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100 días de vértigo en el Santander

Ana Botín ha cambiado la dirección y el consejo mientras sopesa el futuro del dividendo

Íñigo de Barrón
Ana Patricia Botín, en la junta general extraordinaria de accionistas tras la muerte de Emilio Botín, el pasado mes de septiembre.
Ana Patricia Botín, en la junta general extraordinaria de accionistas tras la muerte de Emilio Botín, el pasado mes de septiembre.Uly Martín

El 10 de septiembre pasado, el Santander redactó un comunicado de 49 palabras para anunciar la muerte del que fue su presidente durante 28 años. No hubo ni una expresión de condolencia o de agradecimiento. En la entidad dijeron que se había aplicado el reglamento para redactar esa nota. Pese a esta aparente frialdad, tras Emilio Botín (Santander, 1934), la nueva presidenta del grupo ha sido Ana Botín (Santander, 1960) su hija primogénita.

El banco niega que los inversores institucionales extranjeros hayan criticado este cambio familiar gracias a la reconocida trayectoria internacional de Ana Botín, que lleva 26 años trabajando en la entidad. Además de presidir Banesto y el banco en el Reino Unido, participó en el desarrollo de la expansión por Latinoamérica.

La presidenta acaba de cumplir sus 100 primeros días. Tiempo suficiente para revolucionar el esquema de poder: nuevo consejero delegado, cambios de calado en el consejo y unas pautas diferentes. “La presidenta quiere rodearse de personas de peso de su confianza”, apunta Marc Ribes, de la firma de análisis burstátil Blackbird. “Lo ha hecho sin que le tiemble el pulso, como hizo su padre cuando llegó en 1986”, añaden personas que la conocen.

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Lo primero que se dijo a los medios era que la clave sería la “continuidad”, pero pronto se demostró que solo era un mensaje de compromiso. “No creo que ella quiera acabar con la época de su padre porque sí, pero es lógico que tenga su propia hoja de ruta. Tiene 26 años menos que su antecesor y eso se refleja en el uso de las tecnologías para comunicarse con los colaboradores, la rapidez en la toma de decisiones y su visión de las necesidades del sector”, añaden fuentes del sector. Dicen que Ana Botín, como hizo su padre en su día, ha empezado entrando en todos los asuntos hasta el final. “Lo normal es que luego delegue más para centrarse en lo estratégico”, señala un veterano exejecutivo del banco.

El cambio más importante ha sido la salida de Javier Marín (Madrid, 1966), el consejero delegado que solo llevaba año y medio en el puesto y que fue confirmado por la presidenta al llegar al cargo. “La noticia fue una sorpresa. Se esperaba que apostase por la continuidad pero está creando su propio equipo con rapidez”, según Gonzalo Lardies, de Banco Madrid. Para algunos, dentro del propio banco, ha sido un movimiento brusco. Otros apuntan que se barajó esperar a la junta de marzo, pero la presidenta quería empezar en enero con su equipo.

Directivos de la propia entidad creen que este cambio es consecuencia de la visión del negocio de Ana Botín. “Marín era un número dos típico, con gran carga comercial, pero Ana y él se solapaban porque ella llevará muchos temas clásicos de un consejero delegado. Para el puesto ella quería un financiero de primera, controlador de presupuestos, liquidez, capital y bien considerado por inversores y analistas: ese es José Antonio Álvarez” (Quintana de Fuseros, León, 1960), apuntan fuentes no oficiales. Marín saldrá del banco en enero con una jubilación de 800.000 euros anuales.

Ana Botín (que renunció al segundo nombre, Patricia, el día de su nombramiento) conoce los grandes desafíos del sector: la falta de rentabilidad, la enorme carga regulatoria, la caída de la reputación y la tecnología, que es una vía de ataque al negocio por parte de operadores foráneos.

Su decisión de relevar al consejero delegado se vivió con sorpresa

Al margen de los problemas comunes, el Santander se juega parte de su futuro en lograr más rendimiento de las filiales de Brasil, Reino Unido (juntas suman más del 60% de las inversiones del banco), así como en México y en Estados Unidos, apunta el experto bancario Íñigo Vega, de la firma británica Nau-Securities. Algunas fuentes esperan cambios en la filial norteamericana, “verdadera china en el zapato del grupo que no acaba de arrancar”, apuntan. Por supuesto, España, controlada por el histórico Enrique García Candelas, es clave por ser la base y porque debe regresar a la rentabilidad tras las enormes pérdidas sufridas por el ladrillo.

