El oficio de multiplicar las vides
La empresa Viveros Villanueva produjo 15 millones de cepas injertadas en 2015
El origen de Viveros Villanueva se remonta al inicio de la multiplicación de vides americanas en España tras el ataque de la plaga de la filoxera entre finales del siglo XIX y principios del XX. La actividad, que hasta entonces había sido una faceta más en la labor de cada viticultor, exigió una mayor dedicación y profesionalidad, y fue entonces, a raíz de esta crisis, cuando esta empresa navarra halló su oportunidad de negocio. La solución al problema se encontró en América, de donde precisamente había llegado la filoxera, tras comprobar que un tipo de vid americana era resistente a la plaga, por lo que bastaba con injertar la vid americana en la europea.
"Antes de que todo esto ocurriera, bastaba con cortar un brote de la viña y plantarlo", explica Carlos Lucea Villanueva, responsable del área de innovación (I+D+i) de la empresa. Solo en 2015, este vivero situado en la localidad de Larraga (a 40 kilómetros al sur de Pamplona) produjo hasta 15 millones de plantas de vid injertadas, de las cuales el 20% fue a parar a Hungría, Bulgaria y Rumania. Según el propio Lucea, estos datos les convierten en líderes en el ámbito nacional en la producción y comercialización de este producto. Su facturación en 2014 fue de 5,5 millones de euros.
Lucea es uno de los nueve primos de la familia Villanueva que en la actualidad están al cargo de la empresa. La estructura de mando en este vivero es totalmente horizontal, y ya son la cuarta generación de la familia que multiplica plantas de vid. Los propietarios son sus padres, la tercera generación de los Villanueva.
El año 2007 marcó un punto y aparte en la empresa, ya que dieron el salto a la internacionalización y además empezaron a desarrollar sus primeros proyectos de innovación, en su propio laboratorio y junto con el Instituto de la Vid y el Vino de León. Desde que comenzaron con esta línea de investigación han invertido cerca de dos millones de euros en cuatro proyectos, cofinanciados entre el vivero, el Centro para el Desarrollo Técnico Industrial (CDTI) y el Gobierno de Navarra.
"Somos conscientes de que la investigación es la respuesta frente a las enfermedades de la vid y otros problemas sanitarios. Hace poco hemos obtenido nuestra primera patente española de unas bacterias que actúan contra las enfermedades de madera, que son ahora mismo la mayor amenaza para las plantas, y ya hemos solicitado la patente europea", señala el responsable de I+D+i, quien apunta también que estos proyectos son pioneros en Europa.
En la actualidad tienen en marcha otros dos proyectos con los que están estudiando cómo aumentar la viabilidad de sus plantas. "La media de la viabilidad de los injertos en España está en torno a un 50%. Gracias en parte a estas investigaciones, en Viveros Villanueva el porcentaje de viabilidad de nuestro producto es cercano al 70%".
Viveros Villanueva tiene una cuota de mercado en España de entre un 15% y un 20%, según apunta Lucea, y distribuyen sus plantas en prácticamente todo el territorio español, con una fuerte presencia en La Rioja. Pueden producir hasta 400 combinaciones diferentes de plantas injertadas, ya que la europea tiene hasta 50 variedades, y la americana entre 8 y 10. En sus más de 4.000 metros cuadrados de instalaciones, y en las 300 hectáreas de tierra que tienen, superficie similar a 300 campos de fútbol, trabajan unas 65 personas. Y es precisamente en esta época del año —cuando ya ha entrado la primavera— es cuando más trabajo tienen, porque se solapan dos campañas. Por un lado están vendiendo el producto que plantaron en 2015 y, a la vez, están injertando y plantando el producto que llegará a sus clientes en 2017.
El proceso productivo de las plantas de vid injertadas dura cerca de un año y medio. Una vez que se han podado las cepas de las plantas europeas y las americanas ya tienen los portainjertos, llega el momento de la unión.
En una de sus naves tienen cerca de 28 máquinas encargadas de unir el portainjerto con la europea. Cada empleado maneja una máquina en la que se coloca la vid europea de un primer golpe y se une con el portainjertos al segundo golpe. A simple vista el resultado es un sarmiento un poco más grueso de lo habitual de unos 40 centímetros de largo.
Una vez que se han unido, se introduce el injerto en parafina. Con la parafina se consigue que la unión sea más resistente y más firme. Además, esa parafina tiene un fungicida y hormonas para que se generen células y se consiga la unión. Una vez que se le ha aplicado la parafina, los injertos entran en la cámara de estratificación durante 21 días. Aquí se produce la callogénesis, la unión definitiva, "el punto más importante de todo el proceso". Por último, se les da un repaso final, comprobando manualmente que la unión es correcta, y ya están las plantas listas para salir al campo. Una vez allí, se introducen hasta la mitad una a una, y parece que las tierras queden cubiertas por un manto rojo, debido al color de la parafina que sujeta la unión.
Se plantan entre marzo y abril y se recogen en noviembre, momento en el que ya tiene que pensar qué volver a plantar para la siguiente campaña. "Es una de las decisiones más importantes, debido a nuestros años de experiencia ya sabemos más o menos qué van a pedirnos nuestros clientes, pero si no aciertas con qué plantar, puede que tengas un problema. Esta es una de las principales barreras de entrada en este mercado", comenta Lucea.
Cuando llega el momento de recoger los injertos, es importante que tengan tres características que indican que todo ha salido bien: "Que tenga muchas raíces, que la unión entre portainjerto y europea sea estable y que el brote que saca sea fuerte y sano, ya que luego de ahí nacerá la viña".
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