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El efecto dominó de los bajos precios del crudo

El desplome de la cotización del petróleo destruye 200.000 empleos en Estados Unidos Los datos contradicen el temor a que estalle una burbuja en el sector

Amanda Mars
Trabajadores en el campo de petróleo procedente del ’fracking‘ en Dakota del Norte.  
Trabajadores en el campo de petróleo procedente del ’fracking‘ en Dakota del Norte.  GUILLERMO CERVERA

Hace tres años llenar el coche de gasolina le costaba a una familia estadounidense el doble que ahora y la probabilidad de que algún habitante de la casa estuviera en el paro era mayor: la tasa de desempleo era de casi el 8%, mientras que ahora está en el 5%. Y, aun así, si esa familia atiende a lo que cuenta la prensa económica o lo que ocurre en Wall Street, tendrá que temer que la caída del precio del petróleo puede acabar por pasarle factura. El crudo ha preocupado con más frecuencia por sus precios altos, pero la senda bajista que arrastra desde hace más de un año ha dejado pocas alarmas que disparar en Estados Unidos: las de las empresas, las de los bancos que les prestaron el dinero, las de los gobiernos y hasta las de sus supuestos beneficiarios.

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Los habitantes de Alaska, por ejemplo, disfrutan de un combustible más que barato gracias a que el precio del crudo está en el mínimo en 12 años, mientras se genera un déficit público de 3.500 millones de dólares (ni más ni menos que un tercio de su presupuesto), ya que las finanzas públicas del Estado se nutren principalmente de lo recaudado de ese negocio. Hace un par de años, en sus arcas no se vislumbraba esta sequía.

El auge de la energía creó casi 400.000 puestos de trabajo en Estados Unidos entre 2004 y 2014, pero en los últimos 14 meses se han evaporado unos 200.000. Solo el pasado enero, se perdieron 30.000. Samson Resources, Pro-Stim, Energy Transfer, Paragon… Nuevas compañías del mundo del fracking —una técnica de fractura hidráulica para extraer gas— han ido cayendo o recortando su actividad y dejando especialmente heridas las zonas que hasta hace poco se frotaban las manos, como en los territorios de Texas o Dakota del Norte. Algunos tipos de petróleo en este Estado están ya tan bajos de precio que a unos cuantos productores se les ha llegado a pedir dinero, en lugar de pagarles, por extraer el crudo. El barril cuesta un 70% menos que hace año y medio, principalmente porque la oferta supera con creces la demanda. El crédito fácil alentó las perforaciones y generó el mayor volumen de producción en Estados Unidos en décadas, un patrón inquietantemente parecido al de otras burbujas.

“Ahora hay tanta producción en Estados Unidos como había a mediados de los años ochenta”, explica Peter van Doren, del instituto Cato. “Entonces los precios del crudo pasaron de 30 a12 dólares por barril, pero la tasa de crecimiento del producto interior bruto (PIB) se mantuvo constante porque las pérdidas de los productores contrarrestaron las ganancias de los consumidores”. Aunque la China de hoy no es la de hace tres décadas. “Está mucho más integrada en la economía mundial y los inversores parecen estar tomando el precio del crudo como una medida del crecimiento chino, que es lo que verdaderamente les preocupa, más que los precios del petróleo en sí”, añade.

La caída del llamado oro negro está contaminando a la banca y a los mercados, enredados en una mezcla de razón y de histeria, con una duda de fondo: si la burbuja tecnológica y la inmobiliaria condujeron a otra recesión, ¿podría ocurrir lo mismo con esta? Ahora no parece probable, el dinero comprometido es inferior.

El último informe de Goldman Sachs lleva un título significativo: Nada que temer salvo al miedo en sí. Para el banco, las turbulencias de los mercados de los últimos días ignoran que la banca tiene liquidez suficiente para capear el temporal, que los impactos negativos del crudo barato ya han actuado (y no parecen sistémicos) y el frenazo chino no ha puesto a Estados Unidos en peligro de recesión.

