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El BCE elevó en el último momento las compras mensuales de deuda

La primera acta que se publica de un consejo de gobierno revela que en la reunión de enero se cambió la propuesta inicial de 50.000 millones a 60.000

Alejandro Bolaños
El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.
El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.EFE

El equipo de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), fue tan convincente al urgir la aprobación de un plan de compra masiva de deuda pública y privada que los gobernadores de los bancos centrales de la zona euro fueron incluso más allá de la propuesta inicial. Eso es lo que se desprende del acta de la última reunión del consejo de gobierno de la institución, un documento que se publica por primera vez. Los papeles revelados por el supervisor señalan que una “amplia mayoría” de los participantes en la reunión respaldó en el último momento elevar el ritmo mensual de compras, de 50.000 a 60.000 millones de euros.

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La decisión, dada a conocer por Draghi en la conferencia de prensa tras el consejo de gobierno del 22 de enero, supone acelerar la inyección de los 1,1 billones previstos, al hacerla en un periodo más corto: de la propuesta inicial de 22 meses (de marzo de 2015 a diciembre de 2016) se pasó a otra de 19 meses (de marzo de 2015 a septiembre de 2016). De este modo, los 60.000 millones al mes —unos 45.000 millones en bonos públicos, el resto son compras de cédulas hipotecarias y títulos de deuda empresarial que ya estaban en marcha— se erigen como referencia hasta que el BCE considere que el objetivo a medio plazo (acercarse al 2% de inflación) se cumple, algo que los expertos creen muy difícil lograr en el periodo fijado inicialmente.

Con la primera publicación de un acta, el BCE emula lo que otros bancos centrales (como la Reserva Federal, el Banco de Japón o el Banco de Inglaterra) llevan haciendo años: revelar los argumentos y posiciones que se esgrimen en los puentes de mando de la política monetaria. En el caso de las minutas de la Reserva Federal, por ejemplo, los analistas miran ahora con lupa su contenido para tratar de anticipar cuándo el banco central estadounidense subirá los tipos de interés.

El BCE se estrenó a lo grande, con una síntesis de cómo fue la cita del 22 de enero, en la que el supervisor del euro dio un paso histórico: incorporar la compra masiva de deuda pública a sus herramientas de política monetaria para reactivar la inflación. En enero, los precios de la zona euro retrocedían un 0,6% anual, un nuevo mínimo. Y el acta da fe de cómo un miembro del comité ejecutivo de Draghi, Peter Praet, el economista jefe del BCE, llegó a invocar el riesgo de que se estén formando “presiones deflacionarias” para urgir a tomar una decisión.

El economista jefe del banco central avisó de “presiones deflacionistas”

El acta aclara que todos los participantes en la reunión —además de los seis miembros del comité ejecutivo, votaban 15 de los 19 gobernadores por el sistema rotatorio introducido este año— consideran que la compra de deuda pública en los mercados secundarios es un instrumento de política monetaria válido. Pero “algunos miembros” del consejo de gobierno también dejaron claro que no veían “una necesidad urgente” de adoptar esa medida en la reunión de enero.

Lo que no hay en la nota distribuida es una relación de quiénes votaron a favor del plan Draghi, y quiénes se opusieron, ni tan siquiera de su número. Las diferencias en este aspecto con las minutas de la Reserva Federal, una referencia en esta política de transparencia, son patentes: la división por países (el Bundesbank alemán ha dejado claro que se opuso a la compra de deuda pública en enero) sigue pesando en el BCE.

Según el resumen difundido por el eurobanco, los opositores al plan Draghi insistieron en que la compra de bonos implicaba importantes riesgos y efectos colaterales, “particularmente relacionados con el marco institucional de la unión monetaria”, que prohíbe al BCE financiar de forma directa a los Estados. Por ello, plantearon que “las compras de bonos soberanos debían seguir siendo un instrumento de contingencia de la política monetaria, para ser usado solo como último recurso en respuesta a un escenario extremadamente adverso, como una espiral deflacionaria”. Una condición que anticipa ya la conclusión a la que llegaron los contrarios al plan Draghi: “No hay evidencia de un riesgo serio de deflación, lo que claramente es un argumento contra la movilización del instrumento de compras de bonos en esta reunión”.

No se aclara cuántos gobernadores se opusieron al ‘plan Draghi’

La mayoría de los gobernadores de bancos centrales de la zona euro sí mostraron su respaldo a la línea argumental expresada por Praet: “En la situación actual, con una acusada debilidad en los precios, las caídas en los precios de las materias primas han acelerado la tendencia a la baja [en los precios] que ha sido evidente desde el inicio de la crisis de deuda, y ha aumentado el riego de que la inflación sea demasiado baja, demasiado tiempo”. El economista jefe del BCE añadió que “debía tenerse en cuenta que los riesgos derivados de no actuar en esta reunión pueden ser mayores que los riesgos de actuar”.

En enero también se sopesaron otras alternativas a la compra masiva de deuda, como la adquisición de bonos emitidos por empresas o limitar la compra de bonos soberanos a los títulos de máxima calidad. Pero, para “un amplio número de miembros” del consejo de gobierno, “las compras de deuda soberana es el único instrumento existente con la suficiente amplitud para suministrar el estímulo monetario necesario para lograr el objetivo de estabilidad monetaria del BCE”.

El documento arroja poca luz sobre cómo se llegó a una de las decisiones más controvertidas: limitar el riesgo compartido de forma conjunta por el BCE y los bancos centrales a un 20% de las eventuales pérdidas por la inversión en bonos. Solo se hace mención a una propuesta genérica del comité ejecutivo y a que el acuerdo final se hizo por “consenso”.

El palo y la zanahoria de los mercados

Las 16 páginas del acta del BCE permiten comprobar cómo el equipo de Mario Draghi usó en enero las expectativas de los mercados, azuzadas por el propio eurobanco, para persuadir a los 19 gobernadores de la zona euro. Según el documento, Benoît Coeuré, consejero ejecutivo de la entidad, explico que “las expectativas de los mercados sobre un amplio programa de compras, que incluya bonos del sector público, han seguido intensificándose desde el Consejo de Gobierno de diciembre (...) los actores de los mercados esperan que el anuncio sea inminente”. Coeuré no ocultó que esas expectativas se habían alimentado con “recientes comunicaciones de miembros del Consejo de Gobierno”.

Draghi fue el primero en dar pábulo a la idea de que la puesta en marcha de un plan de compra masiva de deuda había dejado de ser una línea roja en el seno del BCE. “No hemos terminado aquí, estamos preparados para adoptar nuevas medidas extraordinarias”, dijo en junio de 2014, tras poner una tasa negativa a los depósitos aparcados en el banco central. Los mercados interpretaron entonces que la compra de bonos soberanos, la expansión cuantitativa, estaba cada vez más cerca y reaccionario en consonancia: el euro se depreció de forma contundente frente al dólar y las primas de riesgo se redujeron aún más.

Como en 2012, las palabras de Draghi habían vuelto a inducir un efecto positivo en las condiciones financieras de la zona euro, pero había llegado la hora de convertir esas palabras en hechos. Y no hubo dudas en advertir de que la zanahoria de los mercados podía convertirse en palo de la noche a la mañana. Como, según el acta, recalcó el economista jefe del BCE, Peter Praet: “Una parte importante del sustancial ajuste financiero observado en las últimas semanas podría revertirse si no se toman medidas en esta reunión”.

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