Materias primas débiles
En la eurozona, la reducción en los precios de las materias primas se añade a las presiones generadas por la insuficiencia general de la demanda
No es solo el precio del petróleo el que está experimentando caídas sin muchos precedentes. El conjunto de las materias primas comparte la debilidad de la demanda global como una de las razones más poderosas que explican ese descenso del conjunto, el mayor desde el inicio de la crisis en 2008. Desde el cobre hasta las materias primas agrícolas, la combinación del mantenimiento de la oferta —cuando no el incremento— con caídas en la demanda de los principales consumidores, China y la eurozona de forma destacada, es la responsable de esa atonía que ayuda a explicar igualmente los vientos deflacionistas que corren en algunas economías avanzadas.
Si en principio las consecuencias en términos de transferencia de renta son claramente favorables para las economías más dependientes de las importaciones de esas materias primas, el impacto en los exportadores puede ser particularmente grave. En mayor medida teniendo en cuenta la ausencia de diversificación productiva de la mayoría de ellos. Efectivamente, el contraste con lo ocurrido entre 2000 y 2012 da cuenta de la caída de ingresos que la evolución de esos mercados tiene para las principales economías exportadoras. Entre 1997 y 2011, con datos del Banco Mundial, el índice que agrupa a todas las materias primas no energéticas ascendió más de un 60%. De esa evolución ya están siendo tributarias las economías emergentes que tienen en sus monocultivos exportadores la principal fuente de ingresos. Es el caso de América Latina, que hizo de sus exportaciones a China —desde el cobre chileno hasta la soja argentina— una de las principales fuentes de su bonanza exportadora y de la capacidad de atracción de flujos de inversión extranjera directa durante la pasada década. Pero también algunas economías africanas subsaharianas sufrirán consecuencias similares.
La mayoría de las previsiones no anticipan una reversión de esa tendencia declinante antes del segundo semestre de este año, lo que obligará a muchas de las economías exportadoras a revisar sus posibilidades de crecimiento y, desde luego, a buscar vías de diversificación de su actividad económica. No es una tarea nueva ni fácil cuando las locomotoras de la economía mundial mantendrán bajos ritmos de crecimiento, con la excepción de la estadounidense. Pero ha sido esta última la que en los últimos años ha avanzado en la reducción de su dependencia importadora, no solo de productos energéticos.
En la eurozona, esa reducción en los precios de las materias primas se añade a las presiones generadas por la insuficiencia general de la demanda que ya ha sumido al área monetaria en un cuadro deflacionista, mucho más explícito en las economías de la periferia, la española de forma destacada. Al igual que ocurre con la factura del petróleo, el abaratamiento de las importaciones del resto de las materias primas significaría un aumento de la renta real siempre que la demanda asiente su recuperación. Para ello es fundamental que en el seno de la eurozona se adopten decisiones no solo de política monetaria que estimulen la demanda agregada. El plan de inversiones de Juncker es una de ellas, pero en modo alguno suficiente. Si así fuera, el crecimiento de Europa no solo contribuiría a fortalecer la estabilidad política y social de la región, sino a reducir el lastre que el área monetaria común está significando para el conjunto de la economía mundial.
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