Luis Tinoco

Los analistas de la entidad calculan que la deuda en riesgo en caso de un hundimiento en el mercado del petróleo asciende a unos 250.000 millones de dólares, una cantidad lejana a las proporciones que convierten una crisis en sistémica, es decir, del desastre hipotecario que hundió a la banca en 2008. En China, la deuda comprometida está contraída principalmente en yuanes y no llega al 10% de su pasivo.

La correlación entre acciones y crudo ha sido casi absoluta desde finales de año, si caía el precio de uno le seguía el descenso de las empresas en el parqué, lo que tiene una explicación lógica hasta cierto punto, por el peso de las petroleras en Wall Street. Pero algo ocurre cuando el resto de compañías que supuestamente se benefician de unos costes energéticos bajos también se ven arrastradas a la baja.

Como siempre en el loco mundo de la Bolsa, hay una mezcla de números y sensaciones. Muchos inversores temen que ese bajo precio del petróleo no solo se explique por las restricción de la oferta, sino que indique una demanda a media asta, que las cosas en la economía global van peor de lo esperado, y conviene soltar inversión. Pero lo que se paga por un barril no siempre es un termómetro infalible: fue en la recesión de 2008 cuando los precios subieron hasta llegar a aquel récord de 147 dólares.

Efectos positivos

Los datos de consumo de petróleo hacen pensar que los problemas están en el lado de la oferta, en el tirón que la industria estadounidense dio a la fractura hidráulica o la reactivación en Irak. Con la caída de inversiones y la destrucción de empleo, los efectos positivos parecen mucho menos llamativos, pero los hay: Estados Unidos no deja de ser un importador neto y apenas ha empezado ahora a exportar algo de crudo.

El barril cuesta un 70% menos que hace un año y medio por el exceso de la oferta

Han sufrido las grandes productoras. Las ganancias de Chevron se hundieron el año pasado, hasta un 75%, y las de la primera petrolera por capitalización bursátil, ExxonMobil, menguaron a la mitad. ConocoPhilips perdió más de 4.000 millones. Pero el parte de guerra es peor fuera de los gigantes de Wall Street: Haynes & Boone calcula que medio centenar de empresas de gas y petróleo estadounidenses han quebrado desde el arranque de 2015, con una deuda de 17.300 millones de dólares.

Hay problemas para aquellos que les han prestado dinero. Según los datos de Bloomberg, Wells Fargo, Citigroup y JPMorgan Chase han reservado ya más de 2.000 millones de dólares para hacer frente a créditos fallidos y no descartan seguir añadiendo colchón, ya que los impagos en el sector empiezan a brotar conforme los precios se desploman: Wells Fargo perdió 118 millones en su cartera de energía en el último trimestre del año y Citigroup se quedó sin 75 millones. En la conferencia con analistas, el presidente ejecutivo de Wells Fargo, fue claro: “Esperamos más pérdidas en el sector del gas y la energía en 2016”.

250.000 millones de dólares

» No sistémica. La exposición de los bancos a la industria petrolera asciende a 250.000 millones de dólares. Mucho menos que las hipotecas en 2008.

“La corrección entre el petróleo y las Bolsas no es ahora como en el pasado. El precio baja en un momento de corrección del mercado que muchas multinacionales y personas que trabajan en esas multinacionales temían”, apunta Chris Christopher, de IHS Global Insight.

La fortaleza del dólar, además, encarece las exportaciones. “En general, este abaratamiento del crudo está ayudando a la gente a gastar”, añade Christopher. “De media, tienen entre 700 y 750 dólares más para gastar en el bolsillo de los que tenían en 2014. Eso ayuda algo, aunque el ambiente les ha llevado a ahorrar en la recta final del año”.

Aun así, la mayoría de fuentes consultadas coinciden en ver una “sobrerreacción”. Para Alexander Lin, de Bank of America, “el pesimismo y los miedos a una recesión son excesivos”. Ya ha pasado, dice, lo peor de los tres grandes dolores de cabeza de la economía estadounidense, a saber las existencias de petróleo, la caída de la inversión en el sector y el lastre a las exportaciones por la fortaleza del dólar. La amenaza del frenazo chino no es crítica porque los vínculos comerciales no son tan fuertes.

