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La mayor cadena de joyas de EE UU afronta una demanda colectiva por acoso sexual

Las declaraciones de 250 empleados revelan que la firma hacía la vista gorda con casos de discriminación y abusos graves

Kay Jewelers en Collierville, Estados Unidos
Kay Jewelers en Collierville, Estados UnidosGetty Images

“Cada beso (kiss) empieza con Kay”. Es el lema que pone el broche a los anuncios de la popular cadena de joyerías de Estados Unidos. Pero hay poco de romanticismo en la trastienda de estos locales que definen la estampa de los centros comerciales en Estados Unidos. Sterling Jewelers, la dueña de Kay Jewelers y de Jared the Galleria of Jewelry, se enfrenta a una demandada colectiva apoyada en las declaraciones de 250 empleados que acusan a sus gestores de haber fomentado una cultura que alimenta el abuso y la discriminación sexual a todos los niveles.

Los documentos del litigio se hicieron públicos el pasado domingo. Pero la filial de Signet Jewelers lleva cerca de una década batallando una a una las denuncias presentadas por decenas de antiguas empleadas que acusaban a la compañía de pagarles de forma sistemática menos que a sus colegas los hombres, incluso si estos rendían menos que ellas. En los casos más extremos, eran presionadas para tener relaciones sexuales con sus supervisores para poder escalar posiciones.

Sterling Jewelers opera cerca de 1.500 tiendas de Kay y Jared por todo el país. Es la compañía dedicada a la venta de joyas más importante. Las afectadas por estos casos de abusos y discriminación sexual trabajaban en locales dispersos por toda la geografía estadounidense, desde Pensilvania pasando por Florida, Nevada, Indiana y hasta Massachusetts. La demanda colectiva cubre a 69.000 empleadas actuales o que estuvieron en su nómina en el pasado.

Las primeras denuncias datan incidentes que ocurrieron en 2002. Joseph Sellers, el abogado que lidera la demanda colectiva, considera que la compañía denigra a sus empleadas al permitir que fueran tratadas como “objetos sexuales”. Es lo que refleja el testimonio que hizo bajo juramento Diane Acampora, en el que cita las constantes referencias que hacían los supervisores y los ejecutivos de sus subordinadas utilizando una terminología vulgar.

Como ella, otras empleadas víctimas de los abusos hablan de tocamientos y de la solicitud de relaciones sexuales como si se tratara de algo que va en el contrato. La documentación que apoya la demanda colectiva afirma que empleadas como Acampora fueron forzadas a evitar quejarse del tratamiento que recibían, que en los casos más extremos se afirma llegó al asalto sexual y la violación.

Incidentes similares los sufrieron Mandy Lee Alva, que cuenta como el jefe de su tienda hacía comentarios en público sobre sus senos. Puso una queja después ante los recursos humanos, pero no tuvo respuesta. Los títulos de Signet caían más de un 8% este martes. La compañía se limita a decir que estas alegaciones corresponden a un pequeño número de personas y no representan la cultura de la compañía y precisan que la demanda colectiva no incluye el abuso.

Entre los acusados de haber recibido favores sexuales se encontraría Mark Light, el consejero delegado de Signet. La causa legal contra el conglomerado se inició hace ahora nueve años, con la demanda presentada por una docena de empleadas porque se le negaban oportunidades de ascenso por su género. Hasta ahora el arbitraje se llevó al margen de los tribunales. Los abogados de las denunciantes esperan que el caso llegue a juicio este otoño.

Signet, que perdió el 40% de su valor bursátil durante el último año incluyendo el desplome de este martes, ya indicó en el último informe a los inversores que este caso podría ocasionarle cuantiosas pérdidas si lo pierde en los tribunales. La facturación anual de la compañía ronda los 6.000 millones de dólares.

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