Cómo llevar la victoria de Abe a la economía
La victoria aplastante que obtuvo el Partido Liberal Democrático (PLD) de Shinzo Abe en las elecciones anticipadas del pasado domingo en Japón no ha pillado a nadie por sorpresa. El PLD obtuvo 290 de los 475 escaños de la Cámara baja del parlamento nipón, que junto a los 35 escaños controlados por el Partido Komeito permite a la coalición gobernante retener su mayoría de dos tercios.
La victoria de estas elecciones debe atribuirse en parte a Abe, que supo ver el momento perfecto para convocarlas. El aumento de los impuestos sobre las ventas, que pasó del 5% al 8% en abril, llevó a la economía japonesa hacia una recesión técnica en el segundo y tercer trimestres de este año, lo que aumentó sustancialmente la desconfianza en la eficacia del Abenomics, las políticas del primer ministro para revitalizar la estancada economía de Japón. Ante este panorama, Abe anunció que su Gobierno pospondría la segunda subida de impuestos sobre las ventas (hasta el 10%) programada para el próximo año y convocó elecciones anticipadas para obtener el poder legítimo para aumentar los impuestos. Los motivos de Abe son evidentes: unas elecciones anticipadas cogerían por sorpresa tanto a la oposición como a sus rivales en el PLD. La victoria anticipada le otorga otros cuatro años para continuar con su Abenomics, pero también le permite elegir un gabinete para implementar dichas reformas. En este sentido, Abe ha logrado lo que deseaba.
Aunque, una cosa es la victoria política de Abe y otra muy diferente la del Abenonics. La política monetaria ultraflexible se ha implementado tal y como se había planificado, pero cualquier otro estímulo fiscal adicional está limitado por el nivel increíblemente elevado de deuda pública en Japón (que roza el 240% de su PIB). Donde sí puede haber cabida para lograr avances es en las reformas estructurales incluidas dentro del Abenomics.
Lo bueno es que las reformas estructurales propuestas por el líder nipón son precisamente las reformas que se necesitan para sacar al país de su estancamiento. Estas van desde la desregularización del sector agrícola de Japón y la firma de nuevos acuerdos de libre comercio con importantes socios regionales, hasta políticas que fomenten una mayor participación femenina en la población activa.
Para que la implementación de estas reformas estructurales sea exitosa, Abe debería tomar nota de algunas de las lecciones aprendidas durante sus años como primer ministro. En primer lugar, su electorado podría perder la paciencia ante la creciente inflación por la agresiva flexibilización del Banco de Japón, que erosiona el poder adquisitivo de los salarios congelados de los trabajadores japoneses. Por tanto, Abe debe administrar su limitado capital político con cuidado para conseguir sacar adelante medidas de reforma dolorosas, pero necesarias. En segundo lugar, un empeoramiento de las relaciones con los países colindantes puede acarrear consecuencias negativas para la economía japonesa. La creciente asertividad de Japón en la región ha provocado que las empresas japonesas pierdan cuota de mercado en China y en Corea del Sur. Si se arreglaran las relaciones con estos dos importantes socios comerciales, se podrían lograr beneficios económicos importantes que darían alas al proceso de reforma estructural interno.
Le Xia, economista jefe de BBVA Research en Asia e investigador asociado al International Monetary Institute (IMI) de la Universidad Renmin de China.
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