Las probabilidades de retroceso que IHS calculaba el pasado verano estaban en el 15%, ahora han subido al 23% debido al problema de la energía y el frenazo de China. Para Goldman Sachs, las probabilidades oscilan entre el 15% y el 20%. Lo que sí va a provocar, apunta, es que la Reserva Federal no va a subir los tipos de interés a corto plazo.

Las últimas palabras de la presidenta de la Reserva Federal (Fed), Janet Yellen, reflejaban bien la ambivalencia que genera la trayectoria del petróleo. “El crecimiento económico podría sobrepasar nuestras previsiones por varios motivos, incluido que el bajo precio del crudo impulse más el PIB”, apuntaba.

La inquietud en los mercados también se explica por el hecho de que las compañías energéticas tienen hoy un peso muy superior al que tenían en el último gran descalabro del petróleo, entre 1988 y 1999. De aquella crisis surgió la fusión entre Exxon y Mobil. Esta vez, con la gran excepción de la compra de BG (British Gas) por parte de la compañía anglo-holandesa Royal Dutch-Shell por la friolera de 82.000 millones de dólares, ha habido de momento poca cosa: solo 14 acuerdos de más de 1.000 millones, frente a los 46 del año anterior, según los datos de la consultora Wood Mackenzie.

Es difícil comprar o vender cuando no se tiene claro el valor de las cosas. “Al ser los precios del petróleo en el largo plazo tan fundamentales para el éxito o el fracaso de las operaciones corporativas, y al estar los costes aún en proceso de resituarse, la mayoría es reticente a compromisos”, opina Luke Parker, analista de la firma.

Pero ahora puede empezar el baile. Wood Mackenzie advierte de que, a diferencia de 2015, las operaciones van a reforzarse este año independientemente de lo que ocurra con el precio del petróleo. Si los niveles se mantienen bajos, las compañías tendrán que desprenderse de activos y fusionar negocios con e fin de liberar capital, ahorrar costes y capear las presiones financieras. Y, aun suponiendo que los precios se recuperen a finales de este año, que es el escenario que maneja Wood MacKenzie (hasta más de 65 dólares por barril en el último trimestre), las empresas tendrán que resituarse con rapidez para pasar del modo supervivencia al modo de crecimiento.

Hay claros candidatos a recoger los frutos de la marejada: las firmas de capital privado. Según Parker, hay entre 40.000 y 100.000 millones de dólares reservados para inversiones en gas y petróleo.

Ya hay quien ha enseñado la patita. Esta semana se supo que Warren Buffett está apostando a la recuperación del petróleo: ha invertido a través de su firma Berkshire Hathaway casi 400 millones de dólares en Kinder Morgan, especializada en infraestructuras y que el año pasado cayó un 65%. Además, se ha reforzado en Phillips 66, antigua filial de ConocoPhillips.

Suben las apuestas

Que uno de los hombres más ricos del mundo, al que además se le conoce con el sobrenombre de Oráculo de Omaha, dirija sus naves a la recuperación del crudo abona la expectativa de subidas. Pero hoy la incertidumbre es la nota dominante: ni siquiera el acuerdo alcanzado esta semana por cuatro de los grandes productores mundiales (Arabia Saudí, Qatar, Venezuela y Rusia) logra frenar la caída de los precios. El mismo día en que se anunció el pacto, el martes, bajó un 3%, si bien el posterior apoyo de Irán lo hizo subir el 7%.

Se acordó no seguir aumentando la oferta, pero no se dijo ni una palabra de frenar los bombeos de crudo. En Estados Unidos, que es el mayor productor, la decisión de recortar o no producción depende de las empresas y estas no dependen tanto de sí mismas como de su situación financiera y de los bancos.

Kevin Book, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales asegura en una carta a los inversores que habrá una caída de la producción en Estados Unidos y entre los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), pero advierte de que el proceso será “muy lento”. “Las refinerías tienen mucho inventario acumulado y no necesitan comprar mucho a las petroleras cuando llegue el verano, cuando la gente se lance a conducir”, apunta, pero advierte: “El problema es que el mercado no se cree nada”.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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