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Dinamarca se protege del ‘efecto suizo’

Copenhague lucha por espantar el fantasma de la liberalización del franco helvético

Ignacio Fariza

La decisión de Suiza de desligar la cotización del franco del euro desató a mediados de enero una revaluación abrupta de su divisa, un terremoto bursátil, y puso en el ojo del huracán a Dinamarca. Pese a las notables diferencias entre ambas economías, los efectos de la acción helvética han redoblado la presión sobre las autoridades danesas para evitar una entrada masiva de capitales y sostener el sistema de cambio fijo entre su divisa —la corona— y el euro. En las últimas semanas, los rectores de la política monetaria danesa han emprendido una batería de medidas clave para mantener la cotización fija de su moneda y espantar así los fantasmas que empiezan a cernirse sobre ella: cuatro rebajas consecutivas de los tipos de depósito en poco más de un mes; la sorprendente suspensión de todas las subastas de deuda pública hasta nueva orden y el anuncio de que su banco central iniciará una venta de coronas “sin límites” si fuese necesario.

Hasta cinco fuentes financieras consultadas descartan que Dinamarca vaya a verse abocada a revertir el vínculo entre la corona y el euro, pero no excluyen nuevas intervenciones de su banco central tras un arranque de año de vaivenes por el volantazo de las autoridades helvéticas. El paralelismo es escaso, también en este punto. Suiza introdujo el límite a la cotización del franco hace tres años para evitar la inundación de su economía por capitales procedentes de la inestable Unión Europea, en Dinamarca la banda máxima de fluctuación de su moneda es percibida como parte fundamental de su política económica y goza de gran aceptación popular.

La cotización de la corona lleva tres décadas directamente vinculada a la de la divisa de referencia en el Viejo Continente —primero al marco alemán, su primer socio comercial, desde mediados de la década de los ochenta, y después al euro, desde su creación en 1999—. Los efectos de una potencial eliminación de la banda máxima de fluctuación, tal y como decidió Suiza el pasado 15 de enero, serían “devastadores” para la economía del país nórdico, según los expertos.

El Banco Central ha rebajado cuatro veces los tipos de depósito en un mes

“El anclaje está plenamente institucionalizado: desde los sindicatos hasta la patronal, pasando por exportadores e importadores, están de acuerdo. Y el banco central hará todo lo necesario por mantenerlo”, explica Steen Bocian, economista jefe de Danske Bank, la mayor entidad financiera del país por activos, haciendo suya la ya mítica expresión acuñada por el presidente del BCE, Mario Draghi, en el tumultuoso verano de 2012. “En Dinamarca este asunto es una cuestión política; todo el Parlamento lo defiende y el Banco Central no puede dejarlo caer. Simplemente no es una opción factible”, agrega. De la misma opinión es Helge Pedersen, su homólogo en Nordea, que destaca los aspectos positivos de este sistema. “El tipo de cambio fijo ha demostrado ser más efectivo que la flexibilidad cambiaria de Suecia y de Noruega”, argumenta.

Pese a la rotundidad de sus palabras, los inversores internacionales no parecen tenerlas todas consigo. La ola de movimientos especulativos iniciada a raíz de la decisión suiza ha desatado un miedo —“probablemente injustificado”, matiza por teléfono Jes Asmussen, economista jefe del banco sueco Handelsbanken— sobre un potencial abandono del anclaje monetario. En paralelo se ha producido una entrada de capitales reconcida explícitamente por las autoridades monetarias y que los expertos atribuyen a su etiqueta de “país refugio” ante la volatilidad europea. “De romperse el enlace entre ambas monedas, algo improbable dada la concordancia entre la política monetaria del BCE y del Banco de Dinamarca, la corona sufriría una fuerte revalorización y los efectos serían desastrosos para la economía”, advierte Thomas Thygesen, responsable de análisis del banco privado escandinavo SEB. Entre los posibles efectos, los expertos destacan tres: la depreciación de los activos que los ciudadanos daneses tienen referenciados en divisas extranjeras (equivalentes al 350% del PIB), la pérdida de competitividad de sus exportaciones y, en última instancia, el regreso de la economía danesa a la zona de turbulencias. “La economía aún está por debajo del nivel de 2008”, recuerda Thygesen. “Y la inestabilidad financiera volvería a conducir al país a la recesión”. En 2014, Dinamarca creció al 0,8% y la Comisión Europea prevé que alcance una velocidad de crucero del 1,7% en 2015.

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Ante la zozobra en los mercados, las autoridades danesas no han dudado en echar mano de la artillería pesada. Desde que Suiza eliminó los límites cambiarios, el Banco Central de Dinamarca ha reducido el tipo de depósito hasta el -0,75%, frente al -0,05% de principios de enero —la cota más baja de la historia de cualquier banco central, solo igualada por Suiza, y todo un “reto” para la banca danesa, reconce Bocian, que remarca sin embargo su fortaleza de capital—; ha incrementado sus reservas en 106.300 millones de coronas (14.281 millones de euros) y, quizá la decisión más llamativa desde una perspectiva sureña —fiel reflejo de la asimetría económica europea—, ha decidido cancelar todas las subastas de deuda previstas para los próximos meses ante la nula necesidad de crédito de su saneada administración. Dinamarca ha registrado sendos superávits en el tercer y en el cuarto trimestre de 2014 su duda pública se situaba en el 47% del PIB. Envidia de media Europa, es una de las únicas cinco economías de la Unión que puede presumir del máximo rating (AAA) de S&P—.

A la espera de saber si las medidas puestas en marcha son suficientes o si, para atajar las dudas sobre el sistema de cambio fijo, las autoridades debe ampliar el repertorio de sus políticas, Henrik Jensen, profesor de Economía de la Universidad de Copenhague, insiste en tranquilizar los ánimos acudiendo a una máxima teórica en política monetaria: “defender el sistema de cambio fijo de la apreciación es, en principio, fácil: el banco central siempre puede utilizar su poder de monopolio sobre la emisión de dinero y acumular reservas de divisas hasta el infinito”, concluye.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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