Los bancos argentinos ya no saben dónde meter tantos billetes
La decisión del Banco Central de no aceptar efectivo de las entidades colapsa el sistema financiero, afectado por años de sobre emisión de billetes de muy baja denominación
Las bóvedas de los principales bancos de Argentina están desbordadas de billetes. La cantidad de pesos en circulación es tan inmensa que las entidades bancarias han tenido que pagar a las compañías de transporte de caudales para que se los guarden y también ellas se han quedado sin espacio para almacenarlos. En Argentina, con una economía en negro que ronda el 35%, buena parte de la vida funciona en metálico. Y con billetes pequeños, el dinero ocupa un espacio que es un problema enorme para los bancos y las compañías de seguridad que lo trasladan. Además, el dinero acumulado pierde valor casi cada minuto en un país que cerró 2016 con una inflación del 40%.
El exceso de billetes en Argentina ni siquiera sonaría irresistible a oídos de un ladrón de bancos. En caso de lograr burlar todas las medidas de seguridad, se encontraría con que gran parte del botín custodiado son billetes de 100 pesos (6,3 dólares). El kirchnerismo lo mantuvo como la moneda de mayor denominación durante sus casi 13 años de gestión pese al rápido aumento del costo de vida. A fines de 2015, los billetes de 100 pesos representaban cerca del 90% de los más de 6.000 millones de papeles en circulación en Argentina y los cajeros automáticos se vaciaban con rapidez. El Gobierno de Mauricio Macri puso billetes de 200 y 500 pesos en circulación, pero aún hay muy pocos: los de 100 representan el 70% del total en un país que se ha convertido en el más caro de América Latina. 100 pesos es lo que cuestan dos cafés con leche en un bar céntrico de Buenos Aires. Según la media histórica, el billete de mayor denominación de Argentina debería ser ahora de 1.000 pesos.
"Es un problema grave. Se originó durante el Gobierno pasado, cuando Argentina tenía una inflación elevada, por encima del 20% y la denominación de los billetes no acompañó el ritmo de inflación y el exceso de emisión monetaria. La gran cantidad de billetes físicos generó una bola de nieve enorme para el sistema financiero", señalan fuentes bancarias.
A la saturación de pesos emitidos en la recta final de la presidencia de Cristina Fernández se le sumaron en los últimos meses los millones de dólares que hizo aflorar la amnistía fiscal del Gobierno macrista. Pero todo terminó de explotar a principios de 2017, semanas después de que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) dejase de aceptar dinero de los bancos como forma de presión para su campaña de fomento de los medios electrónicos de pago. Hasta entonces, si a los bancos les sobraba dinero, lo enviaban al BCRA y este los convertía en un depósito electrónico en su cuenta bancaria, sin otro cargo que el del transporte.
Un miembro de la Cámara de Transportadores de Caudales, que prefiere no revelar su identidad, resume el problema: "Cuando el Banco Central dejó de guardar los billetes de los bancos todo se complicó. Hemos tenido que multiplicar los viajes de los camiones de caudales y aumentar la mano de obra para el recuento de billetes en nuestras bóvedas. Es una locura. Todas las instalaciones, las de los bancos y las nuestras, están desbordadas. Nuestra cúpula central en Buenos Aires se llenó por completo, casi no se podía cerrar la puerta. Tuvimos que depositar parte de los billetes en una zona de seguridad fuera de la bóveda. Llevo 40 años en esto y no había visto nada igual. También tuvimos que aumentar los seguros. Poco a poco se está reorganizando, pero ha sido muy complicado".
Desde el BCRA afirman que el objetivo es hacer más eficiente todo el sistema. En vez de aceptar pesos han puesto en marcha una plataforma para que los bancos que tienen excedente de billetes se los pasen directamente a aquellos que tienen una gran demanda de efectivo, como los bancos públicos desde los que se pagan los sueldos de los funcionarios. Por otro lado, se imprimen cada vez más billetes de 500 y antes de que termine el año estará también en circulación un billete de 1.000 pesos.Paralelamente, se ha acelerado la destrucción de billetes deteriorados gracias a la adquisición de una máquina alemana que tritura unos cinco millones de papeles por día y llegará a los diez millones cuando funcione a pleno rendimiento.
"La decisión del Gobierno anterior de no hacer un billete de mayor denominación hacía que los billetes de 100 se usen por un tiempo superior a su vida útil, que es de entre 18 y 24 meses, por la inflación y debido a la falta de un billete más grande", explican desde el organismo presidido por Federico Sturzenegger. El pico del problema ha quedado atrás, pero aún a ese ritmo de destrucción de papeles deteriorados e incluso con el de 1.000 pesos ya en las calles, se necesitarán muchos meses para normalizar la situación.
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