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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El problema con los tipos de interés

Las políticas monetarias de EE UU y Europa no son demasiado relajadas

Rafael Ricoy

De todas las doctrinas extrañas y novedosas expuestas desde el comienzo de la crisis financiera mundial, la propuesta por John Taylor, economista de la universidad de Stanford, tiene bastantes puntos para que se la pueda considerar la más extraña de todas. En su opinión, las políticas económicas posteriores a la crisis que se están aplicando en Estados Unidos, Europa y Japón están poniendo un tope a los tipos de interés a largo plazo que es “muy parecido al efecto de un precio máximo en un mercado de alquiler, por el que los propietarios reducen la oferta de viviendas”. Según sostiene Taylor, el resultado de unos tipos de interés bajos, la relajación cuantitativa y el avanzar las futuras decisiones de política monetaria (el llamado forward guidance), es una “reducción de la disponibilidad crediticia [que] disminuye la demanda agregada, lo que suele aumentar el desempleo: una clásica consecuencia no deseada”.

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La analogía de Taylor carece de sentido en el nivel fundamental. La razón por la que el control de los alquileres no gusta es la de que prohíbe transacciones que beneficiarían tanto al inquilino como al propietario de la vivienda. Cuando un organismo gubernamental impone un precio máximo del alquiler, prohíbe a los propietarios de viviendas cobrar más de una cantidad fijada, lo que distorsiona el mercado, al dejar vacíos apartamentos que los propietarios estarían dispuestos a alquilar a precios mayores e impide a los inquilinos ofrecer lo que en verdad están dispuestos a pagar.

Con las políticas económicas que Taylor critica, ese mecanismo, sencillamente, no existe. Cuando un banco central reduce los tipos de interés a largo plazo mediante operaciones de mercado abierto actuales y futuras, no impide a los posibles prestadores ofrecerse a prestar con tipos de interés mayores; tampoco impide a los prestatarios aceptar semejante oferta. Esas transacciones no se producen por una razón sencilla: los prestatarios optan con libertad por no realizarlas.

Entonces, ¿cómo llega Taylor a su analogía? Mi intuición es que su razonamiento ha resultado enmarañado con sus creencias sobre el mercado libre. Taylor y otros que comparten su opinión probablemente partan de la sensación de que los tipos de interés actuales son demasiado bajos. Dada su creencia en que el mercado libre no puede fallar (sólo se puede hacer que falle), dan por sentado, naturalmente, que los tipos anormalmente bajos han de deberse a alguna medida del Gobierno. Así, pues, el objetivo pasa a ser el de imaginar qué habrá hecho el Gobierno para que los tipos de interés sean tan inadecuados y, como cualquier argumento que considere apropiada la intervención del Gobierno sólo puede ser una cortina de humo, surge la analogía con el control de alquileres como una de las posibles soluciones.

Dadas las condiciones económicas, las políticas monetarias en EE UU y Europa no son demasiadado relajadas; más bien lo contrario

Si mi intuición es correcta, Taylor y sus compañeros de viaje nunca se dejarán convencer de que están equivocados. Aceptar la idea de que los banqueros centrales pueden estar haciendo todo lo posible en una situación difícil requeriría aceptar la posibilidad de que los mercados son imperfectos y falibles y eso es algo que nunca harán.

Es algo que ya hemos visto antes. Hace cinco años, Taylor y sus aliados intelectuales escribieron una Carta abierta a Ben Bernanke, en la que advertían que la relajación cuantitativa que preparaba el entonces Presidente de la Reserva Federal podía provocar “degradación de la moneda e inflación”. Pero, aunque su predicción resultó estar espectacularmente equivocada, no por ello ni Taylor ni ninguno de los otros firmantes se han replanteado sus teorías, ni tampoco han considerado que tal vez Bernanke sepa algo sobre la economía monetaria. En cambio, Taylor parece haber optado por otra teoría –su analogía con el control de los alquileres– sobre por qué el Gobierno está haciendo todo mal.

La única respuesta posible es la de señalar la lógica y las pruebas. Dadas las condiciones económicas reales, la política monetaria americana y europea no es demasiado relajada; si acaso, es demasiado restrictiva. El interés “natural” –el resultante las ecuaciones del equilibrio general del sistema de Walras– es en realidad inferior al que la política monetaria actual está produciendo. Sí, las perspectivas inerciales de la economía se han combinado con la política monetaria para distorsionar los tipos de interés y la tasa de inflación, pero no en la dirección que Taylor propone. Al contrario, en comparación con lo necesario (dado el estado actual de la economía) o con lo que una economía de mercado libre y precios flexibles daría con un equilibrio adecuado, los tipos de interés son demasiado altos y la inflación demasiado baja.

Los tipos de interés actuales entrañan, en efecto, algún problema. Las de por qué los tipos bajos son adecuados para la economía y durante cuánto tiempo son preguntas profundas y no zanjadas que seguirán siendo oportunas; nos hacen prestar atención a lo que Olivier Blanchard, del MIT, llama los “rincones oscuros” de la economía, en los que la investigación ha arrojado demasiado poca luz hasta ahora. Lo que Taylor y similares no entienden es que la razón por la que hay un problema con los tipos de interés poco tiene que ver con las políticas aplicadas por los banqueros centrales y todo que ver con la situación que afrontan las autoridades.

J. Bradford DeLong es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

© Project Syndicate, 2015.

www.project-syndicate.org

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