Magallanes despliega sus velas
La boutique de fondos liderada por Iván Martín ya gestiona 550 millones de euros
Blanca Hernández e Iván Martín se conocieron a través de Francisco García Paramés. Eso ocurrió hace varios años y entonces cada uno siguió su camino. "Es un gestor que me recuerda a mí, pero con 15 años menos", le comentó entonces el afamado inversor a la presidenta de la Fundación Ebro Foods. Pasado el tiempo, el destino volvió a cruzarse en la carrera de ambos y a finales de 2014 pusieron en marcha una idea que cada uno por separado llevaba madurando en su cabeza: lanzar una gestora de fondos independiente. Así nació Magallanes Value Investors. El nombre, aparte de su sonoridad, fue elegido para hacer un doble homenaje; al marino portugués pionero en abrir nuevas vías navegables, y a Peter Lynch, uno de los mejores gestores de la historia, cuyo fondo se llamaba Magellan. Empezaron con 30 millones de euros de patrimonio y en poco más de un año de vida Magallanes ya gestiona activos por valor de 550 millones.
"El balance es muy positivo. Los clientes son nuestro mayor activo intangible y nos han demostrado que son verdaderos inversores a largo plazo. En los momentos de mercado más complicados han estado con nosotros y nos han aportado incluso más patrimonio", destaca Martín. La hoja de servicios del director de inversiones de Magallanes es una de las más brillantes y precoces del sector. Sus buenos resultados en la gestora del Sabadell primero y en Aviva después llamaron la atención del Banco Santander, que lo fichó en 2012. En la entidad siguió situando sus fondos entre los más rentables de la industria pero, a pesar de contar con medios, reconocimientos y un buen sueldo, dio un volantazo y apostó por un proyecto que le llenaba más. "Yo siempre había querido ser empresario. A lo largo de mi carrera profesional he trabajado para terceros, grandes casas donde conocí a mucha gente. Sin embargo, yo veía que lo que hacía para otros lo podía hacer para mí y con mis propias reglas, llevando mis ideas hasta el final", explica.
Uno de los principios de Magallanes es el value investing, es decir, comprar acciones de compañías que cotizan por debajo de su valor real y tener la paciencia suficiente para que el mercado acabe reconociendo el potencial que llevan escondido. "La forma fácil de definir esta estrategia es que intentamos comprar barato, pero en realidad ese es el objetivo de toda actividad comercial. No hacemos proyecciones de la situación macroeconómica o política para tomar decisiones de inversión, aunque es evidente que no somos ajenos a lo que ocurre. Ese ruido para nosotros es una bendición porque nos ayuda a comprar en momentos delicados o vender en situaciones de euforia".
Guía para no verse atrapados en un valor
Los fondos que invierten en compañías de mediana y pequeña capitalización tienen un riesgo. La liquidez de estos valores suele ser baja, por lo que si hay una crisis y los partícipes del fondo piden reembolsar su dinero la gestora puede tener dificultades para dar respuesta a esa demanda. En el caso de Magallanes tienen un protocolo para evitar ese problema. La primera medida, que no por obvia muchas gestoras aplican por intereses económicos, es cerrar los fondos a nuevas aportaciones cuanto estos adquieren un determinado tamaño. "Tenemos claro que cuando los productos adquieran a una dimensión determinada cerraremos estrategias. Ese momento llegará en el momento que no podamos gestionar, es decir, comprar o vender un título que ya tenemos en cartera", explica Iván Martín.
