Un último escollo a los 116 años: un fallo informático le deja sin pensión
Un "error de calibración" en el sistema informático de un banco mexicano niega a la mujer más mayor de Jalisco la posibilidad de cobrar una prestación social. El motivo: supera los 110 años
Los 1.200 pesos (63 dólares) que percibía cada mes María Félix Nava eran su principal sustento económico hasta que un cambio burocrático en su país natal, México, le obligó a abrirse una cuenta bancaria y obtener una tarjeta. Pero 116 años son demasiados para poder ejercer este derecho. Félix Nava ha vivido un siglo completo y casi dos décadas de otro. Quedó huérfana y sin hermanos cuando todavía era una niña, justo antes de la Revolución mexicana: nunca más supo de ellos. Pasó dos años vagando por Laguna Grande (Monte Escobedo, Zacatecas, centro de México) sin más ayuda que la que los vecinos le proveían —”comía nopales [un tipo de cáctus habitual en la dieta mexicana] y quelites [hierbas silvestres comestibles]; los frijoles y el maíz eran un lujo”, relata por teléfono— hasta que una familia la recogió de la calle. No pudo estudiar –ni siquiera sabe leer ni escribir– y se casó a los 22 años y tuvo 10 hijos, seis de ellos ya fallecidos; 20 nietos; 56 bisnietos y 23 tataranietos. Y nunca imaginó que, tras una vida marcada por la adversidad, se encontraría con un último escollo que le traería de cabeza a punto de cumplir 117 años.
En enero pasado, cuando –con la ayuda de su hija Marina, su sombra día y noche– se disponía a cobrar la ayuda social que le corresponde por su precaria situación económica, se le denegó la operación. Félix Nava llevaba casi un año recibiendo esa prestación para mayores de 65 años en situación de vulnerabilidad: hasta este enero, el dinero se depositaba en una cuenta conjunta de la que los 50.000 beneficiarios del programa asistencial podían disponer mensualmente de la cantidad asignada. “Pero la normativa cambió y obligó a estas personas a tener una cuenta bancaria individual en la que recibirían su dinero”, explica Miguel Castro, secretario de Desarrollo e Integración Social de Jalisco, el Estado en el que Félix Nava vive desde hace cinco décadas. Ahí empezó su peripecia: al solicitar la apertura de la cuenta corriente individual y una tarjeta asociada, el sistema de Citibanamex le denegó el trámite por superar los 110 años.
“Me dijeron que ese era el límite”, afirma con cierta resignación y una voz vigorosa para su avanzada edad. El banco se justifica en un error de calibrado del sistema informático para emisión de nuevas tarjetas. “No estaba calibrado para otorgar tarjetas para mayores de 110 años. Era la primera vez que una persona tan mayor solicitaba”, explica Francisco Cabellero, jefe de Comunicación social de Citibanamex. “El sistema ya ha sido corregido y recalibrado, y la edad ya es ilimitada”. Aunque por cuestiones informáticas y no de voluntad del banco, tal y como reitera la entidad, la barrera incumplía la propia Constitución mexicana —“queda prohibida toda discriminación motivada por (...) edad (...) o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”—.
El caso llegó, casi tres meses después, a oídos del Gobierno de Jalisco gracias a los medios de comunicación. “Nos enteramos gracias a la prensa local”, relata Castro. “Le extendimos un cheque nominativo y le acompañamos en el proceso. Pero el caso es un ejemplo más de la burocracia; no solo de los bancos, sino también nuestra, de las autoridades: hay 55 personas más que no han podido percibir la ayuda tras el cambio de normativa”, relata el responsable de asuntos sociales de la entidad federativa. “No debe volver a ocurrir”.
A sus 116 años, Félix Nava es la mujer más longeva de Jalisco. “Y creemos que una de las más mayores de México, aunque eso nadie nos lo ha confirmado”, dice su hija Marina. Hasta que recibió el cheque por los tres meses no cobrados, ambas salieron adelante como pudieron con la misma prestación que cobra su hija, con la ayuda de sus nietos y bisnietos y de una asociación sin ánimo de lucro de Tlaquepaque (área metropolitana de Guadalajara), donde viven, y con los pocos pesos que sacan en el improvisado puesto de golosinas y dulces que montan cada día en la puerta de su casa. “Pese a su edad es completamente independiente”, subraya Fernanda, una amiga de la familia. Y, pese al disgusto, Félix Nava luce satisfecha: “Estoy bien; solo rezo para que todo siga igual”.
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