“En la economía rusa falla el entorno institucional”
El físico y economista habla de los problemas y desafíos para el futuro del país euroasiático
Para bien o para mal, desde un punto de vista geopolítico 2016 va a terminar siendo el año de Rusia. De Wisconsin a Uzbekistán, la presencia de Moscú en el noticiero internacional ha sido la mayor en décadas. Por otro lado, desde un punto de vista económico, el mayor país de la Tierra sigue entre dos aguas. Tras la durísima caída del PIB de 2015, un -3,7%, Rusia terminará el año en recesión, según las últimas previsiones del FMI, para entrar en una tenue recuperación en 2017. El físico y economista ruso Ilya Voskoboynikov, investigador de la Escuela Superior de Economía de Moscú, y autor de varios informes sobre la evolución de la economía de su país, ha estado en Madrid para participar en el seminario de Historia Económica del Instituto Figuerola de la Universidad Carlos III.
Para Voskoboynikov, "el estado de ánimo del mundo económico ruso es de estancamiento: no caemos pero no crecemos". Dos factores pesan en el marasmo del gigante euroasiático: primero, la evolución de los precios del petróleo, lo que influye tanto en el peso del crudo en sí en la economía como en los precios de la energía; segundo, el régimen de sanciones por parte de la Unión Europea y Estados Unidos tras la intervención en Ucrania y la invasión de Crimea en 2014.
Con respecto a esto último, el historiador y economista se declara "optimista" acerca de un potencial levantamiento de las sanciones tras la elección de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. "Hay división de opiniones en la Unión Europea y no esperamos una presión tan fuerte desde EE UU", explica. Además, considera que "no hace falta un reconocimiento político de que no hay sanciones. Las sanciones dependen en una serie de normas y algunas de ellas ni siquiera están escritas, son informales. Aun si solo fuesen esas sanciones informales las que se debilitasen, habría potencial para el crecimiento".
Por otro lado, la evolución del mercado del crudo, con los primeros acuerdos para estabilizar la producción ya en marcha, "Si el precio del petróleo se mantiene a niveles de entre 40 y 50 dólares, será suficiente para un crecimiento del 1% al 2%. Pero eso ni de lejos es suficiente para ponerse a la altura de otros países emergentes". En todo caso, Voskoboynikov considera que el mercado está atento a las evoluciones políticas para mover ficha. "Muchos inversores, incluso algunos occidentales, ven oportunidades para invertir en Rusia. Es un mercado muy grande desde todos los puntos de vista".
Pero los problemas de la economía rusa son más profundos. El país se enfrenta al desafío de reducir la dependencia de su economía del petróleo y del gas, que en 2014 representaba alrededor de dos tercios de sus exportaciones. "En el seno del Gobierno ruso hay un debate. El Banco Central insiste en objetivos de inflación de hasta el 4% para prover alguna estabilidad y crear un medio ambiente favorable a inversiones a largo plazo. Hay otros que dicen que rompamos el objetivo de inflación con el fin de estimular el crecimiento, Personalmente, yo prefiero la posición del Banco Central".
Voskoboynikov rechaza frases como la de Barack Obama en su rueda de prensa de fin de año: "Son un país más pequeño y más débil que nosotros", afirmó refiriéndose a Rusia. "Su economía no produce nada que nadie quiera comprar, salvo petróleo, gas y armas. No innovan". "Ya no necesitamos ya producir los mejores aviones o los mejores coches del mundo sino producir cosas para Boeing o Mercedes-Benz", afirma el economista ruso. "En ciertas áreas, la industria rusa ya ha hecho ese trabajo a finales de la década de los noventa y a principios de la de 2000, sobreviviendo en un ambiente competitivo muy duro y suministrando esos bienes para cadenas de producción globales. Si las fronteras se abriesen un poco más, el efecto podría ser importante".
Pero avisa: ese proceso está lejos de estar terminado. "Uno de los problemas básicos de la economía rusa es el atraso tecnológico en muchos niveles", explica. "Para la mayoría de los rusos, la tecnología quiere decir algo sofisticado como lanzar a nuestra gente hacia la Luna. Pero eso no es lo que necesitamos para mejorar nuestras tasas de crecimiento, sino disminuir los costes de producción. Básicamente, lo que hace falta es buscar tecnología. Si una empresa española consigue que los pepinos crezcan mejor en Rusia, deberíamos comprar esos métodos y aplicarlos. Estaría bien estimular estas tecnologías de forma que vayan a industrias distintas del petróleo y del gas".
Pero para lograr ese objetivo, Moscú necesita crear un entorno favorable para los negocios. "Lo que falla es el medio ambiente institucional del país. Si tú eres un inversor, hay que pensar en largo plazo, no necesitas un año, necesitas cinco o diez. Para eso, el medio ambiente necesita ser el mismo, tener seguridad jurídica y oportunidades de acceder a créditos".
"Otro de los problemas es el mercado de trabajo", continúa Voskoboynikov. "En Estados Unidos, las empresas demuestran una volatilidad muy grande, pero tienen muy claro el proceso que lleva de una empresa pequeña a una mediana a una grande, desde el garaje hasta la gran corporación internacional. En Rusia no pasa eso: es difícil despedir, por ejemplo. Por eso está creciendo el trabajo informal y hay muchos pagos en negro, en sobres".
Estabilidad y eficiencia
Tradicionalmente, el Kremlin ha preferido la estabilidad a la eficiencia, y el economista no ve mucho entusiasmo por parte del Gobierno de Vladímir Putin para cambiar las cosas. "Formalmente, Putin y [el primer ministro Dimitri] Medvedev dicen que defienden los negocios y las empresas y que trabajan para que se puedan reducir costes, pero no veo que se esté avanzando", considera. "Si el Gobierno cambia su foco a favor de las empresas en lugar del trabajo o del propio gobierno, será una saludable ayuda", continúa. "Si en enero vas al Foro Gaidar, uno de los foros económicos más importantes de Rusia, todo el mundo va a hablar de reformas estructurales, pero no saben lo que significa".
La nominalmente alambicada estructura formal de poder en Rusia, con 46 provincias, 21 repúblicas autónomas, nueve marcas, cuatro distritos autónomos, dos ciudades federales (Moscú y San Petersburgo) y la Provincia Autónoma Judía en Siberia (sin contar Crimea, cuya anexión rechaza la comunidad internacional) complica las cosas. "A nivel local las reformas no se hacen o no se aplican. Para la Duma [el parlamento federal] es mucho más fácil prohibir las cosas", enfatiza con un golpe en la mesa.
Por último, Voskoboynikov apunta ciertos problemas culturales. "Tenemos un problema como sociedad: no nos gusta tomar decisiones ni hacernos responsables, preferimos negar la existencia del problema y quejarnos", considera. "Estamos orgullosos de nuestros éxitos en el espacio, no contamos costes ni conectamos con el hecho de que sería mejor usar ese dinero para mejorar la calidad de la salud y la educación. Comprendemos que es bueno ser listo, pero no entendemos en qué sentido ese capital humano debe usarse en la nueva economía".
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