No hay paz para la CEOE
Juan Rosell y Antonio Garamendi pugnan para presidir la gran patronal con el desafío de recuperar el protagonismo de la organización empresarial
Desde que José María Cuevas dejó la presidencia de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), no hay paz en la organización. La sucesión del que fuera sempiterno presidente, en 2007, ya fue difícil. El nombre del que resultó elegido, lo dice todo: Gerardo Díaz Ferrán, a punto de cumplir dos años en prisión. Y los cuatro años que lleva Juan Rosell, su sucesor, al frente de la gran patronal tampoco han sido plácidos. De hecho, el próximo 17 de diciembre, para renovar su cargo tendrá que doblar la mano a Antonio Garamendi, una reválida que nunca ha tenido que pasar un presidente de CEOE en ejercicio. En debate está ahora el pasado, presente y futuro de la gran patronal. Pasado, porque los dos contendientes son dirigentes históricos. Presente, porque tienen mando en plaza, uno en la CEOE (Rosell) y otro en la Cepyme (Garamendi). Y futuro, porque se juegan la patronal de los próximos años.
La primera crítica que recibe Rosell y ahí es donde mete el dedo Garamendi, el actual presidente de Cepyme, es la pérdida de influencia de la gran patronal. Quedan lejos los tiempos en que un presidente de CEOE paraba una reforma de la negociación colectiva, como hiciera Cuevas en la segunda legislatura de Aznar. De hecho, en 2012 ni siquiera un acuerdo entre patronal y sindicatos frenó la reforma laboral, que ha cambiado radicalmente la negociación de los convenios.
El reto del equipo que venza será recuperar esa figura de ser un agente activo en la política económica, es decir, que tenga predicamento en las decisiones del Ejecutivo. Una faceta que ahora ocupan otros organismos como el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), al que se ha acercado Rosell, y, al que está enfocada la nueva Cámara de España, por interés expreso del Ministerio de Economía, con la complicidad de la gran empresa, como se comprobó en la toma de posesión como presidente de José Luis Bonet (presidente a su vez de Freixenet). El otro desafío es mantener el protagonismo como agente social junto a los sindicatos en el diálogo social y en la negociación colectiva.
Los críticos de Rosell reprochan su cercanía a dirigentes imputados
Los votos de 773 dirigentes en juego
Los 773 votantes de las elecciones (387 dan la mayoría) se reparten entre federaciones sectoriales y territoriales de forma proporcional a su peso en la CEOE. En ese sentido, son las federaciones de Cataluña (45 votos), Madrid (45), País Vasco (14), Andalucía (12) y Comunidad Valenciana (10) las principales territoriales, mientras que en las sectoriales dominan Construcción (40), Confemetal (25), Eléctricas (30) Banca (25) y CECA (25). En todo caso, es Cepyme la que cuenta con la máxima representación (83).
Cataluña y, en principio, Madrid, gobernada por Arturo Fernández, apoyan a Juan Rosell; mientras que la vasca y la andaluza se inclinan por el aspirante, Antonio Garamendi. En las sectoriales, el dirigente vasco tiene el apoyo del metal y la construcción, aunque no piensan así las grandes constructoras (Seopan), con 14 votos.
El dirigente catalán cuenta con el voto de las entidades financieras y las compañías eléctricas. En cuanto a Cepyme, el recuento se antoja mucho más difícil. Como CEOE es una patronal de patronales y el voto estará más disperso, aunque su presidente desde hace una semana es Garamendi.
Ante un voto tan dividido entre las patronales grandes, la victoria se dirimirá en las decisiones que tomen las 199 pequeñas organizaciones empresariales que tienen entre un voto y tres. Por eso, la campaña consiste en patear los territorios.
A Juan Rosell se le medirá por lo que ha hecho y ha dejado de hacer; a Antonio Garamendi por lo que se cree que puede hacer.
Bajo ese prisma, se estructura la batalla en estas elecciones en las que 773 dirigentes decidirán si Rosell (57 años) continúa cuatro años o si llega Garamendi, bilbaíno, un año más joven, con discurso fluido y que representa a los descontentos con la gestión del dirigente catalán.
