Saliendo
La estrategia del Reino Unido debería centrarse en perseguir un acuerdo "a la noruega”
Las reacciones de los mercados financieros al resultado del referéndum británico en la primera semana han sido importantes y se han dejado sentir en muchas variables, pero en general no han estado lejos de lo que cabía esperar y se puede decir que han sido ordenadas. Como se esperaba, la libra experimentó una fuerte caída (11%), consistente en un elevado déficit por cuenta corriente y con perspectivas de menor crecimiento. También el euro se depreció (4%), mientras otras divisas refugio, como el dólar, el franco suizo y, sobre todo, el yen, se apreciaron. Los diferenciales de deuda de países periféricos han estado contenidos, aunque es cierto que son mercados fuertemente intervenidos a través de las compras del programa de expansión cuantitativa del Banco Central Europeo (BCE).
Los índices de volatilidad de mercados han repuntado hasta niveles similares a los del episodio de principios de año, ligados a las dudas sobre China, pero muy lejos de otras crisis recientes más agudas como la de Grecia o Lehman Brothers. Donde quizás sí haya habido caídas más fuertes de las esperadas es en algunos valores de Bolsa, sobre todo en el sector bancario europeo. Pero, en general, la disposición de los bancos centrales a intervenir si fuese necesario parece que ha limitado las reacciones negativas.
En el plano político, sin embargo, sí parece que hay más desconcierto del esperado. En Reino Unido se ha instalado un cierto caos político en torno a los dos partidos mayoritarios y la estrategia de negociación con Europa. Esto genera mucha incertidumbre para la economía y probablemente frenará en seco los planes de inversión durante varios meses, lo que puede llevar a una recesión en el corto plazo.
La reacción de los países de la Unión Europea y las instituciones comunitarias ha sido la adecuada, dejando clara una posición firme ante la negociación con dos principios: uno, que no empezará la negociación hasta que Reino Unido no lo pida oficialmente (la invocación del famoso artículo 50), y dos, que la Unión Europea no está dispuesta a negociar un modelo a la carta en el que se puedan elegir las políticas a las que adherirse (como el que tiene, por ejemplo, Suiza). Esto implica pocas concesiones al lado británico, previene eventuales maniobras para obtener nuevas concesiones y, sobre todo, envía un mensaje a potenciales seguidores en el resto de Europa, tentados por una salida de todo o de una parte del proyecto europeo.
La estrategia a seguir en Reino Unido debería centrarse en limitar los daños y perseguir un acuerdo “a la noruega”, muy cercano a Europa, que permita mantener el acceso al mercado único y el pasaporte europeo para el sector financiero, aunque eso suponga tragarse los sapos de las contribuciones al presupuesto comunitario y de la política inmigratoria europea rechazada por los partidarios del Brexit.
En la Unión Europea, la prioridad es evitar el contagio político, ya que el económico, en principio, no se prevé que sea elevado. Para ello, es necesario mantener una línea de negociación que siga las reglas y revitalizar los proyectos de integración. La declaración franco-alemana tras la reunión de esta semana pasada de sus ministros de Exteriores es positiva en este sentido, ya que apunta a planes nuevos en políticas de seguridad, defensa e inmigración, pero también a avances hacia una unión fiscal, un tema que ha estado paralizado por mucho tiempo.
Miguel Jiménez González-Anleo es economista de BBVA Research.
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