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TURISMO: LA OTRA CARA DEL MOTOR ECONÓMICO / 1

El mar del ladrillo

Marina d’Or, erigido durante los años del ‘boom’, es el paradigma de la depredación urbanística de la Comunidad Valenciana causada por el turismo de sol y playa

Vídeo: Gianluca Battista
Daniel Verdú

Hubo un tiempo en que el sueño del español que accedía al recién inaugurado mundo de la clase media consistía en tener una segunda residencia en la playa. La línea más recta hasta el mar de millones de ciudadanos de la Meseta conducía inexorablemente hasta Valencia y Alicante, y la distancia que hubiese entre la ventana del apartamento recién hipotecado y la playa era inversamente proporcional a la felicidad de toda la familia. La ecuación propició en dos décadas uno de los mayores crecimientos urbanísticos de Europa y a uno de los fenómenos de depredación del territorio vinculados al turismo nacional —significa el 14% de su PIB— que mejor explican la burbuja inmobiliaria española. Hoy, la Comunidad Valenciana busca reformular ese modelo y ofrecer a la gente que viene de fuera algo más que ladrillos con vistas al mar. Pero las cicatrices ya nunca podrán borrarse.

Marina d'Or, ciudad de vacaciones (como ellos mismos se publicitaban) es un claro ejemplo de ese extraño sueño de verano español. Esta bestia de cemento que comenzó a erigirse en 1983 donde solo había “un secarral”, en palabras de uno de los empleados que acompaña a EL PAÍS por sus inmediaciones, está compuesta hoy por cinco hoteles, cerca de 15.000 apartamentos, decenas de parques de ocio, un balneario, más de veinte restaurantes, desfiles de carrozas cada noche… Un imperio erigido en la misma localidad donde los Aznar veraneaban (Oropesa del Mar) y cuyo proyecto de expansión —paralizado por el Tribunal Supremo— sirvió de coartada para la construcción del aeropuerto fantasma de Castellón. Los aviones siguen sin apenas aterrizar, el expresidente de la Diputación, Carlos Fabra, está en la cárcel y Marina d'Or intenta reformular el sueño de su promotor Jesús Ger a través de Mundo Ilusión, una nueva fantasía de 18 millones de metros cuadrados al otro lado de la carretera por la que se interesó el el Grupo Wanda, del superempresario chino Wang Jianlin.

Vista aérea de Marina d'Or.
Vista aérea de Marina d'Or.Martí Domenech

Abreviando el análisis podría decirse que la destrucción del litoral valenciano se compone de tres letras: PAI (Programa de Actuación Integrada). Durante años, el gobierno de la Comunidad de Valenciana, en manos del PP desde 1995 hasta 2015, tiró de esa fórmula legal para dejar hacer a los ayuntamientos lo que les parecía conveniente. Durante ese tiempo se reclasificaron 108 millones de metros cuadrados de suelo no urbanizable, 92 de los cuales fueron durante la etapa del boom y al margen de los planes generales. En algunas bodas, cuentan testigos, llegó a gritarse aquello de: “¡Viva los PAI!”.

Desde 1995 a 2005, durante los gobiernos del PP, se reclasificaron 109 millones de metros cuadrados

La entrada del PSOE y Compromís en la Generalitat ha propiciado la paralización de muchos de esos planes y de todos los desarrollos a menos de 500 metros de la costa. “Aquí la marca del PP se vinculó a la gallina de los huevos de oro que era la construcción. Se abandonó el sector productivo tradicional y se fió a la construcción a costa de la depredación del territorio. La misma empresa pública de vivienda era un agente más del sector. Se gestó un modelo del Levante feliz y estamos sufriendo las consecuencias”, analiza María José Salvador, la nueva consellera de Territorio y Vivienda.