Otra forma de combatir la baja liquidez es dejar una parte de la cartera sin invertir. "Siempre tenemos un colchón de entorno al 10% del patrimonio de un fondo para poder hacer frente si una parte del capital sale". Magallanes intenta buscar la rentabilidad a través de la apuesta por compañías poco conocidas pero con gran potencial. "Esto no quiere decir, sin embargo, que toda la cartera esté invertida en valores ilíquidos. La mitad o más es realizable, es decir, se puede vender. Tenemos valores como Gas Natural, Mapfre o Prosegur, entre otros, que en una determinada situación de estrés se puede vender". Martín, a pesar de su juventud, lleva años en el mercado y ha ido tejiendo una red de contactos entre brókers, empresas cotizadas y otros gestores lo que le permite acceder al mercado alternativo de bloques de acciones (se venden o se compran paquetes grandes de títulos) lo que es otra solución contra la iliquidez.
Otro de los principios fundacionales de la compañía es la coinversión. Es decir, todos los que trabajan en Magallanes deben confiar una parte de su patrimonio a los fondos de la gestora. "Es un principio sagrado y responde al objetivo de alinear nuestros intereses con los de los clientes". En opinión de Martín, en el sector de los fondos hay una práctica errónea de incentivar a los gestores mediante la concesión de bonus anuales si logran batir a los índices de referencia. "En estos casos no hay alineación de intereses porque, como no se juegan su propio dinero, pueden tomar decisiones más arriesgadas para lograr el bonus. Por ejemplo, si el año se está acabando y el resultado es malo el gestor puede hacer una apuesta a ver si le sale bien y así arregla el ejercicio. Está incurriendo en una asimetría del riesgo donde la peor parte es para el cliente", explica.
La oferta de productos de Magallanes es reducida. Actualmente gestionan dos fondos de inversión —uno de compañías españolas y portuguesas y otro de valores del resto de Europa— con sus correspondientes réplicas a través de sicavs luxemburguesas, y un fondo de pensiones. "No está en nuestros planes lanzar otro tipo de fondos porque nuestro sello distintivo es la especialización en un tipo de activo, en este caso la renta variable".
Martín y su equipo visitan 130 empresas al año y leen el equivalente a más de 12.000 páginas de memorias anuales. El objetivo es encontrar el próximo mirlo blanco de la Bolsa, algo que este gestor ya logró cuando apostó por compañías como CAF o Viscofán cuando apenas capitalizaban 100 millones (hoy la primera vale cerca de 1.000 millones y la segunda ronda los 2.500 millones). "El éxito de la gestión es descubrir las Inditex del futuro", resume. Entre los valores que siguen de cerca se encuentran la portuguesa Corticeira Amorim: "Una de cada tres botellas de vino que se abre en el mundo lleva un corcho fabricado por esta empresa".
Echando un vistazo a la composición de la cartera del fondo ibérico llama la atención el importante peso que tiene el sector papelero, a pesar de que es una industria que podría pensarse que está en declive. "Puede sonar contradictorio, pero el papel tiene otras aplicaciones industriales en auge y las compañías que invertimos producen la pulpa y la pasta de papel para esas aplicaciones. Me refiero a las bolsas de té, el papel para cigarrillos, la envoltura de las baterías de los coches o el papel para la hostelería. Además, es un negocio muy maduro donde la oferta está muy limitada. Resulta casi imposible por los problemas de licencias abrir una nueva planta en Europa. La capacidad es la que es y la demanda sigue creciendo. Es un negocio rentable", argumenta Martín.
En cambio, Magallanes evita en este momento toda exposición al sector bancario. Es un negocio que conocen y que está mejor capitalizado que hace unos años, pero tienen serias dudas de que las entidades puedan ganar dinero con su actividad principal debido a la situación del precio del dinero. "La banca, que vive del diferencial en los tipos de interés entre lo que presta y lo que pide prestado no puede ser rentable ahora mismo. A eso hay que añadir que se le está exigiendo el doble o el triple de capital que antes de la crisis".
A Martín le gustan las compañías donde existe un accionista de control porque considera que hay una alineación de intereses entre el propietario y la empresa, lo que termina beneficiando al inversor. "Primamos compañías con este accionariado, donde la familia propietaria controle el consejo, pero que contratan a los mejores ejecutivos para dirigir el día a día de la empresa".
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