La peligrosa moda de invertir en Bolsa en China
Millones de pequeños inversores, muchos sin conocimientos financieros, se lanzan a los parqués del país y los convierten en una montaña rusa
Las pocas pistas que uno tiene cuando invierte en Bolsa se desvanecen en el caso de los mercados chinos. Tras ocho meses en que el índice de Shanghái llegó a revalorizarse más de un 100%, en junio terminó la euforia y desde entonces se ha dejado casi un 30%. Las jornadas se caracterizan por unos niveles de volatilidad sin precedentes a pesar de que el regulador bursátil chino limita las caídas a un máximo del 10% por sesión. ¿Qué pasó en junio? La respuesta es nada. O al menos nada que justifique este desplome.
La economía china crece en sus tasas más bajas del último cuarto de siglo debido al giro hacia un modelo más sostenible, pero se trata de un proceso paulatino que empezó hace dos años durante los cuales las Bolsas chinas han tocado máximos. Los fundamentos económicos no parecen tener una gran influencia en el devenir de los mercados del gigante asiático. Son sus millones de pequeños inversores, la gran mayoría recién llegados, los que causan estas continuas idas y venidas.
Según datos oficiales, más de 40 millones de chinos han abierto nuevas cuentas para invertir en Bolsa durante el último año. Es casi el doble de las que existían desde que el mercado de valores fue establecido en 1990. Bloomberg señaló recientemente que el número total de inversores (más de 90 millones) ya supera al de miembros del Partido Comunista (87,8 millones). Que más chinos inviertan en Bolsa no tiene por qué ser malo, el problema radica en que dos tercios de estos nuevos inversores solamente cuentan con el graduado escolar y más de un 30% dejó de estudiar a los 12 años o incluso antes, según datos del centro local China Household Finance Survey.
El gobernador de banco central ve “positiva” la renta variable
El gobernador del Banco central chino, Zhou Xiaochuan, aseguró que una mayor inversión en renta variable era "positiva" porque facilitaría a las empresas recaudar fondos y así reducir su endeudamiento, uno de los grandes riesgos financieros del país. Pero no contaba con los impulsos de los millones de pequeños ahorradores cuyos amigos les han animado a poner su dinero en Bolsa, creando una burbuja monumental.
En vez de un juego, algunos de ellos ya lo ven como una bola de nieve que se les viene encima y de cuyo curso difícilmente podrán salir —si no lo han hecho ya— de continuar las constantes y abultadas pérdidas en los parqués.
No es extraño que en las grandes ciudades del país un taxista, el dueño de un restaurante o tu casero te animara a invertir y hasta te aconsejara dónde hacerlo antes de que estallara la burbuja. Ahora obtienes el silencio como respuesta si les preguntas. El boca-oreja sobre una fórmula mágica que proporciona grandes ganancias en poco tiempo hizo su trabajo durante los ocho meses de subidas, con cada vez más personas dentro de la rueda y los precios de las acciones subiendo jornada tras jornada por el incremento de la demanda. Además, las aplicaciones móviles que permiten realizar transacciones y seguir la evolución de los mercados son intuitivas, tienen un diseño atractivo y ensalzan las ganancias obtenidas en detrimento de las pérdidas.
Más allá de la "moda", los ahorradores chinos se han lanzado a las Bolsas en búsqueda de opciones que ofrezcan algo de rentabilidad a sus ahorros. La tasa a los depósitos de los bancos está sujeta al tipo de interés que determina el Banco Central Chino, y actualmente el máximo que pueden ofrecer es el 2,4% anual, aunque raramente llegan a esta cifra. La deuda pública china da un interés del 2,3% anual. Con una inflación del 1,5% de media, pocos están motivados a invertir en estos productos y buscan otros canales. En los últimos años el sector inmobiliario era la gallina de los huevos de oro, pero con el enfriamiento de la construcción y la caída de los precios la atención viró hacia la Bolsa.
Los nuevos inversores chinos reaccionan ante cambios regulatorios en los mercados o en el volumen de crédito, no ante las perspectivas de crecimiento de la economía del país o la evolución de las cuentas de las empresas en las que ponen su dinero, y esto en el mejor de los casos. En ocasiones se basan en rumores, especulaciones o en la prensa estatal, que aseguraba hasta hace poco que el mercado estaba en medio de "una época de oro" que duraría 30 años. Así, cuando las autoridades limitan la capacidad de endeudarse para comprar acciones o exigen a los brokers más garantías para controlar el mercado, los inversores huyen y suenan las alarmas. Cuando rebajan los costes de transacción o prometen más liquidez y crédito, vuelven. Aunque en las útimas tres semanas estas medidas tampoco les han convencido ante la evidencia de que los fundamentos de sus inversiones no están claros y ven cada vez más difícil pagar las deudas que contrajeron para comprar esas acciones. Las abultadas pérdidas solamente se lograron frenar a finales de esta semana, con la mitad de títulos con la cotización suspendida, un mercado intervenido de facto y la apertura de una investigación policial para aplacar las prácticas especulativas.
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