en ese nuevo marco mundial”.
Esto, apunta el ensayo prorrogado por Josep Fontana, está relacionado con la falta de empresas transnacionales que sean la cabeza de cadenas de producción mundiales en las que “el empleo puede estar en un país y el valor añadido en otro”. Y ahí lo ejemplifica con una industria que recibe aplausos recurrentes por su capacidad exportadora: “Solo el 54% [del volumen total de exportación] es valor añadido español. El resto es producto previamente importado. En Alemania y Francia son más bajas”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.