Rosell, en su balance de gestión, resalta que ha dado un paso adelante en la modernización de la patronal que heredó tras el convulso mandato de Díaz Ferrán y haber movido cimientos petrificados desde la época de Cuevas. Ahí entraría la creación del código ético y, a partir de él, de auditorías internas y otra serie de actuaciones que no todos están dispuestos a seguir. “Los números están ahí. Cuando desde la junta de CEOE se pregunta a las organizaciones si están de acuerdo, el 97% dice que sí. Si se les pregunta si lo van a aplicar en sus organizaciones, te dicen que no”, según Rosell. Y apunta a dos: Confemetal y la Confederación Nacional de la Construcción (CNC), las dos grandes patronales sectoriales, en torno a las que se ha armado la alternativa de Garamendi y cuyos presidentes (Javier Ferrer y Juan Lazcano) han sido vicepresidentes este cuatrienio. En el entorno patronal, se apunta que muchos dirigentes críticos están enganchados al cargo de la patronal y no quieren perder el privilegio.
La reforma de la formación continua hace saltar las chispas en la institución
Las actuaciones de Rosell llevaron consigo la reestructuración del aparato y la salida, con buenas indemnizaciones, de muchos ejecutivos que venían de la etapa de Cuevas y apoyan a Garamendi. Precisamente desde este entorno hay una respuesta dura: “Mucho código ético, pero los tres vicepresidentes de CEOE que apoyan a Rosell están o han estado imputados en los últimos años: Arturo Fernández, Jesús Terciado y Joan Gaspart [los dos primeros han dejado ya ese cargo]”. Los dos contendientes tienen un pasado muy anclado en la organización. Garamendi fue presidente de Jóvenes Empresarios y es tesorero de Confemetal. Rosell dirigió la patronal catalana, Fomento del Trabajo, durante 16 años.
Rosell dice estar a “mitad de camino” de desplegar un proyecto que ha encontrado muchos obstáculos del aparato. Garamendi prefiere poner el acento en una “gestión colegiada y participativa, que nunca debe ser presidencialista”, según el programa presentado el viernes. Y pone un ejemplo: la nueva norma sobre las Cámaras de Comercio “llegó a la organización ya pactada”. En este punto, que ha ocasionado choques en el seno de la CEOE, Rosell defiende que, en colaboración con la nueva Cámara de España, se prepare un “un sistema de colaboración público/privado entre organizaciones empresariales y cámaras, en beneficio de las empresas, principalmente para su internacionalización”.
Pero si un punto ha hecho saltar chispas ha sido la reforma de la formación continua, un tema bajo sospecha permanente por la cantidad de recursos que aporta a las patronales. Y ahí Rosell dispara: “En este periodo se ha puesto sobre la mesa lo que había [...] también en formación se habían ocultado cosas”. ¿Qué? “Unos requerimientos del Tribunal de Cuentas que la gente que se había ocupado del tema no había contado y eso lo hice yo”, continúa, apuntando al presidente de Confemetal, Javier Ferrer, históricamente responsable de Formación en CEOE y representante de la organización en la Fundación Tripartita. “La formación no se está haciendo bien. Ahí hemos de introducir concurrencia, maneras de hacer distintas”, propone.
Garamendi elude el choque con una declaración de intenciones: “Todos los controles que hagan falta”. Y aclara su postura: “Son los empresarios quienes pagan la formación en su mayor parte y son ellos los que mejor saben qué hay que dar. odo eso de la concurrencia suena muy bonito, pero corrupción puede haber igual. Al final la formación es la que necesitan, demandan y reclaman las empresas”.
Hay un tercer asunto que ha levantado ampollas: las mutuas de accidentes de trabajo. Para Rosell, la negociación ha dado como resultado una normativa —ahora en el Senado— que refuerza el carácter empresarial, su eficacia y el fortalecimiento de su patrimonio histórico. “Podemos estar razonablemente satisfechos”, subraya.Garamendi contesta: “Hay mucha gente que siente que somos mutualistas en las pérdidas, no en los beneficios”.
En este escenario, los contendientes están ya en el carrusel electoral, buscando el voto, que vasco y catalán confían en tener mayoritariamente. Es personal y secreto, por lo que es complicado vaticinar los apoyos de cada cual. “Hasta que las organizaciones digan los nombres de los 773 votantes es difícil hacer vaticinios”, concluye un buen conocedor de CEOE.
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