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Un superviviente de la crisis del cemento

Renta Corporación halla en el apoyo de socios extranjeros la vía para recuperar su actividad

Dani Cordero
Edificio en la Puerta del Sol de Madrid que la empresa rehabilitará para uso comercial.
Edificio en la Puerta del Sol de Madrid que la empresa rehabilitará para uso comercial. Samuel Sánchez

Renta Corporación es una compañía que pese a tener modelo propio, no se libró de la caída tras el pinchazo de la burbuja. En 2006 contabilizó unas ventas de 590 millones de euros y unas inversiones de 864 millones de euros, pero dos años después llegaron las pérdidas (111,5 millones) y una deuda que alcanzó los 641 millones. Incapaz de casar esos números o de encontrar soluciones, la empresa presentó el concurso de acreedores en 2013. Sus títulos en Bolsa cayeron en picado hasta que la empresa logró evitar la quiebra un año después. Sin embargo, la capitalización bursátil aún está a años luz de los 1.000 millones de euros que logró alcanzar en la época dorada. Actualmente, Renta Corporación vale poco más de 73 millones.

Pero lejos de rendirse, la empresa inmobiliaria ha vuelto recientemente a la carga con un plan de negocio a cinco años con el que pretende recuperar un ritmo normal de actividad, elevar sus ventas hasta los 340 millones de euros (un 88% más), y duplicar su beneficio neto. Si en 2016 prevé obtener nueve millones (datos provisionales a la espera del cierre del ejercicio) de ganancias, en 2020 alcanzaría los 20,8 millones de euros con una reducción continuada de la deuda, situada ahora en los 17 millones. Prevé hacerlo realizando operaciones acordes a su nuevo tamaño pero sin modificar un ápice su modelo de negocio y confiando en el nuevo contexto económico y un sector inmobiliario que vuelve a crecer.

“La lectura positiva que podemos extraer de esta crisis es que nuestro modelo de negocio es bueno: la brecha existente entre quien quiere vender y quien quiere comprar ha crecido con la crisis por la desaparición de operadores locales y ahora hay más oportunidades para empresas transformadoras como la nuestra”, explica David Vila, consejero delegado. El ejecutivo niega que la empresa empiece de cero su nueva etapa y subraya que su gran suerte ha sido la de no haber dejado de hacer nuevas operaciones. El próximo año esperan cerrar unas 25 transacciones para ir aumentando esa cifra hasta la cuarentena en 2020.

Compra de activos

La empresa seguirá inmersa en una estrategia centrada en la compra de activos que, tras transformar con una rehabilitación o un cambio de usos, vende. Lo cierto, sin embargo, es que en los últimos tiempos también ha aparecido como un simple mediador en algunas compraventas. Eso sí, siempre en las dos grandes ciudades españolas, Barcelona y Madrid. El interés de la firma por el mercado internacional se ha enfriado mucho. Quedan lejos operaciones como las que en el pasado les llevaron a Roma y Berlín, incluso Londres y Nueva York. Ni la capacidad financiera ni la actual estructura de 30 personas dan para más.

En España, en cambio, Vila asegura que los nuevos actores del sector inmobiliario —especialmente internacionales— que están catalizando buena parte de las operaciones en España, conocen menos el mercado y compañías como la suya pueden volver a ocupar su sitio. Sin la capacidad financiera que le caracterizó hace una década, su negocio se centra en operaciones que se sitúen en una horquilla de entre seis y ocho millones de euros.

Para proyectos mayores, Renta Corporación tiene que buscar socios externos para no poner en peligro su balance. Su última operación es una buena muestra: lidera la reforma del hotel Covadonga, en Barcelona, un proyecto que requiere una inversión de 23,5 millones de euros. En ese caso, lo ejecuta junto al fondo inmobiliario Kennedy Wilson, un socio estadounidense con el que ha firmado otros tres acuerdos desde 2014.

“Estamos abiertos a otras alianzas para complementar ese acuerdo”, señala Vila. El presidente de la compañía, Luis Hernández de Cabanyes, afirmó hace dos años que negociaba la incorporación de un inversor extranjero que pudiera tomar una participación de entre el 5% y el 10%. Aquel desembarco no se confirmó y ahora no es previsible. El accionariado sigue controlado por la familia del presidente, que posee más de un 30% del capital. Le siguen Blas Herrero (5%) y Baldomero Falcones (ex presidente de FCC), que en diciembre pasado adquirió el 5% que controlaba la Sociedad de Activos Procedentes de la Banca (Sareb), fruto del convenio de acreedores suscrito por la empresa para dejar atrás el concurso de acreedores.

Renta Corporación asumió entonces una ampliación del 14% del capital social para permitir un canje de deuda por acciones, lo que supuso el desembarco —además del Sareb, el llamado banco malo—, del Banco Popular, de Caixa Geral e ING. Hoy únicamente queda la presencia del banco holandés, con una participación muy diluida.

Vila reconoce que el escaso músculo financiero es una de las debilidades de la compañía. Pero, al mismo tiempo, destaca que la firma evita caer en los mismos errores en los que incurrió durante la burbuja: gran endeudamiento, una estructura sobredimensionada y una gran exposición al mercado del suelo. Antes del concurso de acreedores, el negocio de Renta Corporación centraba su crecimiento en tres patas: la rehabilitación, el suelo y la transformación de activos. Hoy solo la primera y la tercera pata son prioritarias. “Creo que es difícil que volvamos a la misma situación de la crisis debido a que no tendremos la misma la facilidad que tuvimos con el crédito”, afirma Vila, que da por zanjada la etapa en la que la empresa estuvo a punto de desaparecer y la de las malas decisiones que se tomaron en el sector inmobiliario español.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 

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