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Fallece Joaquín Rivero, uno de los señores del ladrillo

El empresario presidió Metrovacesa y Bami en los años del ‘boom’ inmobiliario

Miguel Ángel Noceda
Joaquín Rivero, en una imagen de archivo
Joaquín Rivero, en una imagen de archivoLuis Sevillano

Era uno de los señores del ladrillo, protagonista de primera fila del boom inmobiliario español desde las firmas Bami y Metrovacesa, con las que engordó su patrimonio y el de muchos de sus colaboradores y construyó un pequeño imperio que le llevó a entrar en la lista de las 1.000 personas más ricas del mundo. Y que luego se desmoronó. Joaquín Rivero Valcarce murió el domingo a los 72 años, tras manifestársele días antes una enfermedad degenerativa neuronal de rápida evolución, en Jerez de la Frontera, ciudad en la que había nacido y donde tenía fijada su residencia y su poderosa pinacoteca particular.

Perteneciente a una familia prócer de Jerez (era primo de Teresa Rivero, esposa de José María Ruiz-Mateos) Joaquín Rivero fue un sagaz empresario que vio un filón en el sector inmobiliario desde joven. De espíritu claramente emprendedor, optó por dejar en segundo plano los negocios bodegueros de su familia (propietaria de Bodegas Tradición) para adentrarse en el mundo del ladrillo, que seguramente veía más prometedor. Con 23 años creó una empresa de materiales de construcción. Luego fundó la constructora Riobra, que encontró su radio de acción en la Costa del Sol. Después ya entró de lleno en el negocio inmobiliario con distintas compañías (Marble Centre, Benalmar, Inmonet…) desde las que impulsó operaciones muy atrevidas que contaron con la complicidad de las autoridades.

El gran salto lo dio con Bami, de la que tomó el control a mediados de los noventa. Desde entonces no paró. En 2000 lanzó una opa sobre Zabálburu, cuatro veces mayor, y dos años después se lanzó a por Metrovacesa, en la que el BBVA estaba de retirada. Desde Metrovacesa, que presidió entre 2002 y 2007, lanzó una opa sobre Gecina, una de las mayores inmobiliarias francesas, por 5.000 millones de euros.

La operación reflejaba el desmedido afán de un sector dominado por el dinero fácil. La burbuja estaba en su punto álgido y nombres como los de Luis Portillo, Manuel Jove, Fernando Martín, Rafael Santamaría, Domingo Díaz de Mera, Francisco Hernando (El Pocero) o Bautista Soler se habían convertido en habituales en los medios de comunicación, tanto de las páginas salmón como de las rosas.

En esa etapa en la que parecía valer todo y las operaciones inmobiliarias se sucedían por todo el territorio patrio, Rivero tuvo que repeler una opa hostil lanzada por el grupo italiano Caltagirone, en la que contó con el apoyo de varios colegas, entre ellos la familia catalana Sanahuja con la que no tardaría en mantener una batalla encarnizada por el control de Metrovacesa. Los Sanahuja se habían convertido en los primeros accionistas. Hubo opas y contraopas. Tras un año con las espadas en alto y mandobles a diestro y siniestro, el asunto acabó con un acuerdo salomónico (con su aliado Soler se quedó con Gecina y los Sanahuja, con Metrovacesa) y Rivero refundó Bami.

Pero la crisis le pasó factura. La burbuja estalló sin que ni Rivero ni la mayor parte de sus colegas hubieran hecho los deberes. Bami acabó en liquidación. Metrovacesa está ahora bajo control del Santander. Y Rivero se enfrentó a varias causas penales y administrativas. La Fiscalía Anticorrupción le acusó de información privilegiada en la compra de Metrovacesa que él siempre negó. En Francia, el Tribunal Correccional de París le condenó a cuatro años de cárcel y una multa de 375.000 euros, así como a una indemnización de 208 millones, por malversación y blanqueo en la gestión de Gecina.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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