Prueba de la importancia que tienen estos países es que los primeros viajes de la presidenta han sido a México y Brasil, donde estuvo con los presidentes de los respectivos países, y a Estados Unidos, donde se vio con los más altos reguladores. Además, visita Londres casi una vez por semana, una ciudad donde se mueve con soltura y es considerada la tercera mujer más poderosa.

Botín ha prescindido de otros históricos de la entidad cercanos a su padre: los consejeros Fernando de Asúa y Abel Matutes, así como el director general de la Intervención (responsable de la sala de máquinas de los números), José Tejón. Rodrigo Rato, que mantenía fuerte amistad con el anterior presidente, también ha salido tras el escándalo de las tarjetas black de Bankia. En su lugar ha colocado a ejecutivos de su quinta, como José Doncel, un ex de Banesto o José García Cantera, nuevo director general financiero y virtual número tres del grupo. Juan Guitard es el nuevo responsable de Auditoría Interna y José María Nus de Riesgos. Este ejecutivo, procedente de Banesto y de Londres, tiene el cometido de instalar un modelo global de riesgos. En el banco se le considera un nombramiento de transición porque Nus ha cumplido 63 años. ¿Habrá más cambios? Algunos los esperan, otros dicen que ya serán menores. “El equipo está hecho”, señalan los que conocen bien el grupo.

Los expertos creen que apostará por el crecimiento orgánico

Los fichajes en el consejo han sido sonados: Bruce Carnegie-Brown, vicepresidente primero y coordinador de los consejeros externos, que no habla castellano; Rodrigo Echenique, también vicepresidente, y los vocales Sol Daurella (propietaria de la mayor distribuidora de Coca-Cola en España, en cuyo consejo también se sienta Ana Botín), y el empresario mexicano Carlos Fernández.

Con estos mimbres Ana Botín ha empezado a construir su grupo, más pendiente del papel social de la banca que su padre, quizá por la dura experiencia británica, donde hay mucha crítica social al sector. “Si actuamos con negligencia se destruye la confianza de la sociedad en la banca. Demasiados banqueros perdieron de vista este objetivo”, lanzó al poco de llegar al banco.

Una política distinta a la de su padre

Ana Botín ha repetido que su estrategia es centrarse en el cliente: afianzarse en los países donde está, simplificar procesos y no crecer tanto. “La expansión ya la hizo su padre. Ahora se trata de obtener rentabilidad en los 10 países donde trabaja. Dejar de ser un banco de producto para ser uno de cliente, es decir, evitar la rotación y tratar mejor a los que entran por la puerta”, apunta un experto. Por ello la reputación es fundamental en un grupo que ha sido multado por productos problemáticos. “Botín quiere una entidad más eficiente para potenciar el crecimiento orgánico. Quiere cambiar el modelo y simplificar el trato con los clientes”, según Marc Ribes, de Blackbird.

El dividendo es la gran cuestión pendiente de Ana Botín. Su padre hizo gala de repartir 0,60 euros (las antiguas 100 pesetas) por acción en los últimos años (aunque el 90% de los clientes lo cobraba en acciones), pese a la fuerte caída del beneficio por la crisis. Incluso dentro de la entidad se admite que no sería una locura rebajar el dividendo repartiendo más dinero en metálico y menos en acciones. “Ofrecer una rentabilidad superior al 7% no es lógica con los tipos al 0%”, apunta un experto que reclama el anonimato.

Mientras la presidenta medita estas cuestiones, la organización se adapta a los cambios, tras el mazazo que supuso la repentina desaparición de Emilio Botín. Todavía no se conocen los detalles de la muerte del que fuera 28 años presidente del banco, es decir, ni el sitio ni la hora en la que ocurrió, aunque está admitido dentro del grupo que se produjo en la tarde noche del martes 9 de septiembre, en el domicilio que tenía en la Ciudad Financiera de Boadilla del Monte (Madrid).

No será fácil emular a Emilio Botín, considerado el empresario más influyente. Trabajó 56 años en banco y cuando alcanzó la presidencia, en 1986, el Santander era uno de los seis grandes en España. Su hija lo ha heredado como uno de los más grandes del mundo. Su reto será consolidar esta posición en un escenario muy distinto al que vivió su padre.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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