En invierno y entre semana las calles de este monumento al sol y playa son un desierto. Muchos veraneantes, la mayoría de Madrid, compraron aquí un apartamento durante los años dorados. Algunos lo perdieron, otros lograron deshacerse de él y muchos siguen conservándolo porque les gusta venir. Martín García, vecino de Alcalá de Henares, adquirió el suyo hace 14 años. Pagó por él unos 200.000 euros, recuerda, y hoy sabe que no le darían ni 120.000. “Muchos compraron para especular y los pisos se han quedado vacíos. Además, como no votamos aquí, el Ayuntamiento de Oropesa del Mar no se preocupa de nosotros: nos estamos quedando sin servicios y los jardines están abandonados”, protesta en la pequeña biblioteca que ha construido junto a la playa este grupo vecinal. Como les ignoran, señala, están organizándose para montar un partido político para las próximas municipales.

En la fachada de esos pisos cuelgan ahora anuncios de inmobiliarias de bancos. La Sareb se quedó muchos de los apartamentos vacíos de Marina d'Or y la empresa ahora se ha redirigido hacia el turismo hotelero (el 90% son españoles seducidos por el reclamo de los bajos precios que permiten tener una habitación en un cinco estrellas por 70 euros). “Ya no somos una inmobiliaria”, insiste Jorge D., rodeado de árboles vivientes y toboganes de agua, en el Jardín Encantado, uno de los pequeños parques de atracciones para niños que la empresa ha construido por toda la urbanización. Hasta que consigan desencallar su macroproyecto unos kilómetros más allá, la empresa explota ahora sus hoteles y todos los servicios generados alrededor (restaurantes, tiendas, alquileres,...).

El litoral valenciano tiene ya apenas lugares vírgenes. El PP dejó atados planes urbanísticos que permitía a pueblos como El Puig duplicar su población; a Cabanes multiplicarla por 20, a Orpesa por 10, a La Vila Joyosa por 2, o a Benaguasil por 3. Como contaba Rafael Chirbes en sus novelas, el mar atrajo al ladrillo y el ladrillo a la corrupción. Lugares como la Playa de l'Ahuir son ahora los últimos reductos del litoral sin construir. Pero aún así tenía previsto un desarrollo urbanístico.

“Vivimos una versión equivocada del turismo”, señala el secretario del ramo

Por eso el nuevo Gobierno quiere reformular el modelo turístico, hasta ahora basado en el visitante nacional. Se han desclasificado ya 13 millones de metros cuadrados y se busca ofrecer una nueva versión del lugar a los visitantes. El secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer (PSOE), habla en su despacho del modelo turístico de la Comunidad. Él mismo, alcalde durante 9 años de la ciudad de Benicàssim, redujo la edificabilidad de ese municipio un 66%. “Durante años vivimos una versión equivocada del turismo. Es un sector honorable que tiene que ver con la identidad de una sociedad, con ser buen anfitrión y mostrar la cultura y el patrimonio que uno tiene. Pero se confundió con la locomotora inmobiliaria y con el abuso del monocultivo de la segunda residencia desconsiderando la capacidad de carga del territorio”, señala. El departamento que dirige quiere enterrar ahora esos años y mostrar al mundo un lugar genuino. Queda por dilucidar ahora si, después de tantos años, el ladrillo en primera línea de playa forma ya parte del catálogo de productos autóctonos.

Una fantasía paralizada por el Supremo

Apoyado en otro PAI, Jesús Ger pretendía también urbanizar 18 millones de metros cuadrados y construir 3 campos de golf, 10.000 plazas hoteleras y un parque temático de 800.000 metros cuadrados entre los municipios de Oropesa y Cabanes. Tendría un nuevo balneario con capacidad de hasta 7000 personas al día, un hotel-acuario para dormir rodeado de más de 12.000 peces tropicales. También pistas artificiales de esquí a orillas del mar, campos de golf diseñados por Greg Norman, paseos en góndola y una réplica de la Torre Eiffel de siete pisos de altura. Todo ello después de haber declarado su división inmobiliaria, Comervi, en concurso de acreedores y estando estos todavía pendiente de pago. “Son empresas independientes y los únicos lazos es la coincidencia del accionariado", defienden en Marina d'Or.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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