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La clase media china jubila los fideos instantáneos

El progreso socioeconómico y los cambios en los hábitos alimentarios hacen caer el consumo de uno de los productos más icónicos del país

Varios pasajeros comen fideos instantáneos en la estación de tren de Shenyang.Vídeo: Xinhua/CordonPress | Marc. M. Sarrado

Están en todos los supermercados. Su particular olor impregna los trenes, las residencias de estudiantes y los dormitorios de trabajadores migrantes en China. Pero cada vez menos. Víctima del profundo cambio socioeconómico del país, los fideos instantáneos viven su particular ocaso en el menú de la creciente clase media china. La misma vitalidad económica que aupó este producto como un símbolo de desarrollo ejerce ahora de verdugo: los chinos quieren comer más variado y saludable, y los fideos instantáneos ya no satisfacen el paladar de los ciudadanos ni en lo uno ni en lo otro.

China es con diferencia el país que más come fideos instantáneos del mundo, pero su consumo cayó en 2015 por cuarto año consecutivo. En 2011 se alcanzó el pico de ventas con 48.380 millones de paquetes, es decir, una media de 37 raciones por persona y año, o algo más de tres por mes. El año pasado esta cifra se redujo hasta los 36.250 millones, un desplome del 25% en apenas un lustro.

Tradicionalmente el prototipo de consumidor de fideos instantáneos ha respondido o bien a una persona de nivel económico bajo que reside en las zonas urbanas —un paquete puede costar alrededor de 3 yuanes (40 céntimos de euro)— o a aquél que busca disponer de una comida rápida y fácil de preparar, sin importarle mucho la calidad o el valor nutricional de lo que ingiere.

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Con el desarrollo económico en China y el cambio en los hábitos de consumo, los fideos salen perdiendo en ambos frentes. Por un lado, la renta de los ciudadanos crece año tras año gracias al aumento de los salarios, lo que favorece un mayor gasto en productos más caros, variados y saludables. Por otro, los llamados en mandarín fangbian mian (literalmente fideos de conveniencia) ya no son el único producto de fácil acceso: el auge de las aplicaciones para pedir comida a domicilio en las grandes ciudades del país hace que, por pocos yuanes más, uno pueda tener al alcance de la mano muchas más opciones sin tener que salir de casa.

Además, los expertos coinciden en que el sector no ha sabido adaptarse al cambio de los gustos del consumidor chino: "Mientras los ciudadanos persiguen alimentos de calidad, los fideos instantáneos siguen estando muy dirigidos a las personas que buscan precios bajos. No gustan ni a la clase media actual ni a la futura, es decir, a los millenials: barato, producción en masa, forma de vida poco saludable... no son conceptos con los que la gente quiera verse etiquetada", explica Lin Chen, profesora de marketing de la escuela de negocios CEIBS.

Las empresas que dominan este sector en China notan este cambio. La taiwanesa Ting Hsin, a través de su filial en China Ting Yi y cuya marca Master Kang tiene una cuota de mercado del 52%, ha visto hasta junio como los beneficios de la división de fideos instantáneos han caído un 60%, principalmente por el desplome de las ventas. La compañía lanza cada año nuevos sabores y trata de recuperar las ventas con versiones más elaboradas (y caras), pero sigue sin poder frenar la caída del negocio. "El mayor problema es que la estructura industrial, en términos de posicionamiento y calidad del producto, sigue siendo muy baja. Cuando esto mejore de forma sustancial, y si se logra cambiar la percepción de los consumidores, entonces podríamos ver un repunte", asegura Zhu Danpeng, investigador del Instituto de Marcas de China.

La decadencia en China de estos fideos instantáneos coincide con cierto despertar en su consumo en Europa. En España, por ejemplo, varias marcas han lanzado platos preparados instantáneos a imagen de los de marcas chinas con bastante aceptación en el mercado, especial entre los jóvenes. Pero las cifras de compra son muy residuales en comparación con Asia.

El gran golpe al sector en China, siempre protagonista de rumores sobre lo poco saludable de sus productos, fue el escándalo alimentario que afectó precisamente a Ting Hsin. Una de las filiales del gigante alimenticio había vendido aceite de cocina no apto para el consumo humano que contenía aditivos ilegales. La empresa siempre negó que los productos vendidos en China continental estuvieran afectados por el escándalo, pero la duda ya estaba sembrada. Meses después sí se admitió haber usado aceite "de mala calidad", aunque no ilegal, para fabricar algunos de sus fideos.

Desde Ting Yi rechazaron hablar con este periódico sobre este caso y su estrategia para revertir la tendencia a la baja del negocio. Desde la Asociación Internacional de Fideos Instantáneos, con sede en Tokio, recuerdan que "un problema de calidad de una sola compañía en cualquier lugar del mundo podría provocar la desconfianza de los consumidores en el producto y derribar a toda la industria".

Con una clase media china en aumento (un informe de la Unidad de Inteligencia de The Economist estima que pasará de 100 a 500 millones de personas en una década), el sector tiene un reto importante: "A medida que los ingresos de la población suben y el consumo mejora, los beneficios de este sector tal como está planteado hoy en día sólo pueden caer. La única salvación es cambiar por completo la naturaleza de los fideos instantáneos: innovar de forma drástica, encontrar nuevas estrategias de marketing y, en definitiva, establecer la etiqueta de saludable", sostiene Zhu.

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