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La gran transición de Australia

La mayor economía de Oceanía busca nuevos motores de crecimiento ante la caída del precio de las materias primas

Mina de oro de Fimiston, en Kalgoorlie (Australia Occidental), conocida como el Gran Pozo.
Mina de oro de Fimiston, en Kalgoorlie (Australia Occidental), conocida como el Gran Pozo. Carla Gottgens (Bloomberg)

Australia, uno de los países habituales en los primeros puestos de las clasificaciones mundiales en cuanto a riqueza y desarrollo humano, está pasando por su particular via crucis. La caída del precio de las materias primas y la desaceleración de China amenazan el bienestar de la amplia clase media del país, forjada a base de décadas de bonanza ininterrumpida. Su modelo económico sigue siendo de éxito y un referente para muchos países, pero en los últimos años se observa alguna que otra grieta a la que sus ciudadanos no están acostumbrados.

A pesar de la volatilidad de la economía mundial, el país del Pacífico ha mantenido unas tasas de crecimiento relativamente altas, de una media del 2,6% entre 2008 y 2014. El motivo es el tirón del sector minero durante la última década, que pasó de representar el 2% del PIB al 8% y que contribuyó al crecimiento de hasta un 13% de la renta per cápita. De hecho, Australia fue de los pocos países desarrollados que ni siquiera entró en recesión técnica durante el estallido de la crisis financiera internacional. Lo logró gracias a dos paquetes de estímulo, uno aprobado en Canberra y otro en Pekín. Y este último fue decisivo para que se desencadenara un círculo virtuoso en el mercado internacional de las materias primas y un boom minero en el país. Australia se agarró al tirón de la segunda economía mundial y se convirtió en uno de sus principales proveedores de hierro y cobre. China es ya, de hecho, su primer socio comercial.

Cambio de modelo

Sin embargo, una vez el gigante asiático empezó a bajar su ritmo de urbanización y formalizó su progresiva transición hacia un modelo menos intensivo en industria pesada, la minería australiana se resintió de la caída de la demanda. Y a pesar de que en su conjunto la economía sigue basándose en un sector servicios potente, el motor que ha propulsado el crecimiento en los últimos años funciona mal y hay que cambiarlo. "La economía australiana está en transición. Parte del sector de los recursos naturales está sufriendo por la caída del precio de las materias primas, por lo que el país se enfrenta a varios retos al tener que ajustarse desde la minería hacia fuentes alternativas de crecimiento", resume Tim Robinson, profesor del Instituto de Economía Aplicada e Investigación Social de la Universidad de Melbourne.

El Banco Central australiano ha recortado los tipos de interés dos veces este año hasta un mínimo histórico

Este ajuste se refleja en una tasa de crecimiento menor de lo habitual (del 2% interanual en el segundo trimestre de 2015), la disminución de la renta per cápita, un crecimiento mínimo de los salarios y una tasa de paro por encima del 6% frente al 5% registrado durante los años de bonanza. A algunos no les parecerá gran cosa, pero son señales que merman la confianza de un país que acumula casi un cuarto de siglo sin entrar en recesión.

Ante este panorama, el banco central australiano ha decidido recortar los tipos de interés dos veces este año hasta el 2%, la tasa más baja de las últimas dos décadas, y su moneda se ha depreciado alrededor de un 25% con respecto al dólar estadounidense para facilitar esta transición. Algunos datos ya apuntan a un cambio de tendencia: si en 2013 el volumen de metales y minerales exportados suponían el 30% del total, actualmente el porcentaje ha caído hasta el 20%.

¿Cuáles son, entonces, los sectores candidatos a liderar el crecimiento en el futuro? Según Alicia García Herrero, economista jefe de Asia Pacífico de Natixis, "sin duda el sector servicios y en especial la exportación de servicios turísticos y el turismo educativo serán la clave". Y ahí de nuevo los australianos vuelven a confiar en China.

Por primera vez en la historia, este septiembre el gigante asiático superó a Nueva Zelanda como principal país emisor de viajeros hasta Australia. La tasa de crecimiento de turistas chinos roza el 20% anual y esta explosión ha contribuido a que el país esté registrando en 2015 la cifra de visitantes más alta desde la celebración de los Juegos Olímpicos en Sídney de 2000. En el ámbito educativo ocurre un fenómeno similar: récord de estudiantes internacionales en las universidades australianas, un 30% de los cuales son chinos.

El Acuerdo Transpacífico puede ofrecer nuevas posibilidades de negocio para la producción agrícola y ganadera

El sector agrícola, aparcado en los últimos años debido al protagonismo de la minería, podría experimentar un renacimiento gracias a la firma de un Tratado de Libre Comercio con China y la recién acordada Alianza Transpacífica, que se espera que traiga una mayor demanda de productos australianos -principalmente lácteos y carne bovina- en mercados donde anteriormente era difícil vender por los altos aranceles. También se confía en el crecimiento de la industria del gas natural licuado, un combustible cuya demanda crecerá un 40% en los próximos cinco años, según la Agencia Internacional de la Energía,

Todas estas buenas perspectivas dependen de que China logre el objetivo de transformar su modelo económico sin que se desplome su crecimiento. García Herrero advierte también de la dependencia del país del capital externo y del peligro de una subida de los tipos en EE UU. Otros expertos -y hasta el mismo banco central del país- insisten en que otro de los riesgos procede del mercado inmobiliario. Según datos de la compañía de investigación RP data, en Sídney los precios de la vivienda se han incrementado prácticamente un 50% en los últimos tres años. En Melbourne la evolución es similar. Aunque la burbuja está básicamente concentrada en estas dos ciudades, su explosión podría poner en aprietos lo que para muchos sigue siendo un oasis en medio de una economía global en constantes turbulencias.

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